Un cómic excepcional

Céleste, la mujer que guardaba los secretos de Marcel Proust

Un cómic por Chloé Cruchaudet reconstruye la amistad entre el escritor y su fiel criada

Imágenes del cómic
Imágenes del cómicFinestres

De Marcel Proust se ha escrito mucho indagándose, a veces, de manera morbosa. Hay demasiada bibliografía en ocasiones alimentada por una obra fundamental, como lo representa el ciclo novelístico «En busca del tiempo perdido». Los últimos nueve años de la vida del narrador francés tuvieron una espectadora de excepción, una testigo cuya vivencia se ha convertido en un extraordinario cómic. Se llamaba Céleste Albaret y fue el ama de llaves de Proust.

En «Céleste i Proust», publicado en catalán por Finestres y en castellano por Lumen, la artista Chloé Cruchaudet nos propone un viaje por aquella amistad a partir de los recuerdos que comparte una anciana Céleste con una pareja dedicada a traficar con objetos que han pertenecido a personalidades. Con esta excusa, el libro nos ayuda a conocer más de un personaje deseoso por concluir la obra (literaria) de su vida, pero también con ganas de vivir, objetivos que no podría haber materializado sin la ayuda de la muy fiel Céleste. A este respecto, una de las evidentes guías para traducir en viñetas ese mundo es la autobiografía de la propia Albaret, «Monsieur Proust», todo un clásico de la literatura sobre la literatura.

Una de las grandes virtudes del trabajo de Cruchaudet es su capacidad para poder reconstruir el ambiente del domicilio parisino del escritor, todo ello en contraste con la humildad de la vivienda en la que Céleste vivía con su marido Odilon Alberet. Las viñetas, pulcramente dibujadas y con delicados toques de acuarela, nos demuestran que Céleste era mucho más que la criada de Proust: era la persona que necesitaba para poder salir adelante, incluso actuando como una suerte de secretaria atenta al hombre y al intelectual.

Resulta especialmente excepcional la parte en la que un ya muy enfermo Marcel Proust se arriesga a salir a la calle para poder contemplar los cuadros expuestos en el Louvre, con un gran interés por admirar la belleza de la pintura de Vermeer. Es lo que necesitaba para poder escribir uno de los últimos pasajes de la parte final de su ciclo novelístico. Sin embargo, lo delicado de su estado de salud, hace que esas líneas sean dictadas a Céleste, como podemos seguir con emoción en el cómic. Igualmente podemos presenciar el momento en el que la gloria llamó a las puertas de Proust cuando fue galardonado con el Goncourt, aunque en el momento de llegarle la noticia le pidió a Céleste que quería seguir durmiendo antes de la llegada de la tormenta, como él dijo.

Céleste se define, dentro de la obra de Cruchaudet, como alguien que solamente fue una pequeña mariposa nocturna invisible una vez que se apagó la luz, una vez que Proust falleció. El escritor fue siempre consciente que sin ella no habría podido finalizar su gran obra, uno de los indiscutibles pilares literarios del siglo XX, a la misma altura de sus contemporáneos James Joyce y Franz Kafka. Tal vez por ello, como un justo homenaje, no dudó en incluir a Céleste en «Sodoma y Gomorra», el cuarto volumen de «En busca del tiempo perdido», con su nombre real.