Historia de la devoción

De las cruzadas a las fiestas mayores: cuando la Virgen de la Merced unió a Barcelona

Barcelona celebra cada 24 de septiembre a la Virgen de la Merced, patrona de la ciudad desde 1687, cuya devoción nació de una aparición en 1218 y que hoy sigue viva en las fiestas mayores

Imagen de la Virgen de la Merced
De las cruzadas a las fiestas mayores: la Virgen que unió a BarcelonaCC

Cada 24 de septiembre, Barcelona se detiene para honrar a su patrona, la Mare de Déu de la Mercè. La festividad, que hoy conocemos como una de las celebraciones más populares de la ciudad, tiene raíces profundas que hunden sus cimientos en la Edad Media y que todavía hoy marcan el pulso espiritual y cultural de la capital catalana. La historia de la Virgen de la Merced es la historia de una aparición, de una orden religiosa dedicada a liberar cautivos, de un milagro en tiempos de plaga y, finalmente, de la configuración de Barcelona como una ciudad que respira tradición católica.

La leyenda sitúa el origen de esta advocación en el año 1218. El 24 de septiembre, la Virgen María, bajo la advocación de la Merced, se apareció en Barcelona a tres figuras destacadas de la época: el rey Jaime I de Aragón, el fraile Pedro Nolasco y el dominico Raimundo de Peñafort. La Virgen descendió a la Tierra con un encargo preciso: fundar una orden religiosa que se consagrara a salvar a los cristianos encarcelados por los sarracenos durante las cruzadas, es decir, los cautivos.

Diez días más tarde, los tres coincidieron en la catedral de Barcelona y descubrieron que habían tenido la misma visión. Ese fue el germen de la Orden de Nuestra Señora de la Merced y la Redención de los Cautivos, más conocidos como los Mercedarios, que dedicaría su labor a la redención de prisioneros. La orden, aprobada oficialmente en 1235 por el Papa, se convertiría con el tiempo en un referente del espíritu cristiano de misericordia y liberación, llegando a rescatar, según la tradición, a trescientos mil cautivos.

1687: la plaga de langostas y el milagro de la ciudad

Con semejantes antecedentes, no es extraño que, siglos más tarde, los barceloneses recurrieran a la Virgen en tiempos de necesidad. En 1687, una plaga de langostas asoló la ciudad, poniendo en peligro las cosechas y la supervivencia de sus habitantes. Los vecinos, recordando la intercesión de la Virgen en el pasado, la invocaron con fervor. Según la tradición, las plegarias fueron escuchadas y la plaga desapareció.

El gesto de gratitud fue inmediato: Barcelona proclamó a la Virgen de la Merced como su patrona. El nombramiento, que fue confirmado oficialmente por el Papado en 1886, consolidó una devoción que trascendía lo estrictamente religioso y se incrustaba en la identidad misma de la ciudad.

De la fe a la fiesta: el nacimiento de las celebraciones

El fervor hacia la patrona pronto se convirtió en celebración popular. Fue el alcalde Francesc de Paula Rius i Taulet (1833-1889) quien, a finales del siglo XIX, impulsó las primeras fiestas de la Mercè tal y como las entendemos hoy.

Más tarde, en 1902, el político Francesc Cambó tomó el relevo y dio forma definitiva a una tradición que combinaba espiritualidad y cultura. Con la colaboración de intelectuales y artistas como Josep Puig i Cadafalch, las fiestas se enriquecieron con elementos que hoy resultan inseparables de la identidad catalana: los gegants (gigantes), los castellers, la cabalgata y la sardana, declarada entonces como baile de Cataluña. La Mercè se transformó en una manifestación colectiva en la que la ciudad se reconocía a sí misma.

Durante el franquismo, las fiestas se redujeron a un carácter puramente religioso, quedando despojadas de su dimensión popular y cultural. No fue hasta 1977, ya en plena transición, cuando el alcalde Josep Maria Socias (1937-2008) recuperó el espíritu original de Cambó, devolviendo a los barceloneses unas celebraciones vivas, abiertas y participativas.

Barcelona, ciudad católica y herencia viva de la Mercè

Hablar de la Virgen de la Merced es hablar también de Barcelona. La capital catalana ha sido, a lo largo de los siglos, una ciudad de hondas raíces católicas. Su devoción mariana se plasma en la arquitectura, en sus templos, en las procesiones y en la propia vida social de sus habitantes.

La Mercè, en particular, dejó una huella que todavía hoy se percibe en el pulso de la ciudad. Más allá de la fiesta, la Virgen sigue siendo un referente espiritual para miles de barceloneses que cada septiembre vuelven la mirada hacia ella, renovando una tradición que combina fe, cultura y memoria histórica.

La celebración de la Mercè es un reflejo del alma de Barcelona: una ciudad que, pese a sus transformaciones, mantiene vivo un legado católico que se manifiesta en sus símbolos, en sus ritos y en la fuerza de sus tradiciones. Una ciudad que sigue mirando a la Virgen de la Merced como patrona, protectora y emblema de su identidad.