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Thomas Halliday: “Los mundos pueden cambiar en un momento”

El último libro del paleobiólogo escocés propone un viaje hacia los ecosistemas extintos, pero todavía detectables, de nuestro planeta

Thomas Halliday durante la presentación de su libro "Otros mundos" Random House

Imaginen a David Attenborough o, mejor aún, a un más telúrico Félix Rodríguez de la Fuente. Ahora vístanlo con modales victorianos, conocimientos enciclopédicos y con la capacidad de hablarnos y llevarnos al pasado, en lugar de mostrarnos el presente. Ese es Thomas Halliday, paleobiólogo escocés y autor de «Otros mundos», un libro que recorre los últimos 500 millones de años de la Tierra y nos cuenta cómo era vivir en las selvas de la Antártida. También un compendio de cuando el planeta estaba habitado por insectos del tamaño de coches, hongos de tres metros de altura y los peces nadaban entre arrecifes de cristal. Por ello y aprovechando su gira por España, hemos entrevistado a Halliday, para que nos lleve en este viaje de 500 millones de años hacia lo que fuimos, pero nunca vimos.

«Este año se cumplen 200 años del descubrimiento del primer dinosaurio –explica Halliday– y durante muchos años hubo una tendencia a describirlos como monstruos y eso hizo que monopolizaran nuestros relatos del pasado. “El viaje al centro de la Tierra” de Julio Verne, “El mundo perdido” de Arthur Conan Doyle, “Fantasía” de Disney, hasta en el “Jurassic Park” de Michael Crichton hay un hilo común de violencia y peligro, que, sin duda, es un enfoque agradable para la multitud, pero que en realidad no refleja cómo es típicamente la biología. Así como hay más vida en los dinosaurios que violencia, también la hay en muchas interacciones en las que no hemos profundizado aún, como las de los hongos, los insectos… Hay otras tierras muy diferentes, pero al mismo tiempo sigue siendo la misma. Describirlas todas es un enorme desafío», afirma Halliday.

Pese a esta advertencia inicial, el imaginario de cientos de millones de años en los que los dinosaurios reinaron en la Tierra, ha dejado una marca indeleble en el imaginario popular. Pero es cierto lo que explica este paleobiólogo: siempre vinculado a la violencia, a la lucha constante entre depredadores y presas, la sangre como vehículo primordial. Pero la sangre no solo como sinónimo de muerte, también de vida, de familia. «Exactamente –confirma Halliday–. Sabemos que los dinosaurios cuidaban a sus crías pero también compartían el cuidado de las mismas, desde que estaban en el huevo. De hecho, en el mismo nido convivían huevos de diferentes madres y esto lo sabemos por la química de cada cascarón. Cada madre tiene una firma química que se diferencia de las demás. Así descubrimos que muchas madres cuidaban de un mismo nido».

Casi podría decirse que el viejo dicho de «se necesita una aldea para criar un hijo», no nació con los seres humanos, sino hace millones de años. Y con ello lo que podríamos considerar la primera muestra de ternura. Algo que nos lleva a la emoción… ¿Se puede hablar de sensibilidad cuando nos enfrentamos a reptiles, hongos y árboles? Sí, Halliday demuestra que sí. «La belleza de la biología, de animales y plantas y las relaciones que tienen entre sí es en muchos casos poética –afirma este experto galardonado con la medalla de la Sociedad Linneana a la mejor tesis doctoral–. Y es un reflejo de la poesía que sentimos cuando observamos la naturaleza. El sentimiento de algo más grande que nosotros, más importante. Es algo que trasciende y nos emociona. Y eso es lo que quería contar en este libro. Pero al mismo tiempo también quería que el lector encontrara referencias familiares, especies que pudiera reconocer para que la relación con el pasado fuera más fluida».

¿Separados del ecosistema?

Pero restringir este libro al pasado, a un relato pretérito que apela a nuestra imaginación y a nuestros conocimientos, es injusto. Leemos «Otros mundos» en el presente para comprender mejor el futuro que nos espera. Y así nos convertimos en una parte de la evolución y la selección natural, la que persigue una solución a los problemas del momento. Cada capítulo del libro explora esta idea en diferentes ecosistemas y cómo las diferentes especies, los animales y también la flora, se adaptaron para prosperar.

«Una de las lecciones más importantes que aprendemos de la paleobiología –concluye Halliday– es que todos los ecosistemas pese a prosperar durante mucho tiempo, hubo algo que cambió y los llevó a la extinción. Y esa evolución nos llevó al mundo que conocemos y en el que vivimos hoy y es el único que nos queda. Y al mismo tiempo, no debemos caer en la trampa de pensar que los humanos solo podemos ser destructivos, o que estamos separados de los ecosistemas en los que vivimos. Pero, mirando al pasado, está claro cuál es la consecuencia de los comportamientos destructivos. Esta es la Tierra en la que vivimos, y somos parte de este mundo, pero los mundos pueden cambiar en un momento». Tanto como la mente de quienes leen «Otros mundos».

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