
Opinión
¿Por qué ya nadie escribe cartas?
La letra se identifica con la personalidad del que escribe, y le retrata o le delata

Cartas como aquellas que en otro tiempo con tanta impaciencia se esperaban, y que se guardaban con esmero y se releían luego otra vez al contestarlas, porque no eran efímeras y la carta –cartearse, se decía– era como mantener una conversación. Cartas escritas a mano con todo cuidado y atención, y observando las normas establecidas por el uso: primero el saludo, que variaba mucho según fuese el destinatario, después lo que se quería contar o explicar, empezando naturalmente por lo más importante, y en cada párrafo una idea; luego al final la despedida, para la que había también unas reglas o pautas.
Pero para qué escribir una carta si se puede enviar un email o un wasap… Por eso ya nadie escribe cartas, el papel y el bolígrafo han pasado a la historia, ya todo el mundo se ha acostumbrado y lo único que hace es llamar por el móvil, como mucho teclear en la pantalla y mandar un mensaje, cuatro palabras de cumplido y nada más, lo justo para decir lo que tenga que decir, y sin poner ningún cuidado en las formas, todo según se le va ocurriendo, el orden da lo mismo y el vocabulario no importa, cuanto más descuidado mejor, y eso sin hablar de la ortografía, que se tenía muy en cuenta y se valoraba como lo que es, el espejo de la educación y la cultura del que escribe, al revés de lo que ocurre ahora, que a muchos ni le preocupa lo más mínimo, y otro tanto podría decirse de la buena letra, aunque esto ya ni vale la pena mencionarlo...
Y quién necesita escribir a mano teniendo ordenador o un teléfono móvil… Los renglones manuscritos no siempre siguen la línea recta, son menos regulares y uniformes que los tecleados en las pantallas, pero tienen algo que los humaniza, porque conservan y transmiten la individualidad del remitente. Como si hubiera quedado en ellos el temblor de la mano o el pulso de la respiración y el latido del pensamiento: de ahí la expresión “de su puño y letra” para verificar la autenticidad de un escrito. Pues cada persona tiene su letra, que es un rasgo tan particular y característico como la voz o la forma de andar, y su trazo refleja incluso las circunstancias en que se ha escrito, la prisa o la calma, el desvelo o la desgana, la indiferencia o la emoción. La letra se identifica con la personalidad del que escribe, y le retrata o le delata ante los ojos conocidos; por eso la carta escrita a máquina, empleada para el correo comercial, se ha considerado siempre impropia para la correspondencia personal o familiar.
Conque ya lo sabe, señor presidente del Gobierno: escriba usted las cartas a mano y verá como todos los españoles las leen.
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