Gastronomía
Bar Mercado, la hostelería de barrio se reivindica
Firmes principios si(BAR)itas, pluralismo culinario y burbujas para todos los públicos. Un establecimiento donde siempre reina un optimismo genuino y todos los clientes consiguen convertir sus deseos gastronómicos en realidades que rompen el molde de los otros bares de proximidad
Ni siquiera en esta semana de fibrilación gastronómica y fusión mediática en Madrid la movilización a los bares de barrio se improvisa. Por mucho que haya y vengan modas hay cosas que siempre perduran. La hostelería de proximidad vuelve y convive con la fiebre gourmet, a través de ciertos paraísos cercanos para citas cotidianas.
Una experiencia vital, purificadora, que además de brindarnos el gozo del encuentro con los amigos nos permite asomarnos a los paisajes de la hostelería de barrio al conocer un bar con mayúsculas, en Xirivella, llamado Bar Mercado (C/ Diputación,10) que hace que nuestra fe barista se mantenga.
La visita se convierte en una coartada perfecta para reflexionar sobre el papel de estas anónimas estrellas de la hostelería popular. Hay que luchar contra el desconocimiento que mancilla gratuitamente el currículo de estos bares. A estas alturas, no escondemos nuestras debilidades por el bar auténtico donde siempre reina un optimismo genuino y todos los clientes consiguen convertir sus deseos en realidades.
Aunque la hidra inicial que nos ata a este local es parte consustancial y evidente por la fuerza de los acontecimientos matutinos del almuerzo, desde la barra se establecen escraches visuales a las deseadas croquetas de jamón y a la imponente tortilla de patata recién salida.
Los almuerzos y menús dotados del difícil equilibrio, precio y calidad, se entrelazan con el trato familiar, cuya capacidad terapéutica es envidiable. El rosario de platos que salpica su oferta nos sitúa ante un enorme pluralismo gustativo. Un collage de tapas: magro con pisto, mollejas, riñones al jerez, higaditos, sepia a la plancha y calamar a la romana se reivindican por su notoria calidad. También rinden tributo cotidiano a la cuchara con cocidos, fabadas y todo tipo de legumbres, mientras sobrevuelan los postres (im)prescindibles y abanderan una excelente repostería casera donde destaca la tarta de tres chocolates. También hay productos que forman parte de nuestro carrito del gusto como los pastelitos de boniato de Doña Adela. Pura inspiración.
Si hay dos platos donde la pulsión culinaria está más que presente son el excelente all i pebre, aquí hay madera, y el arroz con bogavante (los dos por encargo). La cercanía de la magnífica despensa que supone el Mercado Municipal de Xirivella es más que concluyente.
Las modas culinarias envejecen mientras las recetas de platos de toda la vida rejuvenecen. El regreso a los orígenes siempre es fundamental en la cocina. Refrescar las fuentes y recurrir al recetario siempre ha sido fundamental. Para muestra nos hermanan con unas espectaculares gachas manchegas o un conseguido conejo al ajillo. Los signos de pervivencia de aquella hostelería que creíamos superada se multiplican. Consuman con voz propia, pero déjense recomendar merece la pena.
El Bar Mercado logra convertirse también en Si(BAR)ita, sin renunciar a la naturalidad gastrónoma para todos los públicos. Hostelería de distancias cortas, carta de vinos cualitativamente marcada, maridaje sentido, excelente bodega y martingalas gustativas que se instalan, en el día a día, para ser una realidad incuestionable en apenas ocho meses. Gastronomía agrandada y contundente que irrumpe todos los días de semana. Salvo la tarde del sábado y el domingo que lo dedican al merecido descanso.
La visita al bar tiene una naturaleza litúrgica y ceremonial. Tertulias, conversaciones y celebraciones se dan cita con velocidad de crucero, mientras las imágenes, sin sonido, de la televisión y las afortunadas sobreimpresiones del informativo provocan murmullos. Al bar Mercado, la historia cotidiana le hace justicia. Es un punto de encuentro vital que todos manejan con oportunismo. Los clientes proponen cotidianamente su investidura durante el irrenunciable almuerzo. El aperitivo enlaza la jornada hasta la comida, donde los menús consolidados disponen de mayoría absoluta. La larga sobremesa vaticina el reencuentro con el tardeo donde la presencia del champán y cava se impone a galope tendido.
Existen evidencias concluyentes al mirar el rostro del camarero, que remamos en la misma dirección. Somos testigos de la «love story» que mantiene con los clientes. Este tipo de historias funcionan, sobre todo, si el camarero desprende carisma, incluso en la concurrida barra, un lugar poco dado al romance barista por los tiempos.
Lo que se entiende como profesionalidad. El hielo se rompe y el miedo escénico al llegar al bar (des)conocido da paso a la autenticidad. Las miradas de José Mena y Ana Guijarro, sus propietarios, comunican sintonía sin necesidad de hablar.
Este establecimiento retrata con una clarividencia inusual el triunfo de la hostelería popular. Barra con huella cuantitativa y sentimiento cualitativo donde observamos el renacimiento de la hostelería de Barrio.
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