Opinión

Tu, tú, usted

Lo que ya no parece tener dique ni remedio alguno es el tuteo

Economía/Finanzas.- Los clientes de BBVA en España ya pueden sacar efectivo de las oficinas de Correos
Oficina de CorreosEuropa Press

Estaba hecho uno a la cantinela de “Queremos ser tu banco”, pero no se imaginaba que, según he leído por ahí, algunas oficinas de Correos se intitulan como “Tu Correos”, y que en los trenes de la Renfe se les da la bienvenida a los viajeros con un letrero muy apañado, con su logo y todo, que reza así: “renfe tu tren”.

“Tu Correos”, cuando con ese nombre solo hay uno y es un servicio estatal muy digno, al margen de su funcionamiento, y nadie necesita que se le particularice de esa manera tan ñoña. Llamarlo así es rebajarlo y equipararlo a cualquier otra actividad similar, la de servicio a domicilio de comidas, por ejemplo, dicho sea con todos los respetos por este tipo de entidades. Y si los responsables de tal bautismo lo que pretenden es acercar la empresa al usuario, empatizar, como ahora se dice, lo único que consiguen es menguar el propio crédito, halagar de forma servil y zalamera al cliente. El cual no valora, ni a Correos ni a Renfe, por su buena imagen publicitaria y la mayor o menor simpatía que de ella pueda desprenderse; lo que pide y espera es eficiencia, rapidez y profesionalidad. Pero conformémonos con que la cosa se quede ahí y no le añadan ningún estrambote, verbigracia el de “Llevamos tu carta donde tú quieras”, en el caso de Correos, o el de “Te llevamos donde tú quieras, como tú quieras y cuando tú quieras”, en el de Renfe. Y confiemos asimismo en que la moda no se extienda y aparezcan rótulos así: “Tu Vueling”, “Tu playa de la Barceloneta”, “Tu Ministerio de Hacienda”.

Lo que ya no parece tener dique ni remedio alguno es el tuteo, que está también relacionado con esas construcciones expresivas de cariz obsequioso y cursilón acabadas de señalar. Tutean a uno en todas partes, de forma presencial y a distancia: hasta los robots que atienden por teléfono en algunas compañías tutean. Y también los motivos esgrimidos por quienes practican y defienden el hábito, imparable, del tutear son los mismos: el tú acerca, borra las distancias, propicia la comunicación, crea una atmósfera más cómplice y familiar… Pero no es verdad, porque esa supuesta familiaridad es en la mayoría de los casos impostada, cuando no engañosa, y casi siempre innecesaria.

¿Por qué entonces el abandono creciente, y seguramente irreversible, del usteo, o el ustedeo, que de las dos maneras se llama? El usted que no marca distancias ni crea desigualdad y sí establece en cambio un trato de respetuosa cordialidad, particularmente entre desconocidos y como forma de iniciar la conversación, que ya habrá tiempo después, si la relación se prolonga, de bajar al escalón del tuteo. El usted que, como advierten ya sociólogos y lingüistas, o desaparecerá o quedará confinado a las relaciones extremadamente formales y a los ámbitos protocolarios y jerárquicos.