Gastronomía

Oktoberfest, querencia correspondida, fidelidad manifiesta

Al margen de los gustos, la excelencia de la cerveza alemana y el omnipresente recetario de salchichas y codillos forman una armónica simbiosis que nos atrapa

La gran protagonista, la célebre jarra de cristal de litro de una naturaleza ceremonial
La gran protagonista, la célebre jarra de cristal de litro de una naturaleza ceremonial Agencia EFE

Consolidado el mes de septiembre nos sacudimos el tutelaje de la agenda con el fin de oxigenar nuestros paladares. Hay momentos de la realidad que no permiten salirse de ella. La frase del título nos aproxima y nos comisiona para hablar de la cerveza tras disfrutar de varios “Oktoberfest” locales. Mismo guion y diferente decorado donde los amantes, fieles, cofrades, seguidores y curiosos de la cerveza alemana protagonizan un febril despliegue en la mayoría de los encuentros que se celebran y la ocasión no puede ser más propicia.

No podremos ganarnos el futuro como pitonisas para averiguar el final del encuentro pero algunas predicciones comienzan a cumplirse al pie de la letra desde la llegada a la gran carpa. La “Oktoberfest” retrata con una clarividencia inusual el triunfo de la cerveza. Un compañero de fatigas cerveceras nos dice que ha retomado su consumo. El entorno de Carlos Manuel, apodado el “Emperador” en homenaje a nuestro emperador Carlos V, (quién viajaba siempre acompañado de un barril de cerveza) y su barriga cervecera, nos invita al “Oktoberfest” que se celebra en Valencia en busca de la cerveza casi perfecta. Nuestro amigo, sin perder el humor, se desempeña ante la mítica jarra de litro con la misma profesionalidad que con la caña.

Un paseo por las barras y mesas de la carpa nos permite comprobar como los clientes proponen su investidura universal. La cerveza alemana vuelve a alcanzar cumbres insólitas de consumo. Los rostros de los clientes son un reflejo de la expresión de la espuma y no al revés. Se impone hacer inventario y asomarnos a lo vivido.

Las salchichas se abalanzan sobre nuestros paladares y como tal actuamos en consecuencia. Tras la primera jarra se establecen lazos afectivos. No debemos olvidar que corremos el riesgo de incurrir en prejuicios y descuidos, si obviamos el brindis con los compañeros de la mesa de al lado. La elocuencia del hilo musical no cambia desde la apertura. Es un error desestimar las formas y los fondos porque influyen en todo y en todos.

El reconocido codillo se convierte en un auténtico bálsamo, las costillas a la brasa y las ensaladas son un heraldo continuado de estímulos permanentes que acompañan a la cerveza bávara. Su elección es clave para el guion perfecto. Ni siquiera la gran cantidad ofrece ningún motivo para la renuncia. Nos quedamos con una certeza indiscutible, pocas carpas ofrecen tanto y tan bien

Que a nadie le quepa duda. No hay que reflexionar en exceso sobre la posición que ocupan las “Oktoberfest” que se celebran en todo el mundo. La cerveza es una glotona y se nutre de cualquier clase de clientes en este inevitable destino donde el guion es claro y la tradición lo impregna todo: salchichas, codillo y pollos a la parrilla, brindando, sin ruido, ni brusquedades, “Prost”, con la gran protagonista, la célebre jarra de cristal de litro como una naturaleza litúrgica y ceremonial que nos remite a un ámbito necesario para mantener su calidad y sabor que no necesita maquillar sus privilegios, las mismas preferencias siguen funcionando pese al paso de los años y de los siglos.

La “Oktoberfest”, considerada la celebración más popular del mundo por el número de participantes, tiene su origen en una carrera de caballos con la que en 1.810 se celebró la boda del príncipe heredero, Luis de Baviera, con la princesa Teresa de Sajonia- Hilburghausen, de ahí el nombre del parque de Munich donde se celebra la “Oktoberfest” original, “Theresienwiese”, el prado de Teresa.

En la medida de lo posible, nos refugiamos en el presente como un baile de bienvenidas, despedidas y el placer del reencuentro con la cerveza alemana que al probarla socava la inicial resistencia de algunos consumidores. La plural militancia por estas cervezas alemanas, cada vez más cercanas, crece. Hay plena sintonía. El consumo de cerveza es

un fenómeno estructural en el que están profundamente arraigadas prácticas básicas y fundamentales como el maridaje. Por más que el refrán insista en lo contrario, sobre gustos hay mucho escrito.

La cerveza alemana es capaz de hacer hablar a paladares que siempre han estado callados como un desfibrilador gustativo. Permanezcan en alerta y disponibles para cualquier ocasión que pueda presentarse en los próximos días, los “Oktoberfest” son un himno a la sensibilidad cervecera. Como un concierto de música de cámara todos los participantes escenifican sus gustos al unísono. Una complicidad cervecera, sin toque de queda, que pone bajo su dominio a todos los visitantes. “Oktoberfest”, querencia correspondida, fidelidad manifiesta.