Espacio

Así es el pollo ciborg propuesto por el físico Freeman Dyson para explorar el espacio

El astropollo es una especulación de Freeman Dyson y, según el físico, podría vivir de la luz y de la materia que orbita los planetas

Representación de un astropollo de Freeman Dyson por una IA
Representación de un astropollo de Freeman Dyson por una IACopilot BingCopilot Bing

Los cohetes son muy pesados y para abandonar la Tierra necesitan alcanzar una velocidad de 11,19 km/s. Eso son unos 40.000 km/h, la llamada “velocidad de escape”. Y, evidentemente, poner un armatoste como el Starship a esa velocidad no es fácil cuando mide 120 metros. Para ello hace falta mucho combustible que, a su vez también pesa, de tal modo que, al final, el Starship daba unas 5.000 toneladas en la báscula, que, en kilos, son 5 millones. Es normal que algunos genios sueñen con sistemas más baratos y eficientes para vencer la gravedad terrestre, y así es como nace el astropollo.

¿Y si en lugar de lanzar un descomunal cohete al espacio lanzamos un huevo? Es más ligero y manejable, eso desde luego, requerirá apenas un pequeño aporte de combustible y, desde luego, capta nuestra atención. Del huevo eclosionaría un ave mitad biológica mitad mecánica creada por la mente del físico teórico y matemático Freeman Dyson. El mismo hombre que soñó con la famosa esfera de Dyson, que tanto ha aprovechado la ciencia ficción; una especie de coraza que podríamos construir en torno a nuestro Sol para aprovechar toda su energía.

Pollos que comen estrellas

Por desgracia, la esfera de Dyson no es posible ahora mismo y, lamentablemente, el astropollo es incluso más fantasioso. La idea del físico consistía en crear un ciborg que hiciera las veces de sonda espacial. Un ave con habilidades especiales, en parte dotadas por la ingeniería genética y, en parte, por la ingeniería a secas. Ahora bien, Dyson era un genio muy aplicado y no dejó sus ensoñaciones ahí. Lo suyo era resolver problemas y nuestro pollo, una vez eclosionara en el espacio, iba a tener problemas serios. ¿De qué se alimentaría?

En esta época del año no crece mucho maíz en el espacio… ni en esta época ni en ninguna, claro. Lo que sí hay es luz. El astropollo podría tener paneles fotovoltaicos o la capacidad de hacer fotosíntesis si hubiéramos integrado en sus células orgánulos como los cloroplastos que usan las plantas. De ese modo, podría convertir la energía del Sol en alimento para él. O, al menos, como alimento para sus propulsores. Aunque Dyson propuso una alternativa más extraña si cabe.

Propulsión trasera

¿Y si en lugar de usar propulsores mecánicos hiciera como el escarabajo bombardero? Este insecto expulsa por unas glándulas al final de su abdomen dos sustancias que, al mezclarse, desencadenan una reacción exotérmica, liberando mucha temperatura y, en cierto modo, propulsión. Puestos a imaginar… ¿Por qué no pensar en un astropollo capaz de propulsarse así? Ahora, el pollo podría moverse por el cosmos en busca de otras fuentes de energía más eficientes, porque la luz apenas cubriría lo mínimo para vivir.

Ahí Dyson tampoco concretó mucho. Tal solo sugirió que podría acercarse a la órbita de un planeta y alimentarse de la materia que hubiera a su alrededor, girando. Pero claro, esa materia no son migas de pan, precisamente, son partículas más o menos grandes, pero inorgánicas, y comer piedras tampoco es muy eficiente. Sin embargo, esto no privó al físico de seguir con sus elucubraciones y propuso que, ya puestos, el astropollo pudiera reproducirse en el espacio, dando lugar a nuevas sondas que ya ni siquiera necesitarían ser propulsadas fuera de la Tierra. Una maravilla, desde luego.

Más autoridad que rigor

Aunque no lo parezca, la ciencia también se deja embaucar por la autoridad de algunas figuras. Pensadores que destacan en su campo y que han ganado cierta reputación muy a pulso, ameritando cada migaja de credibilidad. Pensadores que, cuando deciden opinar sobre otros campos o dejar volar su imaginación, siguen resultando igual de convincentes para la población, aunque, en realidad, estén diciendo verdaderos sinsentidos. Así ocurrió con ganador de dos premios Nobel, Andrew Wakefield cuando se puso a opinar sobre las vacunas. Y algo similar pasó cuando Roger Penrose, uno de los físicos más reputados de nuestro tiempo, se empezó a interesar por la consciencia.

En este caso sucede algo similar. Puede que sus lectores hayan tomado a Freeman Dyson en serio, pero la mayoría de expertos han pasado por alto su propuesta. Y es que, mal que nos pese, ni siquiera el propio Dyson se hizo demasiado caso con eso del astropollo. Fue más bien un juego, un ejercicio de ciencia ficción dura, de esa que despierta nuestra curiosidad, y ese es su valor, ni más ni menos. Así que bienvenidos sean estas exhibiciones de creatividad, que nos han dado animales ciborg que, al menos sobre el papel, surcan el cosmos y se alimentan de polvo de estrellas.

QUE NO TE LA CUELEN:

  • Los experimentos mentales son muy valiosos en ciencia, pero intentan probar algo, en este caso no se busca demostrar nada, es más un juego de Dyson que un aporte científico.

REFERENCIAS (MLA):

  • Freeman Dyson. Disturbing the Universe. Basic Books 1979