Opinión

Valientes

Estabilizado el incendio forestal en la parroquia compostelana de Figueiras
Estabilizado el incendio forestal en la parroquia compostelana de FigueirasÁlvaro Ballesteros

Valiente es quien acomete empresas arriesgadas conociendo el peligro que suscitan y superando el temor que provocan. Si pensamos en valientes, a mí, lo primero que me viene a la cabeza, quizás por lo de «ser más valiente que un torero», son estos diestros de muleta, espada y capote. También, los profesionales de los denominados «deportes de riesgo», cada vez más dispares y variados. Y, por supuesto, no me olvido de policías, militares y bomberos quienes, por su oficio, están llamados a meterse en fregados y berenjenales varios, en absoluto placenteros.

No considero valientes, en cambio, a los insensatos que, con variantes infinitas, se la juegan hasta el extremo para alcanzar algo tan baladí como conseguir likes y seguidores en sus redes sociales; ni a esos energúmenos que se apuntan a la curiosa moda de quedar para ir a partirse las caras en peleas entre hinchadas. Con lo fácil que es quedar para ir a tomarse unas cañas y unos pinchos, hombre. A todos estos, digo, no los califico de audaces, sino, mejor, de cernícalos descerebrados cuya inmadurez se evidencia por sí sola.

Pero, junto a los que podríamos denominar «oficiales», existen otros valientes, que no hacen ruido ni buscan reconocimiento. Y no me refiero sólo a las personas que, casi siempre sin perder la sonrisa, tienen que pelear a diario contra una enfermedad traicionera y de feo pronóstico, que se ha colado en sus casas de sopetón y sin invitación alguna –éstas deberían entrar en la categoría de «oficiales»–, sino a toda esa gente que tiene como único cometido, desde que se despierta por la mañana y hasta que se vuelve a acostar, encontrar trabajo –o simple comida–para poder nutrir a su familia. Día tras día, sin descanso, sin desmayo, y pese a ir coleccionando desoladoras negativas. Y, especialmente, cuando ya tienen una edad en la que no es ése el papel que naturalmente les corresponde.

No son toreros, deportistas de riesgo ni funcionarios de carrera. Pero el miedo que pasan tampoco termina con la faena o la misión. Perdura y viven con él. Porque son muy valientes.