"True Crime"

Narcís Bardelet, el hombre que hace hablar a los muertos

El forense recorre su carrera en el libro «Rigor mortis» escrito por la periodista Tura Soler

Una imagen del forense Narcís Bardelet
Una imagen del forense Narcís BardeletTura Soler

Narcís Bardelet tiene la capacidad de, gracias a sus autopsias, hacer hablar a los muertos. Por ello está considerado como uno de los nombres de referencia de la medicina forense en Cataluña. De esa experiencia surge un libro que acaba de ver la luz de la mano de La Campana. Se trata de «Rigor mortis», escrito por la periodista de sucesos Tura Soler y que contiene abundante información de casos mediáticos, además de otros desconocidos, en un camino que nos lleva desde el embalsamamiento del cadáver de Salvador Dalí hasta el secuestro de la farmacéutica de Olot Maria Àngels Feliu pasando con sus reuniones con Antonio Tejero cuando el golpista estaba encerrado en el castillo de Figueres tras el 23-F.

Bardelet, ayer, acompañado de Soler, habló de un libro que casi coincide con el estreno, en los próximos días, de «El forense», la serie documental de seis capítulos que acaba de protagonizar en TV3. Tura Soler comentó que en «Rigor mortis» recoge «sus reflexiones y los casos que son interesantes. Explicamos su vida, pero también hacemos historia. Reflejamos los problemas que tenía al comenzar en Navarra, cuando ETA estaba muy viva. Es un equilibrista de la vida, porque se mueve entre la realidad y los criminales. En el libro vemos cómo evoluciona la vida, pero también la criminalidad, el mundo policial y periodístico».

Por su parte, Bardelet recordó la primera vez que vio un cadáver, siendo niño, en Sils, en la década de los sesenta. Era el cuerpo en exposición de la abuela de uno de sus compañeros de juegos infantiles. «Me obligaron a ir a verla. Tenía, así es como se hablaba entonces, una enfermedad mala porque no se usaba la palabra cáncer. Fuimos a verla rodeados de mujeres con mantilla, llorando. Me sorprendió mucho verla en la caja. Así que entonces me dieron miedo los muertos», recordó asegurando que por la noche miraba debajo de la cama por si se había colado alguno. Pero a los catorce años, un hombre del pueblo murió electrocutada. «Le pedí a mi abuelo si podía ir a ver la autopsia en el cementerio de Sils. «Eso me hizo perder el miedo», añadió Narcís Bardelet que desde ese momento empezó a fascinarse por la medicina forense.

El hoy ya jubilado forense siempre se aplicó en su trabajo una serie de normas. Estas son, en sus palabras, «huir de la política, no saber nada de religión y saber diferencia lo cierto de lo probable, posible y falso». De esa manera, ha intentado no ser víctima de las presiones y ser escrupulosamente fiel a los muertos.

Bardelet fue el encargado de embalsamar a Dalí, probablemente el más mediático de sus casos. Al ser preguntado por el pintor ampurdanés y por la polémica atribución de una paternidad recordó que «no tuvo hijos», algo que no afirmaría «tirándome a una piscina vacía». A este respecto también apuntó que dos análisis diferentes de ADN ayudaron a establecer la verdad de un asunto que obligó a abrir la tumba del pintor surrealista, aunque Bardelet lo tenía claro desde el principio porque «algo debo saber, he tenido el historial clínico de Dalí», aunque no quiso dar más detalles para respetar el secreto médico.

Al forense también le encargaron visitar a Antonio Tejero mientras estaba preso en el castillo de Sant Ferran, en Figueres. «Cuando iba a verlo me invitaba. Tenía muchos vinos y espárragos de La Rioja, así como latas de conserva que le enviaban. No puedo explicar mucho de esos encuentros por el secreto médico. Sentiría, si lo hiciera, que estaría cometiendo una degradación. Lo que sí puedo explicar es que él me dijo que nunca daría una entrevista a la televisión y en eso ha cumplido totalmente su palabra. En él no había ninguna enfermedad mental. Era una persona leal consigo misma, extremista, con sus convicciones, pero no desequilibrada», rememoró.

Además de forense, Bardelet también ha sido pediatra. Por eso le gusta decir que «ni los niños ni los muertos mienten».