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¿Veremos una supernova a simple vista en el cielo de 2022?

Hace unos años se predijo que dos estrellas chocarían en 2022, brillando durante medio año, pero ¿qué hay de cierto?

Supernova
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En ocasiones los bulos son fáciles de desenmascarar, porque simplemente son falsos. En otros casos, se nos presenta muchísimo más difícil, porque en lugar de plenamente falsos, mezclan verdades con incorrecciones, entretejiéndose entre sí en una trama difícil de desenmarañar. Ese es el caso que nos ocupa, el de una supuesta predicción astronómica que fechaba en 2022 el choque de dos estrellas que, al colapsar, darían lugar a una luz intensísima que duraría 6 meses. Para ir adelantando el argumento, podemos revelar que todo lo dicho en la frase anterior es estrictamente cierto. Eso sí, hemos de tener cuidado con cómo interpretamos esas palabras, porque es muy fácil retorcerlas sin darnos cuenta y sacar conclusiones tremendamente alejadas de la realidad.

La noticia ha vuelto a resurgir, no en vano estamos a menos de dos meses de que empiece 2022, y eso significa que nuestra cita con el cielo nocturno se acerca. Sin embargo, algunos titulares han afirmado algo ligeramente diferente a lo que decíamos en el párrafo anterior. Sus afirmaciones eran más parecidas a lo que sigue: en 2022 una supernova iluminará todo el cielo nocturno durante medio año. Los puntos clave en esta afirmación pueden parecer sutiles, pero para comprender realmente la noticia hemos de advertir esas diferencias. Por un lado, no podemos afirmar que vaya a tener lugar, de hecho, aquellas predicciones publicadas durante 2017 han sido descartadas. En segundo lugar, no sería una supernova, sino una nova, mucho menos energética. Y finalmente, tampoco iluminaría “todo el cielo nocturno”, sino que sería bastante más modesta. Ahora bien, ¿cómo podemos saber todo esto?

Una nova roja

Todo empezó cuando, en 2013, el astrónomo y profesor del Calvin College (Míchigan), Larry Molnar, comenzó a estudiar junto con su equipo, un sistema estelar binario llamado KIC 9832227. Que sea binario significa, tan solo, que está formado por dos estrellasunidas gravitatoriamente, esto es: que orbitan una en torno a la otra. Y, para orientarlas en el firmamento, podríamos decir que, si quisiéramos buscar KIC 9832227 en el cielo nocturno, deberíamos dirigir nuestra mirada hacia la constelación del cisne, una de las más icónicas del hemisferio norte.

Todos estos datos son solo contextuales, pero el equipo de investigadores quería ahondar en la naturaleza de ese sistema binario y, para ello, debían recoger datos de su luminosidad y de cómo esta podía haber ido cambiando con el tiempo. Así pues, hicieron algunas observaciones y las juntaron con datos de 1999 y de un periodo entre 2007 y 2013. Tras analizar los datos y 4 años después de que empezara el estudio, llegaron a unas conclusiones sorprendentes: según sus cálculos, las estrellas de KIC 9832227 no solo estarían orbitando, sino que caerían progresivamente una sobre la otra hasta colapsar y explotar en 2022.

He aquí al famosa predicción. La investigación pronosticaba, no obstante, una explosión relativamente pequeña, una nova roja. Las novas, para aclararlo, son eventos astronómicos donde dos estrellas no demasiado brillantes chocan para liberar una gran cantidad de energía que, ante nuestros ojos, se presenta como una nueva y brillante estrella en el cielo.Estas aparentes estrellas nuevas (novas), pueden durar entre semanas y meses. En el caso de KIC 9832227, los cálculos apuntaban a 6 meses, teniendo en cuenta su baja masa y que ya estaban “tocándose” siendo binarias de contacto, lo cual significa que estaban tan próximas que ya comparten su capa más externa, (formada por gas).

Predicción y error

Ahora que esas diferencias menores han quedado claras, podemos pasar al último error que está repitiéndose últimamente, uno mucho más grave que no depende tanto de malas interpretaciones como de no estar al día con la noticia. El equipo de Molnar, como hemos dicho, tomó los datos históricos de KIC 9832227 y encontró en ellos algo interesante: que coincidían con la curva de cambios de luminosidad que había trazado V1309, otro sistema binario, esta vez en la constelación de Escorpio, que se fusionó en una sola estrella en 2008. Evidentemente, esto parecía un buen indicador para predecir futuras fusiones de sistemas binarios, pero había que ponerlo a prueba en el mundo real, y qué mejor manera que hacer un vaticinio y esperar a comprobar si se cumplía en 2022, como las fórmulas de Molnar parecían respaldar.

El estudio en cuestión recibió muchas respuestas de la comunidad, parte de las cuales trataban de encontrar errores en su planteamiento. Ninguna de estas críticas pareció importar demasiado al equipo, al menos hasta que llegó en 2018 un artículo dirigido por Quentin Socia, un estudiante de la Universidad Estatal de San Diego (California). Socia había estado revisando los datos históricos de KIC 9832227, concretamente los omitidos en el estudio de Molnar. En el estudio original, los investigadores no habían sido capaces de encontrar datos entre 1999 y 2007, pero Socia había dado con unos registros de 2003 que no habían sido publicados. En ellos, los eclipses de las dos binarias no coincidían con las predicciones y, si el modelo de Molnar fuera correcto, debería poderse predecir en función de cómo cambia la velocidad de giro de las dos estrellas, cuando van a solaparse desde nuestra perspectiva pasando una delante de la otra. Algo serio fallaba.

A tenor de esta discrepancia, Socia decidió bucear en el resto de los datos recurriendo a las fuentes originales y contrastándola con tantos artículos como fuera posible. Así es como dio con el problema que resulto no ser otro que un error tipográfico. El artículo de 1999 había reportado un eclipse en una hora incorrecta, concretamente, con medio día de diferencia respecto a cuando realmente tuvo lugar. Esta equivocación era un hecho irrefutable y su influencia en el trabajo de Molnar era suficiente como para tirar por tierra la predicción de 2022.

Podemos decir que fue un disparo a la línea de flotación de todo el trabajo que había hecho Molnar y su equipo durante años. Sin embargo, con unos valores que le honran, Molnar supo encajar al crítica y rápidamente desechó la predicción de 2022. Ni siquiera él defiende sus antiguos pronósticos, por lo que es especialmente absurdo que haya quienes sigan sembrando una incertidumbre que no existe. No es que debamos esperar a 2022 para descubrir si tenía razón Molnar o acaso era Socia quien estaba en lo cierto, es que, directamente, hay consenso entre los expertos para desestimar aquel artículo de 2017.

No obstante, eso no quiere decir que en 2022 no vayamos a poder ver una nova, el caso es que no habrá sido predicha. Puede parecer una obviedad, pero es una apreciación que deriva de las propias declaraciones de Molnar. El investigador insiste en que parte de su estudio todavía podría tener validez, pues el modelo desarrollado para predecir estos fenómenos a partir de los cambios de luminosidad de los sistemas binarios podría ser correcto independientemente de que aquel dato fuera un error. Habría, por lo tanto, que seguir aplicándolo a otros sistemas y observar el cielo en busca de una confirmación que, de llegar, atrapará nuestra atención durante meses.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Una nova es un evento espectacular, de esos que despiertan una curiosidad por el cosmos que no sabíamos que teníamos. Sin embargo, no es algo tan único en la vida como suele decirse. De hecho, para hacer evidente su frecuencia, podemos decir que suelen tener lugar unas 10 novas cada año. Cierto es que solo es visible a simple vista una cada 12 o 18 meses, pero sigue siendo una frecuencia bastante alta. Las realmente extrañas son las supernovas, mucho más energéticas. La última supernova visible a simple vista desde la tierra tuvo lugar en 1604, también conocida como la supernova de Kepler o la estrella de Kepler. En realidad, lo más importante del estudio de Molnar no era que fuéramos a poder ver una nova, sino que hubiera sido la primera predicha en toda la historia de la humanidad.

REFERENCIAS (MLA):