Historia
Los dos mitos fundacionales de Barcelona: ¿Hércules, Roma o Cartago?
Dos leyendas se discuten la paternidad de la ciudad e incluso su origen romano
Toda ciudad, con cierta historia, que se precie necesita tener un mito fundacional. Solo hace falta pensar en dos hermanos abandonados y criados por una loba que proyectaron Roma, la ciudad más eterna de todas. Incluso un país como EE UU apela a 102 hombres, mujeres y niños, los padres peregrinos, que partieron de la ciudad inglesa de Plymouth en septiembre de 1620 rumbo al nuevo mundo a bordo del Mayflower, como sus primeros habitantes.
Los griegos, y su rica mitología, no podían ser menos con Atenas y la diosa a la que hace referencia.
Cuenta la leyenda que el patronazgo de esta importante ciudad de la hélade estuvo muy disputado en el panteón olímpico. Por ello se decidió convocar un concurso para decidir qué divinidad se encargaría de su protección. El árbitro del concurso fue el propio Zeus, que además se encargó de establecer las normas. Cada aspirante debía brindar un presente a la ciudad. De entre todos los pretendientes, los finalistas fueron dos divinidades. Poseidón, dios de los mares, y Atenea, diosa de la sabiduría y la la civilización.
En la disputa final, celebrada en la Acrópolis, Posesión clavó su tridente en el suelo y empezó a brotar agua. Ese fue su obsequio, un manantial. Se le pasó por alto, sin embargo, un detalle calve para el desarrollo de la vida humana: el agua era salada. Atenea, en cambio, apostó por el oro líquido y les brindó un olivo, que además de sus frutos, servía como ungüento y como combustible para las velas. Ganó.
Pues bien, Barcelona no solo tiene un mito fundacional. Dos leyendas se discuten la creación de la ciudad mediterránea e incluso discuten su paternidad romana. El primero de ellos está ligado a la mitología griega, y de ser cierto significaría que Barcelona es, de hecho, anterior a Roma en aproximadamente cuatro siglos y medio.
Según esta leyenda, Heracles y su hermano Hermes acompañaron a Jason y los Argonautas en busca del Vellocino de Oro. El grupo partió en una flota de nueve barcos, uno de los cuales se perdió en una tormenta en medio del Mediterráneo. Cuando finalmente encontraron el barco, estaba amarrado cerca de Montjuïc, la colina al sur de Barcelona. Heracles y Hermes quedaron tan prendados de la zona que decidieron construir una nueva ciudad a la que llamaron Barca Nona (novena nave).
La segunda leyenda, de origen cartaginés, nos relata que fue Amílcar Barca, el famoso político y general que hizo temblar a la mismísima Roma, quien fundó la ciudad hacia el 230 a. C. con el nombre de Barkenon, Barcelino o Barci Nova haciendo mención a su linaje. Recordemos que Amílcar fue el vencedor de la primera guerra púnica contra los romanos y padre del gran Aníbal, que atravesó los Pirineos con 38 elefantes en la segunda guerra púnica contra Roma, ciudad a la que nunca consiguió llegar.
Sin embargo, los romanos lograron conquistar la ciudad en el año 218 a. C. La ciudad fue rebautizada como COLONIA IVLIA AVGVSTA FAVENTIA PATERNA BARCINO entre el 15 a. C. y 10 a. C., una vez los romanos se establecieron definitivamente. En el mapamundi de Claudio Ptolomeo aparece con el nombre Barcino. Barcino tomó forma de castrum o fortificación militar en sus primeros tiempos, aunque el comercio fue reorientando la importancia de la ciudad; en el siglo I fue amurallada por orden del emperador romano Claudio y ya en el siglo II contaba con una población de entre 4000 y 8000 habitantes. El resto, como suele decirse, es historia.
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