Opinión
Calzón único
El fútbol es una pasión incomprensible para quien no es aficionado
El fútbol es una pasión incomprensible para quien no es aficionado. Resulta irracional e ilógico entender que incluso en los momentos peores una victoria de tu equipo sea capaz de darte una pequeña alegría.
Mucho de lo que lo rodea es irracional. En mi caso, sin ir más lejos en la etapa más difícil, muchas noches antes de un juicio contra ETA, liberé mi mente pensando en el partido del Español que sería el domingo siguiente, una vez acabado el juicio.
Si irracional e ilógico es el mundo del fútbol, más lo es ser del Español, porque uno que nace en Barcelona, lo habitual es hacerse del equipo de la ciudad que gana títulos y, si quieres llevar la contraria, del equipo rival que también los gana, del Real Madrid, o de la tierra de tus padres: Zaragoza, Valencia, Sevilla… Pero… ¿del Español? Pues sí, porque podría decirse que porque lo fundaron universitarios catalanes, porque lleva los colores del Almirante Roger de Llúria, por una rebeldía sin complejos, por nada quizás demasiado lógico, pero la verdad es que es por puro sentimiento.
Los pericos de mi generación, de la anterior, y de las posteriores, hemos visto muchas veces nuestro equipo en dificultades, en el abismo del que siempre sale y siempre hemos observado que para los aficionados, jugadores, los directivos, los entrenadores, siempre está ahí encarnando nuestro espíritu perico José María Calzón.
José María encarna lo que es el Español: humildad sin dejarse doblegar por nadie, diplomacia cuando quiere y firmeza cuando hace falta (la mayor parte de las veces), un hombre bueno, pero que no se deja avasallar.
Calzón ha sido un padre para los jugadores que llegan nuevos, un orientador para los entrenadores, y un referente para la afición que le aplaudimos en pie cuando hizo el saque de honor en el partido contra el Villareal.
Antes, hace unos días, le hicieron un merecido homenaje, al que tuve el honor y el placer de acudir. Allí, desde José Antonio Camacho a Mauricio Pochettino, pasando por Javier Clemente, representantes de casi todos los equipos de primera división, del estamento arbitral, jugadores y ex jugadores, el Español del pasado y el Español del futuro, y con Manolo González entre la gente, ese entrenador humilde, nada engolado, nada soberbio, en el que hay que confiar.
Ser del Español es bonito, muy bonito, no solo porque marca y define una personalidad, sino porque nuestro club como nadie encarna la idea de que se puede ser grande sin ser sobredimensionado. José María Calzón ha sido un vivo ejemplo que ahora ha transmitido a su hijo Willy. Calzón único. ¡Qué grandes somos pericos!
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