
Opinión
La Navidad y el santo legionario
Yo no felicito “las fiestas”, felicito la Navidad porque soy creyente. Católico imperfecto, pecador de continuo y creyente de base en que el Niño Jesús es el Hijo de Dios, en la Inmaculada Concepción, aunque si tengo que ser honrado mi admiración se decanta por San José no solo por llevar su nombre, sino porque su acto de Fe es de lo más meritorio y además sacó adelante a la familia con su oficio de carpintero.
En esto de nuestros Santos y Vírgenes cada uno tiene sus favoritos, para los andaluces la del Rocío, la Macarena o la de Triana, para los aragoneses la del Pilar, para los catalanes la Moreneta, y lo mismo sucede con los Santos a los que cada cual tiene su devoción particular.
Yo me encomiendo a mis seres queridos que nos dejaron, mi abuelo, mi padre, mi cuñado Juan Carlos o la inolvidable Felipa, pero también a alguien que aun no ostenta el título de Santo pero está en proceso de beatificación me refiero al Padre Huidobro, jesuita, profesor de filosofía, discípulo directo de Martín Heidegger y capellán de La Legión.
Del padre Huidobro decían quienes lo conocieron en vida que era un auténtico Santo, al estallar la guerra fue nombrado capellán de la IV Bandera del Tercio de La Legión en cuyo guión constaba una imagen del Cristo de Lepanto, el mismo crucifijo que él llevó siempre y con el que jugándose la vida en primera línea, con un valor y una Fe inquebrantables, iba administrando los últimos auxilios espirituales a combatientes de uno y otro bando, fue herido en múltiples ocasiones y siempre volvió al frente, hasta que al final las heridas provocadas por un obús en la Cuesta de las Perdices le causaron la muerte el 11 de abril de 1937.
De inmediato se iniciaron los trámites para su canonización aportándose en poco tiempo veinticinco testimonios de una vida de santidad tanto por parte de civiles como de militares. La causa continua y quien a él se encomienda y recibe respuestas en hechos lo pone en conocimiento, siendo ya muchos los favorecidos.
Refiere el dicho popular aquello de que “todos se acuerdan de Santa Barbará cuando truena” pues bien yo cuando truena me encomiendo a los míos y también al padre Huidobro que no se si llegará a Santo, pero puestos a verme las caras con el demonio prefiero hacerlo ayudado por un capellán legionario y arropado por el Cristo de Lepanto, desde el máximo respeto a todas las devociones.
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