Astronomía

Confirman la existencia de “bolas de fuego” en el espacio

Se trata de una breve fase inicial de las explosiones estelares que llamamos novas

Recreación artística de la bola de fuego en torno a una enana blanca
Recreación artística de la bola de fuego en torno a una enana blancaAnnika Kreikenbohm, Friedrich-Alexander-Universität Erlangen-Nürnberg (FAU)Creative Commons

Las estrellas cambian a lo largo de su vida. Puede sonar extraño hablar de ellas de una manera biográfica y, sin lugar a duda, no son verdaderos seres vivos, pero a veces, algunas de sus características nos recuerdan sorprendentemente a ellos. Si lo pensamos,las estrellas empiezan a existir en algún momento, “nacidas” de las nebulosas, enormes nubes de gas y polvo. Una vez formadas, van cambiando de tamaño, siguen ciclos y, al final, acaban muriendo, contribuyendo a la formación de nuevas nebulosas, como si se reprodujeran con su último suspiro. Por eso resulta algo simplista imaginarlas como simples bolas de gas y plasma, son cambiantes, trepidantes incluso. Y en esa trepidación, la cantidad de detalles que desconocemos sobre ellas es abrumadora. Cada uno de los cambios que experimentan durante su vida implica cientos de páginas de explicaciones, páginas de las cuales solo hemos escrito una pequeña parte.

Y entre toda esa mezcla de lo que conocemos y lo que no, se encuentra el campo de lo puramente teórico, lo que hemos deducido que debe ocurrir a tenor de teorías desarrolladas por la astrofísica que sí han sido confirmadas por otros eventos. Por ejemplo, sabemos que, cuando las estrellas llegan al final de su vida, si cumplen determinadas condiciones, terminan explotando en lo que conocemos como una “nova”. Su nombre viene de “nueva”, porque en esa explosión se emite luz en el espectro visible, por lo que nuestros ojos pueden captar la luminosidad de la nova como si fuera una nueva estrella que antes no era visible. Sin embargo, según la teoría, una nova pasa por varias fases, y antes de que empiece a desprender esa luz visible, atraviesa una cortísima fase inicial en la que la nova emite breve, pero intensamente, rayos X, los cuales son invisibles para nosotros, aunque no para nuestra tecnología. Son las llamadas “bolas de fuego” y, aunque en teoría deben existir, nunca habíamos captado una… hasta ahora.

eROSITA

El Instituto Max Planck de Física Extraterrestre de Alemania desarrolló en 2019 un telescopio de rayos X conocido como eROSITA. El propósito de este ingenio tecnológico era observar el cielo nocturno, por supuesto, pero no de cualquier manera. Su cometido es barrer constantemente la bóveda celeste para trazar un mapa de ella tan completo y detallado como pueda. Cada 6 meses completa una pasada y durante la segunda, en julio de 2020, su indiscriminada inspección del cielo dio por casualidad con una intensísima fuente de rayos X. Por lo que pudieron deducir los expertos, apenas duró 8 horas, aparentemente salió de la nada y tan rápido como vino, se fue. Hasta aquí no hay nada realmente excepcional, se detectan anualmente una buena cantidad de fuentes de energía que no llegamos a identificar.

El caso es que esto es todo un único artículo, una misma pieza en la que hemos hablado de las bolas de fuego de las novas y de la extraña detección de eROSITA. En algún momento deberían relacionarse los conceptos y confirmar lo que ya parece evidente, que aquella fuente era una bola de fuego, la primera que detectamos. Sería el equivalente científico a un arma de Chejov, donde cada elemento de una narración ha de ser necesario e irremplazable, o deberemos descartarlo. Y como aquí hemos hecho referencia a todos esos conceptos, han de guardar alguna relación.

¡Mirad allí!

A los expertos no les hizo falta ninguna narrativa con elementos bien elegidos y podados, comprendieron de inmediato que una repentina fuente de rayos X podía deberse a la teórica fase de bola de fuego de una nova, por lo que sabían lo que debían hacer. La forma más sencilla de recopilar pruebas a favor de esta explicación era dirigir nuestros telescopios hacia esa precisa región del cielo y, simplemente, esperar a que llegara la luz visible de la explosión. ¿Qué posibilidades habría de que hubiéramos predicho el lugar exacto de una nova si esa fuente de rayos X no estuviera relacionada con ella de ningún modo? Y dado que la relación más plausible parece la de la bola de fuego como fase previa a la luz visible, todo parece en orden y podemos permitirnos, sin rubor alguno, afirmar que muy probablemente hayamos detectado la primera bola de fuego de la historia.

Más allá del hito evidente, este descubrimiento nos permite comprender un poco mejor cómo funciona nuestra galaxia y confirma las hipótesis existentes sobre el fin de la vida de algunas estrellas. De hecho, ahora que parecemos estar sobre la pista indicada, es posible que este tipo de observaciones se vuelvan algo más frecuentes.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Una nova es un evento espectacular, de esos que despiertan una curiosidad por el cosmos que no sabíamos que teníamos. Sin embargo, no es algo tan único en la vida como suele decirse. De hecho, para hacer evidente su frecuencia, podemos decir que suelen tener lugar unas 10 novas cada año. Cierto es que solo es visible a simple vista una cada 12 o 18 meses, pero sigue siendo una frecuencia bastante alta. Las realmente extrañas son las supernovas, mucho más energéticas. La última supernova visible a simple vista desde la tierra tuvo lugar en 1604, también conocida como la supernova de Kepler o la estrella de Kepler. En realidad, lo más importante del estudio de Molnar no era que fuéramos a poder ver una nova, sino que hubiera sido la primera predicha en toda la historia de la humanidad.

REFERENCIAS (MLA):