Opinión

Un soldado

Foto de familia de los jefes de Estado y jefes de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN, antes de la cena informal transatlántica a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno en el Museo del Prado
Foto de familia de los jefes de Estado y jefes de Gobierno que participan en la cumbre de la OTAN, antes de la cena informal transatlántica a nivel de Jefes de Estado y de Gobierno en el Museo del PradoA. Ortega. PoolEuropa Press

Esta semana se ha hablado mucho de la OTAN, la Defensa y el Ejército. Por eso recupero un artículo no publicado que escribí hace unas semanas

Me decidí a ir al armario y buscar la camisa caqui del uniforme, era la Jornada de Puertas Abiertas en el cuartel del Bruch con motivo del día de las Fuerzas Armadas, quería ir como he ido cada año, pero éste, no siendo ya reservista en activo por razón de edad, pensaba ir de paisano. Pero no, no me salía del corazón hacerlo así.

Primero coloqué en el cuello los emblemas del Ejército de Tierra mientras recordaba mi paso con la IMEC por la Academia de Caballería, mis prácticas, luego ya cerca de los cincuenta años mi paso por Camposoto para hacerme Reservista, mis activaciones, los saltos paracaidistas, lo vivido de uniforme y se me erizó la piel mientras colocaba mi emblema de Reservista.

Luego sobre el pecho los pasadores de las condecoraciones recibidas, la Cruz de Plata de la Guardia Civil, la Cruz al Mérito Militar, las dos cruces al Mérito Policial, el pasador que me acredita como Doctor en Derecho y se me nublaron los ojos recordando a las víctimas de terrorismo, a los policías y guardias civiles del País Vasco a los que defendí, a los que debo el honor de mis condecoraciones.

Traté de esbozar una sonrisa recordando anécdotas de mis clases en la Universidad que aun hoy sigo impartiendo, la emoción compartida con mi familia y a esas mismas víctimas, esos mismos guardias civiles y policías que me acompañaron el día que me doctoré. “Responsabilidad Civil derivada de Actos de Terrorismo”.

Luego mi apellido sobre el pecho Fuster-Fabra, en letras blancas sobre fondo negro y volví a emocionarme recordando a los que ya no están con nosotros: Gabriel, Gonzalo, Juan Carlos, Inmaculada…

Me lo han enseñado los militares , ”la Muerte no es el final”, como me han enseñado a ser mejor abogado distinguiendo por ejemplo la táctica de la estrategia, a ser mejor persona porque ellos encarnan lo que ha sido guía y norte en mi vida, la lealtad, jamás dejar atrás al compañero, con el amigo siempre hasta el final pase lo que pase.

Me miré al espejo completando el Uniforme añadí un emblema no reglamentario, el que me acredita como Embajador de la Marca Ejército, me puse la boina y entonces sonreí, lo comprendí todo, lo entendí todo, porque quizás en el fondo de mi alma toda la vida, haya hecho lo que haya hecho, me he sentido UN SOLDADO.

Perdón por hablar de mi pero este artículo necesitaba escribirlo.