
Opinión
Suspenso en inglés
En comparación con otros países desarrollados, España suele estar a la zaga en cuanto a su nivel de inglés

En mi época de estudiante en la década de 1990, uno de los temas candentes en el ámbito de la educación era la necesidad de lograr hablar inglés. Existía un consenso generalizado de que el dominio de esta lengua era fundamental para acceder a mejores oportunidades laborales y sociales. Sin embargo, en la escuela, el inglés era tratado como una asignatura de menor relevancia. Era difícil aprenderlo de manera fluida únicamente a través de la educación formal ofrecida en la mayoría de escuelas. Tan solo aquellos estudiantes que acudían a academias especializadas o tenían la oportunidad de estudiar en el extranjero, lograban un nivel óptimo.
En el transcurso de las últimas dos décadas, el dominio del idioma inglés me ha brindado la oportunidad de conocer entornos con realidades diversas y establecer relaciones de amistad con personas de distintas nacionalidades en todo el mundo. Además me ha permitido obtener acceso a puestos de trabajo con unas condiciones laborales a las que sin él inglés no habría podido aspirar.
No obstante, a lo largo de estos años he observado que, en comparación con otros países desarrollados, España suele estar a la zaga en cuanto a su nivel de inglés. No es casualidad que hayamos tardado casi 40 años en tener un Presidente del Gobierno que hable inglés.
En los últimos meses he podido constatar que muchos jóvenes siguen afrontando el mismo problema. El nivel de inglés, en general, continúa siendo tan bajo como antaño, independientemente del rincón de España al que viajes. A pesar de que el mundo laboral es cada vez más globalizado, seguimos perdiendo competitividad frente a otros ciudadanos cuyo único factor diferencial, en muchos casos, es su mayor dominio del inglés.
Si bien es posible que la tecnología, en un futuro cercano, rompa esa barrera, a día de hoy sigue siendo fundamental que los jóvenes dominen el idioma inglés. La preservación de nuestro patrimonio cultural y lingüístico no está reñida con la garantía de fluidez en un idioma que se ha convertido en una herramienta esencial, aunque no exclusiva, para enfrentar un futuro con ciertas garantías.
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