Economía
¿Quién es el empresario alicantino que compró Abengoa?
Enrique Riquelme, de 34 años, cuenta cómo con 21 años le cambió la vida, al viajar a Panamá y decidir que se dedicaba a las energías renovables
«Soy de un pueblo que se llama Cox y me siento también de Torrevieja; vengo de una familia de emprendedores; somos de la Vega Baja, algo que imprime valor y carácter; voy a hablar desde el corazón». Así se presentó Enrique Riquelme Vives (Cox; Alicante, 1989) en la conferencia de la Cámara de Comercio de Alicante en la que, el viernes pasado, explicó cómo creó Cox Energy, y cómo adquirió en abril pasado Abengoa, el gigante de infraestructuras, energía y agua sevillana, con una oferta de 564 millones de euros.
Él mismo se remontó a sus orígenes y a su infancia para explicar una vida que da, cuanto menos, para una serie sino para una película. «Fui un mal estudiante, por lo que mi padre los veranos me ponía a trabajar; primero en una gasolinera de Ciudad Quesada, donde además de ganar mi propio dinero aprendía idiomas, y después en un almacén de frutas; ahí que, al contrario que en la gasolinera, no recibía propinas, aprendí a valorar el esfuerzo y mérito de las personas que venían de fuera a trabajar aquí».
Al dejar de estudiar en Bachillerato, Enrique Riquelme empezó a trabajar en el negocio familiar, empresas de hormigón, «cargando arena con una pala», según precisó. «Tuve la oportunidad de vivir los últimos buenos años del sector de la construcción y en ese momento de mi vida decidí que quería emprender».
Y querer es poder, sin duda. Hipotecó el apartamento que tenía en Torrevieja y viajó hasta Panamá. De nombre de pila se llama como su padre, conocido como Enrique, «El Cantero», dado que proviene de una familia que hizo fortuna gracias a una cantera. Ese padre que castigó al primogénito de sus tres hijos con que trabajara para ver si así estudiaba, le hizo un favor. El día que el fundador de Cox Energy decidió hacer las Américas, con 21 años, cambió su vida para siempre.
Pasó apuros, y muchos. Comenzó a explotar minas y a ser suministrador de arena y hormigón para la construcción del canal de Panamá. «Venía de la Vega Baja, creía en los tratos que se cierran de palabra y me engañaron, y lo perdí todo. Empeñé el reloj que me había regalado mi padre, y me dieron 220 dólares. Días después me pagaron y me quedé con el monopolio para proveer de arena a los responsables de las obras del Canal de Panamá en 2011».
Un año después, en 2012, comenzó con el negocio de la energía solar, y regresó a España y creó Cox Energy en 2014. Y de ahí al cielo. «Cuando viajo a Estados Unidos, me preguntan, ¿quién es el señor Cox?. Soy yo, les digo, es el pueblo en el que nací», bromeó. Orgulloso de sus orígenes, de sus raíces, Cox es ahora mundialmente conocido; en junio de 2018, la revista Forbes le presentaba en su portada como «el hombre de la energía solar». En 2019 se le reconocía como uno de los latinos más influyentes y comprometidos con la acción climática.
Y el próximo lunes, 3 de julio, sale a bolsa Cox Energy, empresa con la que tiene previsto invertir 6.000 millones de euros en distintas actuaciones en países de América del Sur y de Europa en los próximos años. Y desde que se hizo con Abengoa, ha saneado sus cuentas y ha aumentado su plantilla en 1.700 empleados, alcanzando los 11.200. «¿Qué cómo es un día normal para mí? No hago nada en especial, veo a mi familia y sobre todo juego con mi hermana de 6 años», explicó entre la timidez y el pudor.
Acabó su conferencia. Había cumplido su palabra, había hablado de corazón.
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