Arte

Así salvó Josep Gudiol las pinturas de Sijena

El gran historiador dejó por escrito cómo fue la operación para que no se perdieran esas obras

Varias personas observan las pinturas murales del Monasterio de Sijena expuestas en el Museu Nacional d’Art de Catalunya (MNAC), a 29 de mayo de 2025, en Barcelona, Catalunya (España). El Tribunal Supremo (TS) confirmó ayer la sentencia dictada por la Audiencia Provincial de Huesca, que condena al MNAC a restituir las pinturas murales en la sala capitular del Monasterio de Vilanova de Sijena (Huesca). 29 MAYO 2025;PINTURAS;MURALES;MONASTERIO;ARTE;CULTURA;TRADICIÓN Kike Rincón / Europa Press...
Pinturas murales del Monasterio de Sijena en el Museu Nacional d’Art de CatalunyaKike RincónEuropa Press

Estos días la agenda cultural, al menos en Cataluña, está marcada por la gran polémica alrededor de las pinturas del monasterio de Sijena que se guardan todavía en el Museu Nacional d'Art de Catalunya (Mnac) y que el Tribunal Supremo ha ordenado que regresen a Aragón. No estaríamos hablando de este tema si no fuera por la labor que hizo un hombre para que este patrimonio no se perdiera para siempre. Se llamaba Josep Gudiol Ricart. Para muchos es el malo de la película, para otros es el responsable de la salvación de un importantísimo legado artístico. ¿Qué hizo Gudiol para que sigamos hablando de Sijena?

Estamos hablando de no solamente un gran arquitecto sino de una de las grandes personalidades de la historiografía del arte que ha dado Cataluña en el siglo XX. Pese a titularse como arquitecto en 1934, sus inicios están ligados al mundo de la arqueología de la mano de Pere Bosch i Gimpera, además de estudiar historia del arte en Estados Unidos donde acabó siendo el responsable de la organización de la fototeca española de la Frick Library de Nueva York.

Durante la Guerra Civil el patrimonio artístico de todo el país corrió grave peligro, algo que quedó evidente en los primeros meses de la contienda cuando cayeron bombas cerca del Museo del Prado. Gudiol asumió una de las grandes responsabilidades en este apartado al hacerse cargo del comisariado de la Generalitat para el salvamento del patrimonio. No se puede olvidar que las obras de arte religioso fueron las que corrieron un especial peligro en la zona republicana, como fue el caso de Cataluña. Así que uno de los grandes cometidos de Gudiol fue precisamente proteger estos conjuntos pictóricos, como el de Sant Quirze de Pedret. El historiador del arte Guillem Cañameras Vall, responsable de una gran investigación sobre la labor de Gudiol en este periodo, pudo consultar la correspondencia que nuestro protagonista mantuvo con Walter S. Cook, responsable del Institute of Fine Arts de Nueva York. Son imprescindibles para saber cómo actuó Gudiol, como cuando escribe, a propósito de Sant Quirze de Pedret que “nuestros trabajos de ahora están dirigidos casi exclusivamente al salvamento de pinturas murales románicas. Hemos arrancado ya muchas y descubierto piezas interesantísimas. En Pedret encontramos gran cantidad de nuevos frescos que al ser arrancados nos dejaron en descubierto una capa inferior de pinturas murales de tipo muy arcaico, indudablemente contemporáneas a la primitiva construcción del templo (s. X). Si podemos seguir unos cuantos meses trabajando como ahora creo que los resultados serán una sorpresa para todo el mundo”.

Al mismo Cook, a preguntas de este, también le habla de otra serie de pinturas murales que podían desaparecer: las del monasterio de Sijena. A este respecto, Gudiol escribió a su amigo que “acabo de recibir su carta preguntando por Sigena. Las pinturas de la Sala capitular fueron quemadas pero pudimos todavía arrancar gran parte de ellas las cuales si bien algo deterioradas se encuentran en Barcelona donde se están realizando los trabajos de transporte y restauración». Fue en octubre de 1936 cuando Gudiol logró un permiso para poder adentrarse en el frente aragonés, algo de lo que dejó debida constancia en el texto que redactó en su defensa por el juicio de depuración tras el final de la guerra. Para Gudiol, Sijena fue todo un reto, “mi mayor impresión en estos tres años de tragedia”. Así lo dejó por escrito en 1939: “Fui a hablar con el comité de Villanueva de Sijena, el cual nos entregó unas pinturas góticas que había recogido del monasterio. Nos aseguró que los autores del incendio eran gente desconocida que estuvo de paso por el pueblo; quizás la columna de los aguiluchos de la F.A.I., autores del incendio de la Catedral de Lérida. Me dijeron que estaban dispuestos a ayudarme para salvar algo si era posible de las pinturas de la sala capitular. Les prometí que volvería pronto dispuesto a hacer todo lo posible para evitar que lo poco que quedaba se perdiera definitivamente. Les mandé recoger las arcas góticas policromadas que fueron mandadas al museo de Lérida juntamente con los retablos góticos”.

A su vuelta a Barcelona tras constatar el peligro que corría tomó una decisión: “Una vez en Barcelona, di cuenta detallada al Sr. Martorell de mis gestiones en Aragón, pidiéndole al mismo tiempo que destinara una cantidad, 4,000 ptas., para mandar inmediatamente un técnico a Sijena para arrancar y llevar a lugar seguro lo que quedaba de las maravillosas pinturas murales. Le enseñé fotografías sacadas en la que se veía exactamente lo que todavía podía ser salvado y el peligro que representaban las lluvias de invierno para las pinturas que quedaban a la merced del tiempo. Cada día que pasaba, el revoque policromado, debilitado por el incendio, perdía consistencia. No pude lograr que se interesara. Entonces fui a hablar con el secretario de Gasol mostrándole las fotografías. Se impresionó por mi descripción y dio orden al tesorero de la Generalidad que se me entregaran a justificar las 4,000 ptas. Salí inmediatamente para Sijena, acompañado de Robert y Llopart, quienes ejecutaron con pericia y gran perfección el arranque de las pinturas de la sala Capitular. Fueron ayudados por gente del pueblo de Villanueva de Sijena que cobraron su correspondiente jornal,. No hice arrancar las pinturas murales del ábside mayor de la iglesia porque creí que no estaban en peligro. Al cabo de más de un año tuve otra vez ocasión de visitar las ruinas de Sijena que habían sido convertidas en cuartel de caballería y dichas pinturas del ábside seguían intactas”.

Las de Sijena, junto con otras pinturas, fueron depositadas y restauradas en la Casa Ametller del Paseo de Gràcia. El conjunto del monasterio, tal y cómo recuerda Gudiol, era el que necesitaba una ayuda más urgente: “De no haber sido arrancadas inmediatamente, estando como estaban en la intemperie después del derrumbamiento del techo que las protegía y con el revocado minado por la acción del fuego, hubieran perecido totalmente en el invierno del 36. Los trabajos resultaron técnicamente perfectos”.