Cambio Climático
2.000 toneladas de metano liberadas por el deshielo de los manantiales árticos
Una fuente de gases de efecto invernadero no contemplada hasta el momento podría acelerar el aumento de la temperatura global del planeta
El 3 de julio se registró la temperatura media más alta de la historia. Según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), la semana empezó con el sofocante dato de 17,01oC de media global. Esta cifra supera por 0,09oC la temperatura máxima hasta la fecha, registrada en julio del año pasado.
Que el planeta Tierra se calienta es una realidad, con todo lo que eso implica. Este aumento de temperatura es debido a un fenómeno conocido como “efecto invernadero”, por el cual el calor queda atrapado cerca de la superficie terrestre. Una de las consecuencias más conocidas del aumento de la temperatura media del planeta es el deshielo de los polos. Pero ¿qué tiene que ver el atasco de la M-30 con la subida del nivel del mar? Pues ni más ni menos que el uso de hidrocarburos.
Desde la revolución industrial, la cantidad de gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera ha aumentado hasta niveles insostenibles para el planeta. Dichos gases provienen, en su mayoría, del uso de combustibles fósiles, principalmente carbón, petróleo y gas natural.
Pero, recientemente, equipos de investigación dedicados a estudiar las consecuencias del deshielo han alertado de una nueva fuente de gases con la que no contaban: los manantiales subterráneos. Advierten que, si el retroceso del hielo Ártico continúa a la misma velocidad, grandes bolsas de estos gases podrían quedar expuestas a la atmósfera, acelerando aún más el aumento de las temperaturas.
Vivir en un invernadero
Lo cierto es que a nadie se imagina que vivir en un invernadero sea algo agradable, a no ser que seas una planta tropical. Este invento data del siglo XIII y se creó, justamente, para albergar plantas exóticas, imposibles de cultivar en países del norte de Europa.
Su estructura es muy sencilla. Los paneles, normalmente de vidrio, dejan pasar los rayos solares, pero no dejan que el calor salga. Con este mecanismo se consigue mantener un ambiente cálido de forma constante.
Lo mismo ocurre con el efecto invernadero que se genera en nuestra atmósfera. De forma natural, los gases como el dióxido de carbono, el metano, los óxidos nitrosos y el vapor de agua actúan como las cristaleras de un invernadero. Sin ellos, la temperatura media del planeta no sería de 15oC, sino de -18oC. No obstante, el aumento descontrolado de estos gases impide su regulación óptima. De alguna forma, estaríamos colocando un cristal “demasiado grueso”. Este fenómeno ha provocado que la temperatura media haya alcanzado ya los 17oC.
El metano no es solo cosa de vacas
Constantemente se habla de las emisiones de dióxido de carbono (CO2), ya que son una de las principales causas de esta subida de la temperatura media. El problema principal de dicho gas es que su tiempo de vida en la atmósfera puede durar cientos de años.
Sin embargo, en esta última década, es otro gas el que está tomando protagonismo en boca de los expertos: estamos hablando del metano.
Con un ciclo de vida mucho más corto (de apenas tres meses), el metano es responsable de más del 25% del calentamiento global. Y aunque la cantidad de este gas, en comparación con el dióxido de carbono, puede parecer negligible (hablamos de 1,8 ppm frente a 400ppm), éste tiene un potencial de calentamiento 80 veces mayor.
El metano tiene varios orígenes derivados de la actividad humana. Uno de los más conocidos es la ganadería, que ocupa más de la mitad de las emisiones de este gas. Pero no todo es culpa de las vacas. El metano también se emite durante la producción y transporte de combustibles como el petróleo, el gas natural o el carbón.
Una sorpresa bajo el hielo
Pero, en estos últimos años, a estas emisiones de metano, se le sumó una desagradable sorpresa.
Los expertos observaron que, a medida que el Ártico se calienta, la disminución de los glaciares está exponiendo manantiales de agua subterránea. La concentración de metano que guardan en su interior podría suponer una fuente subestimada de este potente gas de efecto invernadero.
El estudio, publicado esta semana en la revista Nature Geoscience, revela una verdad incómoda. En él se identificaron grandes reservas de gas metano que escapaban de manantiales de agua subterránea ocultos durante siglos por el hielo.
Los investigadores de la Universidad de Cambridge y el Centro Universitario de Svalbard, Noruega, sugieren que estas emisiones de metano probablemente aumentarán a medida que los glaciares árticos vayan perdiendo su capa helada. Esto, junto a las bolsas de gas metano ocultas también bajo el hielo, podrían acelerar el calentamiento global más rápido de lo previsto.
Se calcula que las emisiones de metano producidas por los manantiales de agua subterránea podrían superar las 2.000 toneladas en el transcurso de un año. Esta cantidad equivale aproximadamente al 10% de las emisiones resultantes de la industria anual del petróleo y gas de Noruega.
Los expertos lanzan una señal de alarma. Si no reducimos nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, el deshielo expondrá nuevas fuentes de metano, retroalimentando uno de los grandes problemas de nuestro siglo.
QUE NO TE LA CUELEN:
- Uno de los puntos más importantes por los que es necesario reducir las emisiones de metano es por la rapidez con la que notaríamos el cambio con relación al efecto invernadero.
- Al tener una vida tan corta en la atmósfera, los efectos serían evidentes a los pocos meses. Por el contrario, si dejásemos de emitir hoy dióxido de carbono por combustión, el decrecimiento de las temperaturas sería muy lento, teniendo que esperar casi cien años.
- Podría ser una primera medida para la reducción del efecto invernadero de origen antropogénico.
REFERENCIAS (MLA):
- Kleber, G.E. et al. (2023) ‘Groundwater Springs formed during glacial retreat are a large source of methane in the High Arctic’, Nature Geoscience, 16(7), pp. 597–604. doi:10.1038/s41561-023-01210-6.
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