Reivindicación
Una exposición muestra todas las caras de Gala Dalí, musa y creadora
El castillo de Púbol convierte a la que fue compañera del pintor surrealista en la protagonista de una muestra
Gala sigue siendo hoy un enigma. La seguimos viendo como la imprescindible modelo de algunas de las mejores telas de su marido Salvador Dalí, así como de sus textos más importantes. Pero no lo sabemos todo. Siguen persiguiéndonos las preguntas sobre aquella mujer que llegó a París procedente de Rusia y que se convirtió en el gran icono femenino del surrealismo, incluso antes de la llegada de Dalí a su vida.
En estos días, mientras en París se prepara una subasta en la que se venderán los poemas manuscritos que le dedicó su marido Paul Éluard, en el castillo de Púbol, en el pueblo ampurdanés de La Pera, donde Gala vivió y reinó y donde hoy descansan sus restos sin la compañía de Dalí, se presenta una exposición interesante que busca una reivindicación de esa mujer alejada de los tópicos y los mitos.
En «Púbol de Gala. Ilusión y realidad», comisariada por Montse Aguer y Bea Crespo, podemos adentrarnos en el personal universo de Gala a partir de obras originales de Dalí, pero también de algunos de los objetos y diseños que formaban parte de la vida secreta de quien en realidad respondía al nombre de Elena Ivánovna Diákonova.
El punto de partida del recorrido es un retrato de Gala realizado por Dalí en 1976. Es una Gala que ya no es esa mujer idealizada de pinturas como «Galarina» o «Leda atómica». Al artista no le importa presentarla como la anciana que ya es, aunque con esos detalles con los que ella trataba de jugar a esconder su edad. Dalí es realista, tal vez una de las veces que más lo es, y no duda en plasmar a Gala con uno de sus vestidos favoritos: un diseño original de Elizabeth Arden que también se exhibe en Púbol ahora. Todo ello contrasta, en esta propuesta de la Fundació Gala-Salvador Dalí, con una Gala soñada e imaginada en una serie de bocetos que el artista crea para los diseños del castillo y que no habían sido expuestos hasta la fecha. Es la Gala que es la reina de un hogar al que no puede acceder su marido si no tiene antes una invitación. Es algo comprensible si se tiene en cuenta que es en Púbol donde Gala podía disfrutar de una libertas anhelada, deseada desde hacía años. Aquí no tuvo que preocuparse de la persecución de los «paparazzis», como había ocurrido en los años sesenta cuando empezó a compartir parte de su tiempo con un actor llamado William Rothlein. No. Púbol era distinto y le permitía estar en una intimidad insólita para una de las mujeres más famosas de ese tiempo. Mientras Dalí trabaja en su producción en la casa-taller de Port Lligat, en Cadaqués, Gala podía esconderse de todos en Púbol, en muchas ocasiones cuidando de nuevos creadores como Jeff Fenholt o Michel Pastore, conocido como «el Pastoret» por parte de Dalí.
Hace años alguien plateó la pregunta de que Gala era o musa o demonio. El que visite la exposición en Púbol no dudará en comprender que fue musa, nada de demonio. Porque ella fue la gasolina que necesitaron varios creadores, como Paul Éluard, Max Ernst, Man Ray y, por encima de todos, Salvador Dalí. La mejor obra dedicada a Gala fue el mismo castillo de Púbol.
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