Libro indispensable
Cuando Kafka cabe en el bolsillo
Una interesante obra recoge lo mejor del mítico escritor como dibujante
No todo fue la escritura para Franz Kafka. Además de dejarnos algunos de los más influyentes textos del siglo XX, en los márgenes de esas cuartillas dibujó entre el realismo y la caricatura, dando forma con su personal trazo a su personalísimo imaginario. Bajo el título de «Dibujos recuperados», Libros del Zorro Rojo, nos podemos aproximar a lo que parecía una pasión secreta en un pequeño gran volumen que tiene el formato de una libreta de bolsillo. La obra se complementa con un muy interesante prólogo de Jordi Llovet.
Para comprender lo que es esta historia tenemos que viajar atrás en el tiempo. Todo lo que tiene que ver con Franz Kafka es objeto de controversia gracias, en buena parte, al tratamiento que dio a su legado Max Brod, amigo y confidente del escritor. Pese, como es archiconocido, que Kafka pidió a Brod que destruyera todos sus manuscritos, en aquellos momentos inéditos, aquella última voluntad nunca se cumplió. Poco después del fallecimiento, empezaron a aparecer algunos de los títulos más conocidos del corpus kafkiano, como son «El proceso», «El castillo» y «América», todo ello bajo el cuidado de quien fue el guardián de esos papeles, es decir, Max Brod.
Ese conjunto documental pasó posteriormente a Ester Hoffe, secretaria de Brod, y después a las hijas de esta. El material pasó de una caja de seguridad en Tel Aviv a otra en Zúrich, mientras otra parte de los manuscritos quedó en el domicilio de la familia Hoffe entre gatos y numerosos trastos. Tras un largo proceso judicial, todo el archivo fue depositado definitivamente en la Biblioteca Nacional de Israel, en Jerusalén.
Los dibujos, durante décadas, se han conocido mal, en parte por culpa del mismísimo Brod, sí, el hombre que quería divulgar la obra de Kafka, el mismo que solamente permitió algunas puntuales publicaciones de la obra gráfica y, en ocasiones, con reproducciones de lamentable calidad. Cuando por fin todos los materiales pasaron, en 2019, a manos de las autoridades israelíes, por fin se pudieron consultar y estudiar los originales que habían sido escondidos al mundo entero por intereses absurdos y económicos.
Tenemos que partir de una premisa: Kafka, a diferencia de otros escritores que también sabían manejar el lápiz –como Lorca, Cocteau o Plath– no era un gran dibujante. Tampoco hace referencia alguna a los pintores de su Praga natal en sus diarios y sus cartas, como explica Llovet en su estudio preliminar. Es llamativo que sea así porque el escritor vivió en una época en la que brillaba con una gran fuerza como es el expresionismo alemán. Como dice el especialista, los dibujos kafkianos «acusan igualmente esa singularidad, ajena a toda escuela”». Lo que sí es evidente, es que el autor de «El proceso» conocía a algunos de los grandes creadores de su tiempo, como demostró a su amigo Gustav Janouch, en las muchas conversaciones que tuvieron y en las que añadió que le gustaba Picasso.
En «Dibujos recuperados», Jordi Llovet ha escogido lo mejor de la obra gráfica de Kafka. Son aquellos, según el responsable de la edición, «arrojan luz sobre la producción literaria del autor, o merecen ser contemplados como pequeñas y curiosas obras de arte gráfico de un escritor que también dibujaba de vez en cuando». Llama la atención, por ejemplo, la habilidad del autor de «La transformación» para autorretratarse con pocos trazos.
Pese a ser un aficionado, llama la atención la gran fuerza expresiva del dibujante kafkiano, con figuras alargadas a tintas, muchas de ellas con una imagen atormentado.
✕
Accede a tu cuenta para comentar