Arte
Matisse, el único artista al que Picasso temía
El Museo Diocesano de Barcelona reúne en una exposición algunas obras del pintor francés
Contaba la recientemente fallecida pintora François Gilot, pareja de Picasso, que para el malagueño nadie significaba tanto como Matisse. Desde que Picasso viera algunos de los mejores cuadros del artista francés en las paredes de la casa de la escritora y coleccionista Gertrude Stein, supo que en Matisse tenía al gran rival con quien debía batirse. La rivalidad llegó hasta el final cuando un Picasso ya consagrado visitaba al ya anciano Matisse en su estudio de Villa le Rêve en Vence, una ciudad del interior de la Riviera francesa, y en el Hôtel Régina en Cimiez, en una colina en Niza.
Es muy probable que en estos encuentros, Picasso pudiera contemplar algunas de las piezas que forman parte de la exposición que acaba de inaugurarse en el Museo Diocesano de Barcelona. Se trata de una selección de 85 obras sobre diferentes soportes, entre litografías, dibujos, «pochoir» o linograbados.
El período artístico que abarca la muestra, cuyo inicio coincide con el de la Segunda Guerra Mundial y que llega hasta el final de los días del artista, está marcado por una gran espiritualidad y la alegría de vivir que Matisse desea reflejar en su obra, especialmente en su madurez. Se trata del momento que él considera su «segunda vida», tras una intervención quirúrgica que le deja importantes secuelas y una gran dificultad para sostener los pinceles. A Picasso, precisamente, le indignaba que el último Matisse hubiera optado por esa línea religiosa, asegurando a su amigo/enemigo que «estás loco por hacer una capilla para esa gente. ¿Crees en esas cosas o no? Si no, ¿crees que deberías hacer algo por una idea en la que no crees?»
Tal y como explicó ayer Helena Alonso, comisaria de la muestra, en esta se presenta el universo creativo de Matisse que satisface la idea que el mismo artista expresó en 1908 y a la cual será fiel a lo largo de su vida: «Sueño con un arte en equilibrio, de pureza, de tranquilidad, sin temas inquietantes o preocupantes».
Entre las obras que pueden contemplarse en el Museo Diocesano destaca un dibujo de Matisse junto a un manuscrito procedente del «Cántico de las Criaturas», texto compuesto por San Francisco de Asís hacia 1224, donde «canta alabanzas a Dios por el agua, un elemento tan humilde y precioso».
Matisse aseguraba que «sueño con un arte en equilibrio, de pureza, de tranquilidad, sin temas inquietantes o preocupantes, que sea para el trabajador intelectual, tanto para el hombre de negocios como para el artista de las letras, por ejemplo, un lenitivo, un calmante mental, algo así como un buen sillón que alivie sus fatigas físicas» para apaciguar a todo trabajador «sea cual sea su condición».
Esa apreciación del artista queda visible en algunas de las obras aquí reunidas, sobre todo las que están vinculadas con los últimos años del pintor. Es el tiempo en el que Matisse se dedicó a decorar la Capilla del Rosario en Vence, en la Costa Azul, la misma que no acaba de comprender con escepticismo el mismísimo Picasso. A este respecto, se puede conocer cuál era el proceso de trabajo del maestro gracias a varias de las fotografías que documentan ese trabajo, además de una filmación. Para Henri Matisse ese proyecto tenía un significado especial: «Para mí, esta capilla es la culminación de toda una vida de trabajo y la floración de un esfuerzo enorme, sincero y difícil. […] De esta expresión del sentimiento humano […] quedará una parte viva, capaz de reunir el pasado con el futuro de la tradición plástica».
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