Gastronomía
La «clòtxina» valenciana roza la mayoría absoluta
La plural militancia hacia el molusco local crece exponencialmente en todos los restaurantes
Nos encontramos en un momento de agitación restauradora como consecuencia de la campaña de la «clotxina valenciana». Entra dentro de lo lógico que nadie pone en duda la importancia de un titular para generar curiosidad en el potencial lector. Sin ánimo de sobrealimentar la ilusión o levantar expectativas que puedan no verse colmadas, siempre con datos objetivos, y tras varios sondeos gustativos realizados a pie de barras y restaurantes reconocidos confirmamos que su consumo se impone en la mayoría de los establecimientos frente a los mejillones foráneos venidos de Galicia y del Delta del Ebro.
No hay fabulación en lo que escribo, sino pruebas irrefutables. Comprobadas durante los últimos diez días, en las mesas de los restaurantes: Rausell, La Principal, Borja Azcuitia y Casa Carmela.
Sin debate entre los comensales, sin necesidad de moderador, con una puesta en escena conocida, natural y accesible para todos los paladares, como entrada resulta la opción más fiable. Una apuesta segura en cualquier mesa. La comparación con otros candidatos bibalvos no deja incógnitas por descifrar.
Nuestro error, a veces, consiste en estar a todas horas pendientes de lo que vendrá y no ser capaces de asentarnos en el aquí y ahora. El epílogo de la primavera y el verano estarán marcados por la presencia incontestable de la «clòtxina» valenciana. Hay dos tipos de mejillones, el omnipresente bivalvo gallego que es el «perejil de todas las salsas» y la sabrosa «clòtxina» valenciana que se esconde de los focos hasta cuando llega su temporada y multiplica sus apariciones a partir del mes de mayo.
La «clòtxina» vuelve a ocupar la escena y en Valencia ocupa todo el espacio. Arrolla con su pequeña presencia y magnífico sabor. De cara a la temporada estival se ratifica como la primera opción. Nuestra protagonista enhebra un discurso gastronómico de investidura en todos los restaurantes valencianos desplazando al mejillón hasta el preámbulo del otoño.
Su presencia lo cambia todo, y su influencia como entrada de cualquier sobremesa es descomunal. La llegada de septiembre arruinará el espejismo de una abundancia ilimitada. Por este motivo, hay que preservar la inmediatez de disfrutar con su presencia cotidiana.
Al probarla, los clientes se ven ensimismados, con un principio de sonrisa en la cara, con una serenidad solo matizada por una sospecha de displicencia, que es probablemente la que le despierta la vulgar presencia de otros mejillones.
El poder omnímodo del mejillón gallego parecía imposible de batir hace años. Ninguno de los candidatos lo tiene fácil. Ambos necesitan pactar. La demanda interna de los restaurantes no cubre la oferta real. El olfato de los restauradores apuesta por la estabilidad bipartidista frente a las tentaciones de rupturismo. Sin embargo a veces surge la abstención de los clientes. Algunos aprovechan la coyuntura para seguir presionando. «No gracias. El mejillón gallego para otra ocasión». La «clòtxina» entra en campaña.
Del mejillón algunos hacen un caso de disidencia gastronómica regional. Recibo la visita por cuestiones de bodas y comuniones de unos amigos gallegos de la Ría de Arosa y vascos de Lekeitio y les propongo conocer la «clòtxina» . Tras visitar un par de lugares alguien propone una consulta popular. Se impone por mayoría simple en la mesa la «clòtxina». El ambiente se caldea. Como anfitrión rechazo varios cara a cara.
El primer minuto es revelador. «Foder e pequena pero matona, moi saborosa» y «oso gozoa da». Sus alegatos nos reconfortan. Sin embargo, evitan la asunción de cualquier renuncia a su mejillón. Somos conscientes que esta es una batalla que no se libra todos los días. Sorprende la levedad argumental de nuestros amigos. Tratamos de olvidar la crisis abierta. Como son amigos de muchos años no les pedimos explicaciones. A los amigos no hay que explicarles nada. Siempre existe un motivo que justifica lo inexplicable.
La participación comensal será muy alta en toda la campaña de la «clòtxina», con dimes y diretes pero con fondo gustativo y apariencia contrastada. Esa es la «clotxina» que sin duda todos queremos. No debemos ignorar los pronósticos para voltear el resultado de cualquier sobremesa.
Aunque la diversidad notoria es la característica esencial de los mejillones, la plural militancia hacia la «clòtxina» valenciana crece exponencialmente. Su capacidad de influencia es inmediata. Sin fanatismo, ni ceguera escuchemos los ecos del paladar que confirmarán lo que ya pensábamos. La «clòtxina» valenciana es la más valorada y roza la mayoría absoluta.
✕
Accede a tu cuenta para comentar