Entrevista

Jordi Puntí: «Cugat y Messi son nuestros dioses griegos»

Con «Confeti», obra ganadora del Premi Sant Jordi, el autor se adentra en la realidad y la ficción de la vida del conocido músico catalán Xavier Cugat

El escritor Jordi Puntí, esta semana, en el hotel en el que vivió Xavier Cugat
El escritor Jordi Puntí, esta semana, en el hotel en el que vivió Xavier CugatMiquel González/Shooting

Xavier Cugat tuvo, y no es un tópico, una vida de novela, una vida que merecía ser contada con sus luces y sus sombras, con sus verdades y sus fantasías. El escritor Jordi Puntí ha cogido ese material y lo ha transformado en un delicioso libro titulado «Confeti», obra galardonada con el último Premi Sant Jordi y publicada por Proa. La entrevista tuvo lugar en el Hotel El Palace de Barcelona, el antiguo Ritz, donde Cugat vivió sus últimos años de su vida, entre nostalgia, música, chihuahuas y alguna mujer.

¿De dónde viene su interés por una figura como la de Xavier Cugat?

Es una fascinación infantil, de cuando era pequeño. Para mí, Xavier Cugat era una figura que salía en la tele. Me fascinaba siempre que lo entrevistaban esa manera que tenía de hablar de Hollywood, esa pronunciación tan exagerada, por ejemplo, cuando decía Rita Rita Hayworrrth, exagerando el apellido Hayworth. Luego tenía esa capacidad de fabular sobre un mundo que de niño veía como algo fantástico. De mayor, me gustaba esa idea del catalán que se ha ido fuera donde hace toda su vida, pero que cuando vuelve tiene ese catalán del Empordà inmaculado, como si no hubiera perdido nada de pronunciación. Todo esto era muy atractivo. Cuando leí su autobiografía, pensando si eso era una novela, me di cuenta que él ya había escrito la novela. Así que había que hacer una invención a partir de la invención. Me atraía la idea de que la biografía necesita una parte importante de imaginación del autor. Con ese punto de partida empecé a trabajar.

«Confeti» tiene como narrador a un periodista que me ha recordado a Ángel Zúñiga.

Sí, pero hay otros también que estuvieron mucho allí, como Josep Carner i Ribalta. Es una mezcla de muchos porque cuando me dieron la beca para investigar en Nueva York sobre Cugat, ya con la intención de escribir la novela, comencé a leer a los periodistas americanos de los 30 y 40, como Dorothy Parker o Alexander Woollcott, un periodista extraordinario, con una vida fascinante y enamorado de Harpo Marx. Leyéndolos a ellos, poco a poco, fui construyendo a mi periodista y que me permite mostrar la evolución de la profesión aplicada a las artes escénicas y "show bussines" a lo largo del siglo XX, especialmente con la introducción de la frivolidad,el rumor y la chafardería mezclada con información.

Ese sería el caso de Walter Winchell.

Walter Winchell es el primero en introducir este fenómeno desde Nueva York. Él salía de noche con los artistas, volvía a la redacción para explicarlo, aunque introduciendo más sal y pimienta a la realidad. Después, en la otra costa oeste, Louella Parsons y Hedda Hopper lo mejoran porque en realidad tienen más material, como son los artistas de cine, y todos los líos que hay con actores, actrices, directores y guionistas en el Hollywood de los 30 hasta los 60.

Cuando hablamos de catalanes universales citamos a Dalí, Miró o Casals, pero rara vez a Cugat. ¿Por qué cree que es así? ¿Es por ser víctima de sus fábulas?

Lo creo que pasa es que estuvo muchos años fuera y que empezó la carrera fuera. Los catalanes universales son gente que va y viene. Lo que pasa con Cugat es que empieza la carrera en La Habana y sigue en Nueva York y Hollywood. Solamente cuando tiene 78 años y ya ha iniciado su decadencia vuelve aquí. En el fondo, aquí la va muy bien porque puede explicar una vida hecha y unos éxitos que trae de la mano. Además regresa en una época en la que estamos saliendo del franquismo y entramos en la transición, aquí nos deslumbramos con cualquier cosa. Él es el fulgor de Hollywood, esas luces que no se acaban nunca. Nos lo miramos como la representación de lo que no pudo ser aquí y él consiguió fuera. Es muy curioso porque lo vemos como un catalán universal, pero también como un español universal. Es uno de esos nombres que España también se hace suyo.

Su anterior libro estaba dedicado a Messi. ¿Cugat fue un mito parecido?

Son la proyección de nuestra vida cotidiana. Estos mitos son nuestros dioses griegos, nos marcan un ideal que en ocasiones es un engaño. Nos engañamos a nosotros mismos porque, tal vez, no tenemos religión y necesitamos creer en alguna cosa. Somos una sociedad muy hedonista, en decadencia ecológica y moral y necesitamos proyectarnos en una especie de modelos que hacemos a nuestra medida, como Messi o Cugat...