Opinión
La afición epistolar de don Pedro
Ser el presidente del Gobierno no está reñido con ser un marido enamorado
No sé por qué a la fachosfera le ha da dado por criticar la afición a las cartas de don Pedro Sánchez (perdón, me olvidaba que según definición de los medios oficiales servidor forma parte de la fachosfera). Lo de escribir cartas es una hermosa afición. Hoy en día se envían emails donde lo de menos es la redacción y no digamos con los whatts. Ya nadie escribe cartas y eso sin duda habrá pesado en la conciencia presidencial de don Pedro. Primero fue una explícita de amor y luego una carta motivada indirectamente por el amor y eso, fachosferadas aparte, es muy bonito, aunque en las formas se me antoja un tanto cursi.
Yo durante una época fui también un pródigo escritor de cartas. Fue durante la mili y para llenar las horas de arresto que merecidamente me gané, el orden nunca fue una de mis virtudes y no había revista en la que mi taquilla tuviera todas las cosas en su sitio, así que escribía muchas cartas, a mi familia, a mis amigos, y a mis amigas. En cada carta trataba de escoger el tono adecuado: a mi familia para que se dieran cuenta de que, como se esperaba entonces, me estaba convirtiendo en todo un hombre aprendiendo lo que es la disciplina; a mis amigos añorando las noches de copas y cervezas desde el aula del cuartel; y a mis amigas, dependiendo del nivel de confianza y el carácter o temperamento, desde las ganas de volver a verlas.
No obstante las cartas de amor nunca se me dieron bien, quizás debido a mi concepción clásica alejada del romanticismo sobre lo que es el amor. Por eso me siento tan solidario con don Pedro, un caballero lanza en ristre dispuesto a defender el honor de su dama contra contubernios políticos o judiciales.
Eso de ser el presidente del Gobierno más dominador de instituciones de la historia de la España democrática, no está reñido con ser un marido enamorado. Lo que tengo mis dudas es que sea necesario que esas misivas tenga que dirigirlas a todos los españoles. Quizás hubiese bastado con una declaración pública en la que dijese “mi mujer y, en consecuencia, yo, estamos muy tranquilos porque ella es inocente” y si hubiera ido acompañado de alguna explicación, pues mejor que mejor.
Pero, en fin, cada uno es como es, y si algo no debe criticarse nunca son los sentimientos íntimos. El problema está cuando se emplean y se unen a frases épicas de llamada a la resistencia, en este caso contra el ogro fascista que se nos quiere comer a todos.
Habrá algún mal pensado que verá estrategia electoral donde otros solo vemos expresiones de amor, allá cada cual con sus malos pensamientos.
Quizás en lugar de este artículo debía haber escrito una carta de amor a mi mujer por nuestro 25 aniversario, pero cada uno es como es, y servidor lo que tenga que decir se lo dirá a ella y no a toda la escalera en mi condición de presidente de la comunidad de vecinos.
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