Historia

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La bestia humana de Barcelona que acabó en el garrote vil

Isidro Mompart protagonizó un dramático crimen que lo llevó en 1892 al patíbulo pese a alguna petición de clemencia

"El garrote vil", un cuadro de Ramon Casas, hoy en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
"El garrote vil", un cuadro de Ramon Casas, hoy en el Museo Nacional Centro de Arte Reina SofíaMuseo Nacional Centro de Arte Reina Sofía

Hay una parte de la historia de Barcelona que no aparece en los libros de historia, que ha quedado intencionadamente olvidada como si fuera una vergüenza para nuestro pasado. Es lo que pasa cuando se rescata el nombre de Isidro Mompart, definido por el abogado y publicista Tomás Caballé Clos en su libro «La criminalidad de Barcelona» como una auténtica «bestia humana». Pero en este relato confluyen, además de la crónica negra lo peor del periodismo sensacionalista.

Vayamos primero a los hechos, a los terribles hechos que conmocionaron a todo un país. Para ello nos tenemos que remontar al caluroso 31 de julio de 1890 y trasladarnos hasta Sant Martí de Provençals, en aquellos tiempos un municipio independiente y no un barrio de Barcelona como sucede en la actualidad. En la zona, Mompart era conocido como un delincuente dedicado a perpetrar actos de pillaje, en muchas ocasiones de bajo perfil, con los que sobrevivía a duras penas. También se sabía que había violado a una mujer después de robarla. Era siempre el sospechoso número uno para la Guardia Civil que no se equivocaba al pensar en él como autor del delito. Pero en la fecha apuntada, Isidro Mompart fue mucho más allá. Le habían llegado rumores de que en una casa de Sant Martí se había cobrado una muy respetable herencia. Podía ser un golpe perfecto, sin prácticamente resistencia, porque en la vivienda solamente estaban durmiendo la hija de la familia, además de una niñera. Pero las cosas no salieron como se esperaba porque los ruidos empezaron a despertar a quienes estaban en la casa. El intruso cortó el cuello a la niñera que fue la primera en advertir su presencia. De esta forma pudo seguir buscando un botín que nunca encontró: solamente sustrajo 87 pesetas y dos relojes de plata. La pequeña se despertó y el delincuente no dudó en ensañarse con ella clavándole el cuchillo en repetidas ocasiones. Huyó sin ningún problema a través de los campos, pero no tardó mucho en ser detenido.

En «El Correo Militar» del 1 de octubre de 1890, encontramos una pequeña crónica tanto de la detención como de los hechos en la sección «Servicios»: «Por el cabo Ricardo Pehilling Rivera y fuerza de dicho puesto, compuesta de los guardias Celestino Balboa, Vicente del Cid y Leopoldo García Fernández, ha sido capturado y puesto a disposición de los tribunales, el paisano natural de Genobella, Isidro Mompart Prat, autor del robo y doble asesinato perpetrado en la casa de campo de D. Félix Serra, el día 31 de Julio último, así como de la violación llevada a cabo en la persona de doña Concepción Berenguer el día 21 de Junio».

El proceso fue un desbarajuste, según apuntan las crónicas de aquel tiempo. Los periódicos vendían más y más ejemplares siempre que hubiera información sobre Mompart, aunque fuera en ocasiones falsa. El reo demostró ser más torpe de lo que se creía, tratando de justificar lo injustificable, además de presentar las coartadas más absurdas. Al tribunal le dijo que a la hora del asesinato y robo estaba en una taberna en compañía de un amigo de su hermano. El dueño del establecimiento confirmó que sí, era cierto que Isidro había pasado ese día a tomar unos tragos, pero a una hora distinta. También expuso que estuvo en Barcelona donde se topó con una mujer que vendía verdura en la calle. Cuando esta fue llamada a declarar aseguró que no conocía de nada a Isidro Mompart.

El abogado de la defensa trató de demostrar que no había pruebas inculpatorias para su cliente, pese a que incluso una vecina de la casa más cercana al crimen lo vio merodeando a la hora que habría tenido lugar el suceso. El jurado lo tuvo claro y condenó a morir en el garrote vil.

Sin embargo, pese a lo atroz del crimen, Mompart logró con su ingenuidad aparente hacerse con la simpatía del público que seguía sus andanzas en los periódicos. Eso hizo que naciera una suerte de corriente en la opinión pública que pidió que le fuera conmutada la sentencia. Pero aquello no prosperó.

La fecha de cumplimiento de la sentencia se fijó para el 16 de enero de 1892. Cuando le fue notificada, el día 15, no la pudo firmar por no saber leer ni escribir. Tuvo tiempo de recibir alguna visita, como la de su hermano o su madre que le aconsejó resignación.

Miles de curiosos se amontaron en los alrededores de la cárcel para asistir a la ejecución. El patíbulo se había construido la noche antes con el visto bueno del verdugo Nicomedes Méndez. Dejemos que sea Caballé Clos, testigo presencial, quien nos narre lo sucedido: «Mompart llegó al patíbulo hecho polvo; con hopa y birrete, como un mamarracho, su dolor era tan agudo que dudo llegase a darse cuenta del cabal del tormento atroz de que su persona era objeto». Murió llorando entre las sonoras carcajadas del público.