
Exposición en el castillo
Nuevos tesoros para saber cuando Gala Dalí se hizo un mito
El castillo de Púbol amplía su actual exposición con la incorporación de piezas

A veces nos gustaría pensar que los lugares que visitamos nos hablen, que nos cuenten los secretos que guardan. Esa afirmación se puede aplicar a un pequeño castillo perdido en territorio ampurdanés, concretamente en el pueblo de La Pera. Fue allí donde Elena Ivanovna Diakonova, más conocida como Gala, encontró el escondite perfecto, sufragado por su marido Salvador Dalí, para vivir al margen de todo aquello que pudiera contaminar su personal universo, un paraíso cerrado para muchos, incluso para el propio Dalí que, como es sabido, necesitaba una invitación espacial para poder traspasar la puerta del castillo.
En estos días, Púbol recuerda a la que fue su dueña, la misma que permanece allí enterrada junto a una tumba vacía. Siguiendo con el ciclo de exposiciones de pequeño formato organizadas en ese recinto por la Fundació Gala-Salvador Dalí, el mito de Gala resurge a partir de una muestra en el que se rescatan algunos de los diseños que vistió aquella rusa misteriosa y sin obra. Tal vez sin obra porque su verdadera creación fue la de promover hasta las últimas consecuencias los trabajos de su querido esposo, como había hecho en el pasado con su anterior pareja, el poeta Paul Éluard.
La muestra que ahora puede visitarse en el castillo de Púbol, comisariada por Bea Crespo y con dirección artística de Montse Aguer, incluye las piezas más destacadas de las tres temporadas anteriores (Colección primavera-verano, Alta costura y Otoño-invierno). A esta selección de seis diseños de moda se suma una decena de accesorios, de los que cuatro nunca antes habían sido expuestos, como es el caso de la diadema de Suzanne Rémy creada durante los años treinta bajo la influencia de Elsa Schiaparelli, así como un collar de la década de los setenta con reminiscencias de la antigua Grecia que, por sus características, está en sintonía con las creaciones de la misma época de la artista Lisa Sotilis.
La propuesta se complementa con una selección fotográfica que nos permite conocer de primera mano el mundo más íntimo de Gala gracias a la labor tras la cámara de varios autores, como Marc Lacroix, Horst P. Horst o Robert Descharnes. No deja de ser curiosa la inclusión de este último, quien fuera el último y controvertido secretario personal de Dalí, además de beneficiario de los derechos de la explotación de los derechos del genio surrealista durante algún tiempo. Todo ello se tradujo precisamente en no pocas polémicas con la fundación daliniana.
Uno de los grandes ejes de la muestra es subrayar la faceta creativa de Gala, llevando a la mujer más allá de la imagen de musa inspiradora. Para relanzar esa imagen se apoyo en algunos de los grandes referentes de la alta costura, como Elsa Schiaparelli, Mimi di Niscemi o Maurice Renoma. Gala se sirvió de sus diseños para fabricar su proyección exterior, para extender su en ocasiones inaccesible mito. Porque Gala siguió, como si se tratara de una cazadora de talentos, otros creadores a los que apoyar, algo de lo que fueron testigo las paredes del castillo. Por allí pasaron algunos jóvenes de los que quiso relanzar sus carreas hasta el punto de construir un estudio de grabación. Eso es lo que encontraron en Púbol Jeff Fenholt o Michel Pastore, también conocido como «el Pastoret», entre muchos otros. Porque fueron muchos chicos, algunos de ellos convertidos también en amantes de una Gala que llevaba una doble vida: por un lado, la del lujo y el glamour, y por otro, la de los negocios hechos al final de los setenta a espaldas de Dalí.
Gala creó un estilo, cierto, pero también puso las bases con sus líos y especulaciones a la controversia que persiguió durante años a Salvador Dalí y sus creaciones artísticas.
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