Cine

Bobby Driscoll, el actor favorito de Disney acabó en la fosa común

El intérprete fue el modelo para el Peter Pan de dibujos animados y uno de los habituales de Andy Warhol

Bobby Driscoll en una escena de "La isla del tesoro"
Bobby Driscoll en una escena de "La isla del tesoro"La Razón

Estos meses hemos sabido que la isla de Hart, en Nueva York, ha sido el lugar escogido por las autoridades de la ciudad de los rascacielos para enterrar a numerosas víctimas del coronavirus. Todos ellos acaban en una gran fosa común, todos ellos sin nombre, como si fuera necesario olvidar su paso por este mundo. Hart es la cara oculta del sueño americano, donde también se perdió el rastro de aquellos que murieron en un callejón oscuro neoyorquino, además de las primeras víctimas del sida o bebés que perecieron en el parto y cuyo rastro fue ocultado a sus padres. Es allí, entre miles de cuerpos, donde yace desde 1968 el que fuera el actor favorito de Walt Disney, el inspirador del Peter Pan de dibujos animados y uno de los primeros invitados de la Factory de Andy Warhol. Se llamaba Bobby Driscoll y su nombre evoca al lado más perverso de Hollywood.

Nació el 3 de marzo de 1937 en Cedar Rapids, en el estado de Iowa. Cinco años más tarde el barbero de la familia dijo que el niño tenía madera para estar en la gran pantalla. El hijo del barbero se lo llevó a la Metro Goldwyn Mayer para que le hicieran una prueba para un pequeño papel en “Los Angel”, protagonizada por Margaret O’Brien. Al director de la cinta, Roy Rowland, le llamó la atención la curiosidad y el desparpajo de Driscoll por lo que no dudó en meterlo en esa producción, cobrando 500 dólares por día de rodaje.

Breve fue su aparición también en “Eran cinco hermanos”, un drama bélico de Lloyd Bacon protagonizado por Anne Baxter. Así siguió enlazando modestos papeles hasta que empezó a llamar la atención del magnate de los dibujos animados, el hombre que había renovado la manera de contar historia a niños y niñas. Walt Disney necesitaba a un jovencísimo actor para que participara en “Canción del sur”, una película en la que se mezcla animación con los intérpretes reales. Hoy es una de esas producciones que Disney no quiere que veamos porque huele a racismo, a caricatura compasiva de la cultura negra en muchos de sus fotogramas. De hecho, Disney+ no la incluye en su catálogo. Pero en 1946 se convirtió en un éxito, ganando un Oscar a la mejor canción, que catapultó a Bobby Driscoll.

A partir de ese momento, Walt Disney solo tuvo ojos para Bobby. Marc Eliot, el autor de la biografía más oscura del cineasta, reconoce que Disney vio en Briscoll a una suerte de Mickey Mouse animado, pero también a uno de esos niños que sueñan con piratas. Probablemente sea así porque acabó siendo el protagonista de algunos de los títulos más recordados del estudio en aquella época, como es el caso de “La isla del tesoro”. Disney lo convirtió en el modelo para su Peter Pan de dibujos animados: los animadores se basaron en el joven para crear al personaje y Driscoll se encargó del doblaje.

El periodista Darwin Porter ha llegado a publicar que la relación del productor con el actor llegó a ser sexual porque Walt se enamoró del intérprete. Si aquello fue así, y no han aparecido pruebas que lo demuestren, duró poco porque en cuanto Driscoll creció, Disney se olvidó de él y lo tiró como si fuera un juguete roto. Tenía 16 años y probó suerte en la televisión compaginándolo con los estudios. Pero el estrellato infantil fue una carga, especialmente en el instituto donde fue objeto de burla y desprecio por parte de algunos de sus compañeros.

Lo mejor era irse, huir de todo aquello que tuviera que ver con Hollywood. Así que marchó a México junto con Marilyn Jean Rush, una muchacha de 19 años, con la que tuvo tres hijos. Briscoll empezó a vivir en la autodestrucción gracias a las drogas, sobre todo con la heroína. Él mismo declararía que era “un beatnik y un vago”. “No tenía residencia. Mi ropa estaba en la casa de mis padres, pero no vivía en ningún lado. Mi personalidad había sufrido durante mi matrimonio y estaba tratando de recuperarla”, dijo en una de sus últimas entrevistas.

Tras algunos problemas con la ley que lo lo llevaron al calabozo, Driscoll quiso volver a hacer cine, pero fue rechazado por la misma industria de la que había formado parte. Otra vez la huida parecía ser la solución segura y eso hizo. Dejó atrás a su mujer y sus hijos para instalarse en Nueva York. Fue allí donde entabló amistad con Andy Warhol. Para el artista, tan entusiasta de los mitos de Hollywood, tener en su Factory a una antigua estrella infantil era halagador, aunque no hizo mucho por él. El actor todavía apareció en una película “underground” llamada “Dirt” con John Cale, pero él necesitaba ayuda. Su último intento desesperado por sobrevivir fue una carta, casi una súplica a Truman Capote, donde le pedía que se reuniera con él para contarle su vida, algo que pensaba que sería un buen material para un libro. Capote no le hizo caso.

Con 31 años se perdió el rastro de Bobby Driscoll en Nueva York.

El 30 de marzo de 1968, unos niños jugaban en un edificio abandonado de Greenwich Village, en Nueva York. Allí, en catre sucio, descansaba entre cervezas y folletos religiosos, el cadáver de un joven. No parecía que la muerte hubiera sido violenta y sí que era como consecuencia de una sobredosis, aunque finalmente el examen médico determinó que había sido por un ataque al corazón. El cadáver fue retirado y nadie lo reclamó, por lo que fue llevado a la fosa común de la isla de Hart.

Un año más tarde, la madre de Driscoll se puso en contacto con la Disney. ¿La podrían ayudar a localizar a su hijo? Esta vez sí que el estudio se interesó por la que había sido una de sus estrellas, pero su rastro se había perdido. Fue finalmente en Nueva York, gracias a las huellas dactilares que se habían tomado al cadáver localizado el 30 de marzo de 1968, que se supo que Bobby Driscoll estaba muerto. No fue hasta 1971, cuando se repuso en los cines “Canción del sur” que se supo que el niño protagonista había fallecido solo y abandonado en Nueva York.