Elecciones 28-M

Agricultores alicantinos ante la política hidríca: "El PSOE siempre ha querido agua desalada, y eso es ridículo"

Sequía, cambio climático y el tijeretazo al agua para la huerta asfixia los cultivos de la provincia de Alicante

GRAFCVA2798. ALCOY (ALICANTE), 14/04/2023.- Un labrador muestra los efectos devastadores que la sequía y el calor producen sobre su plantación de cereal cuando los agricultores de secano miran con temor a 2024 tras una cosecha que en el sur de la Comunitat Valenciana es "desastrosa" por la sequía, con pérdidas que superan el 90 y el 95 % de las hectáreas, y si no llega la lluvia, algunos cultivos como el almendro tendrán que ser replantados.
GRAFCVA2798. ALCOY (ALICANTE), 14/04/2023.- Un labrador muestra los efectos devastadores que la sequía y el calor producen sobre su plantación de cereal cuando los agricultores de secano miran con temor a 2024 tras una cosecha que en el sur de la Comunitat Valenciana es "desastrosa" por la sequía, con pérdidas que superan el 90 y el 95 % de las hectáreas, y si no llega la lluvia, algunos cultivos como el almendro tendrán que ser replantados.Morell EFE

La agricultura está en la cuerda floja en la provincia de Alicante y cultivos como la alcachofa, la granada mollar o los limones se asfixian. Las razones, los efectos del cambio climático, la sequía y los recortes en los recursos hídricos. De esta forma el sector agrícola se resiente y, mucho, y a las pérdidas económicas que acarrean las mermas en determinadas cosechas se suma algo que es algo intangible, el valor patrimonial de cultivos que son una seña de identidad para la provincia.

Con los termómetros disparados en primavera, marcando unas temperaturas muy altas para estas fechas, y las reservas hídricas bajo mínimos, dado que no llueve desde hace un año, el Gobierno central aprobó el recorte del trasvase Tajo-Segura que suministra agua a la considerada huerta de Europa, ubicada en el mapa entre Andalucía, Murcia y Alicante. Hasta 2027, la previsión del trasvase es reducir de manera progresiva los recursos hídricos a la mitad, algo que en la provincia de Alicante se traduciría en 30 hectómetros cúbicos menos de agua al año, y la pérdida de 27.000 hectáreas de riego. Se perderán, además, 6.300 puestos de trabajo, según las estimaciones de Asaja.

Ante este panorama, la aprobación de la reforma del Plan Hidrológico del Tajo por parte del Consejo de Ministros ha puesto en pie de guerra a los regantes y que, de una u otra forma, puede tener un reflejo en las urnas el próximo 28 de mayo. Los damnificados tienen nombre y apellidos, cara, ojos y corazón, dado que Alicante es una provincia muy rica en la producción de frutas y verduras.

Uno de esos damnificados es Roque Bru, de 46 años; pertenece a la cuarta generación de una familia de agricultores del Campo de Elche, dedicada al cultivo de la granada mollar, reconocida con el sello de calidad Denominación de Origen Protegida.

“Además de la granada, un producto de Elche, también cultivamos higos, brevas, naranjas, limones, alcachofas, lechugas… y para el sur de la provincia, Elche y la comarca de la Vega Baja, es fundamental el trasvase Tajo-Segura; si no tenemos agua, las explotaciones agrícolas están condenadas a desaparecer”, se lamenta. En el caso del campo de Elche se da la circunstancia de que la solución de agua desalada no tiene ningún sentido, porque, según explica, “no existen los conductos, las infraestructuras, para que llegue hasta nuestros cultivos”.

“Ningún agricultor entiende que llegue agua sobrante al mar y de ahí se recoja para su desalación, con el altísimo coste que supone, para usarla después para la agricultura”, añade. Respecto a la actitud y forma de proceder de la Generalitat en materia de agua, Bru es tajante: “En la Comunidad Valenciana no hemos visto una defensa a ultranza de los regantes, no hemos visto a Ximo Puig -el presidente- yendo a Madrid a cabrearse con Pedro Sánchez y sus ministros. Se da un titular, el trasvase es irrenunciable, pero no se traduce en hechos y acciones”, añade.

Con la cita electoral a la vuelta de la esquina, Roque Bru tiene claro que votará a un partido político que sí haya defendido sus intereses, en contraposición a los gobiernos de Ximo Puig y Pedro Sánchez, según aclara.

Al sur de Elche, en Orihuela, en la comarca de la Vega Baja, Francisco Manuel Royuela, de 58 años, también sufre las devastadoras consecuencias de la sequía, el calor y la escasez de agua en sus campos. Él y sus dos hijas viven de la agricultura; en concreto, de los cítricos. “La finca familiar antes la explotaban mis padres y teníamos parrales y almendros”, comenta.

Royuela matiza cómo el cambio climático está matando las cosechas. “Las altas temperaturas y la escarcha del amanecer afecta mucho al cuajado de los cultivos; si a ello sumamos ahora el recorte de agua del Tajo que vamos a recibir, el campo será menos productivo. No tiene ningún sentido que hayan aumentado el caudal ecológico del Tajo a su paso por Aranjuez para dejarnos a los regantes sin agua de calidad para nuestros campos”, comenta.

Tampoco le convence la alternativa del agua desalada. “El gobierno debe poner buenas condiciones de trabajo a los agricultores y no pretender que dependamos de subvención los 10 céntimos por metro cúbico de agua que no da Ximo Puig; es pan para hoy y hambre para mañana”.

“El tema del agua es, por desgracia, de un tema político y, con el recorte del trasvase, envíamos a Portugal -en referencia a la desembocadura el Tajo- una cantidad de agua dos veces superior a la que debe enviarse”, añade. Royuela agrega que, por supuesto, que su voto en las elecciones del 28-M va estar condicionado en negativo por las políticas hídricas de los gobiernos central y autonómico. “El PSOE siempre ha querido agua desalada, y eso es ridículo; hay que aprovechar el agua sobrante de los ríos, de todas las cuencas, y repartirla”.

No hay que olvidar que el contexto para la agricultura es de incremento de costes de producción y de precios de los fertilizantes, lo que agrava, si cabe, la situación. “En la pandemia, en el confinamiento, se demostró que éramos autosuficientes; si esto no cambia, podríamos llegar a depender de importaciones, es decir, de un producto de peor calidad y más caro”, añade Royeula. Lo que sí es cierto, es que los agricultores miran ya a 2024, a las cosechas venideras, y las esperan como agua de mayo.