Gastronomía

Quién me ha robado el mes de abril

La historia cotidiana de ciertos locales se ha escrito en abril con la métrica de la incertidumbre

Calendarios
El ocaso de ciertos establecimientos no se puede achacar a las significativas idas y venidas del calendario sobrevenidoLa Razón

Hay momentos de la realidad que no permiten salirse de ella. La vuelta a casa de los clientes después de la peregrinación vacacional durante los puentes del mes de abril, rescata a algunos bares de la nimiedad en la que han estado sumidos los últimos fines de semana. La frase del título nos aproxima y nos comisiona para analizar el futuro de estos establecimientos mientras nos refugiamos, literalmente, bajo el palio del regreso a la normalidad.

La historia cotidiana de ciertos locales se ha escrito este mes abril con la métrica de la incertidumbre. Han sufrido un golpe de realidad, mientras algunas predicciones se han cumplido al pie de la letra. La legitimidad de cualquier valoración, requiere de una premisa previa innegociable, el respeto a la realidad. Y esta es evidente, como es habitual, la cadena de festivos, incluida la Semana Santa, ha incrementado el consumo de la hostelería, significativamente, en los locales turísticos, costa y pueblos de interior.

Tampoco debemos exagerar ni edulcorar el presente, ni la minúscula irrelevancia para algunos ni la mayúscula preocupación para otros. Y es ahora, sobre esta valoración sobre la que quiero extender mis consideraciones. El ocaso de ciertos establecimientos no se puede achacar a las significativas idas y venidas del calendario sobrevenido, lunes festivo postizo incluido, si no a la sombra del cambio de hábitos de consumo que merman la ocupación y la recaudación. Estos episodios son los que marcan el devenir de cierta hostelería y se convierten en el talón de Aquiles de algunos restaurantes. Los peligros por desgracia los tienen bien presentes y las oportunidades tendrán que descubrirlas.

En hostelería, no se puede afirmar que nunca… es nunca jamás como tantos episodios del pasado reciente han confirmado. No hace falta ser un profeta para reconocer que en la restauración no todo está en quiebra, pero parte de lo que está puede pasar a la categoría de cuestionado.

El éxodo vacacional de los puentes (no) es una mera coartada. Una compleja exploración nos traslada que cada detalle cuenta en este aparente proceso, incluida la necesidad de reinvención. La prolongación festiva de los lunes da profundidad al descenso de reservas y clientes durante el fin de semana. Lo que sigue es de sobra conocido. Reproches y cruda obsesión. «Si se esto, no debería haber abierto», nos apuntan.

El aluvión de comentarios y reproches, a garganta pelada, de algunos restauradores contrasta con el beneficio de la duda de otros profesionales de cuyo equiparable criterio tampoco abrigo una sola duda. Un vaso medio lleno o medio vacío, así es siempre el pensamiento en la restauración. Jornadas de euforia pero también de sufrimiento, de celebración y de resistencia. Sobremesas de esperanza y pesimismo, difícil equilibrio, en las reservas anticipadas. La catarsis de los puentes festivos de abril no es la causa interminable. La restauración es una continua historia de superación cotidiana. Resistir es vencer. El mes de mayo anticipa gestos de redención y sobremesas comprometidas.

Es evidente que los puentes se han convertido en una cabalgata lenta para un buen número de restaurantes atenazados por el cliché fundamental de la vital recaudación de los fines de semana. Los reproches al calendario forman el pilar narrativo de sus quejas. El eco agridulce del restaurador tiene un ansia de transposición, como de querer meterse en el cuerpo de otros profesionales que han tenido un abril exitoso. Nunca llueve a gusto de todos, incluso de los que barruntaron el parón cuando analizaron el calendario.

Aunque los casos aislados, como las experiencias particulares, nunca sirven para juzgar la realidad hacen falta las futuras estadísticas y cifras del mes pasado que permitan acercarse a ella, más allá de las opiniones o vivencias, presentadas a menudo por cada uno como la incontestable vara de medir las cosas.

No es momento de trasladar teorías sin poso, ni especular con la suerte de los locales que han sufrido el pasado mes. En la medida de lo posible hay que refugiarse en el presente mayo como un baile de bienvenidas a las puertas de un verano marcado por el termómetro hostelero a alta temperatura.

Entre los tonos y politonos de queja y sorpresa de algunos restauradores surge la ocasión para parafrasear el título de la canción de Joaquín Sabina… «Quién me ha robado el mes de abril» como una hipótesis sobre la que quizás se debe especular en el futuro.