Odiosas pero inevitables. Las comparaciones se crean en nuestro cerebro sin buscarlas, se generan de manera espontánea.

24 horas separan la entrada de Pedro Sánchez en el recinto elegido por los socialistas para celebrar el mitin central de campaña en Valencia de la de Alberto Núñez Feijóo en el de los populares.

Vayamos a los números. 6.000 personas dice el PSOE que logró reunir el sábado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Objetivamente es una estimación generosa teniendo en cuenta que el pasado mes de febrero el PP eligió el mismo lugar, lo llenó y dijo que eran 4.000.

Defendieron los socialistas que se había quedado gente fuera y que también había personas en el «gallinero». Pero hay más. Renunciaron a hacer el acto en la plaza de la Virgen de Valencia por miedo a ser recibidos con pancartas. El riesgo de lluvia fue una excusa que llegó caída del cielo, pero la previsión era lo bastante leve como para arriesgar. Si se quería, claro.

En la plaza de toros había más de 10.000 personas. Las 10.500 localidades estaban ocupadas y otras 1.500 sentadas en el albero completan las 12.000 que dijo el PP. Aún así a más de un socialista le parecía poco.

Sin embargo, hay otra cuestión igual de importante que la numérica. El acto del PP fue una fiesta, los asistentes disfrutaron de sus líderes, sobre todo, porque Alberto Núñez Feijóo no solo les dedicó más tiempo, sino que además se acordó de que estaba en Valencia y que debía dirigir su discurso a los que habían decidido pasar su mañana domingo en un mitin.

Tampoco es tan complicado referirse a los grandes temas que afectan a los valencianos: Corredor Mediterráneo, agua y financiación. Pero Sánchez, sencillamente, no lo hizo. Llegó, saludó, hizo un anuncio que podría haber hecho en cualquier lugar de España y se fue.