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Neurociencias

Autismo: un estudio demuestra mejoras notables gracias a este alimento

Se consiguió un aumento de las neuronas que regulan la motivación social y se incrementó la curiosidad social.

La bacteria clave se encuentra en productos lácteos fermentados, como el queso Cabrales CC0 Public DomainCC0 Public Domain

El trastorno del espectro autista (TEA) es una afección neurológica que dura toda la vida y que afecta a la interacción social, la comunicación y el comportamiento, y que afecta a más de 60 millones de personas en todo el mundo, y los diagnósticos aumentan cada año. En España, las cifras se sitúan cerca del medio millón de personas. Una de las claves de investigación, para los expertos, es la conexión del cerebro con la microbiota intestinal.

El TEA se ha asociado durante mucho tiempo con factores genéticos y ambientales, pero estudios recientes destacan el eje intestino-cerebro, un sistema de comunicación bidireccional entre el tracto gastrointestinal y el sistema nervioso central. Las alteraciones en las bacterias intestinales se han relacionado con trastornos del desarrollo neurológico, como la ansiedad y la depresión.

Ahora, un equipo de científicos de la Academia China de Ciencias ha descubierto un aliado inesperado para tratar el TEA: los probióticos que se encuentran en el queso podrían ofrecer una nueva vía para aliviar los síntomas. Liderados por Zhao Fangqing, exploraron el vínculo entre la salud intestinal y el autismo, basándose en la creciente evidencia de que la microbiota intestinal puede influir en la función cerebral, el estado de ánimo y la cognición.

Los hallazgos publicados en Cell Genomics apuntan a mejoras notables en el comportamiento social de los ratones después de que fueron tratados con el probiótico Lactobacillus rhamnosus, que se usa comúnmente en la fermentación de productos lácteos y está presente, entre otros, en el queso Cabrales.

El equipo de Fangqing, se centró en el gen CHD8, que es fundamental para el desarrollo del cerebro y el intestino. Las mutaciones en CHD8 se encuentran entre los marcadores genéticos más comunes del autismo. Utilizando una secuenciación de ARN, los científicos crearon un modelo de ratón con una deficiencia de CHD8 específica de las células intestinales. De acuerdo con el estudio, estos ratones mostraron rasgos distintivos del TEA: menor interés en la novedad social y un desequilibrio en los neurotransmisores clave glutamato y GABA en la corteza cerebral.

Sorprendentemente, después de un mes de suplementación diaria con Lactobacillus rhamnosus, los ratones mostraron una plasticidad sináptica restaurada (un mecanismo crucial para el aprendizaje y la memoria) y un aumento de las neuronas positivas para Drd2, que regulan la motivación social. Lo más sorprendente fue que su curiosidad deteriorada hacia nuevos entornos sociales se revirtió.

Si bien la intervención probiótica del estudio se dirigió a las células intestinales, sus efectos se transmitieron al cerebro, reforzando el papel del intestino como un “segundo cerebro”, según la academia.

Se necesitarían ensayos en humanos para confirmar la seguridad y eficacia de este enfoque, pero la investigación ofrece esperanza a las familias que enfrentan los desafíos del TEA. Pero también hacia otras dolencias, como el Parkinson y hasta la depresión.

Las terapias probióticas, si se demuestra que son efectivas, podrían complementar las intervenciones conductuales con efectos secundarios mínimos, dijeron los investigadores. El próximo paso del equipo de Fangqing es investigar cómo las señales derivadas del intestino influyen con precisión en los circuitos cerebrales.