Obituario

El arzobispo Benavent ensalza la figura de Vicente Collado: “Fue un apasionado de la Palabra de Dios”

El sepelio del canónigo de la Catedral de Valencia llena el templo de la ciudad

El sepelio de Vicente Collado tuvo lugar el domingo en la Catedral de Valencia
El sepelio de Vicente Collado tuvo lugar el domingo en la Catedral de ValenciaLa Razón

El féretro con los restos mortales de Vicente Collado Bertomeu estaba sólo en la plaza de la Almoyna, frente a la puerta románica de la Catedral, dispuesto para su ingreso en el recinto, a la espera que el arzobispo de Valencia, Enrique Benavent, acompañado del Cabildo Catedralicio y numerosos sacerdotes, le recibieran oficialmente para las solemnes exequias previstas. Por dicha puerta, la más antigua, entraba a diario Collado para asistir a la Misa Conventual y a los oficios, como canónigo emérito, en la institución donde actuó como fabriquer.

El día que tomó posesión de su canonjía versó ante los capitulares sobre el gozo que le iba a suponer rezar y cantar los salmos de las horas litúrgicas. Todo en él giraba en torno a la Palabra de Dios manifestada y expresada en la Biblia, la que conocía desde joven en profundidad.

Varios sacerdotes, entre ellos el joven Álvaro Almenar, depositaron sobre su ataúd, a los pies del altar mayor, los ornamentos litúrgicos de celebración de la Misa, para que ya en el cielo, junto a Dios, don Vicente pudiera celebrar allí su primera Misa. En los primeros bancos sus familiares y amigos venidos desde Oliva, su pueblo natal. También desde Jávea donde creó el Jardín de la escritura, un lugar de reposo y reflexión en torno a la Biblia.

El funeral llevaba la firma del propio Collado, ornamentos blancos, de alegría, y altar decorado con flores, aparte de las varias coronas enviadas. El templo lleno, a pesar de la prontitud del funeral, la Misa Conventual, 9.30 de la mañana, de un domingo en que Valencia amanecía aletargada, cansada, adormecida después de tantos días de fiesta.

Impresionó la homilía del arzobispo Enrique Benavent, sin papeles, sin apoyaturas al uso, sin los clásicos clichés ininteligibles clericales llenos de lugares comunes y tópicos. Se notaba que el prelado había sido alumno de Collado, de quien dijo fue un apasionado de la Palabra de Dios, dedicado toda su vida a estudiarla, promocionarla, hacerla llegar a la gente de la mejor manera posible.

Fue un claro homenaje al sabio a la vez que humilde profesor, quien hasta sus últimas horas de sus 86 años estuvo al pie del cañón, cuando ya podía poco administrando el sacramento de la reconciliación. Un hombre del que resaltó Benavent había sido profesor de varias generaciones de sacerdotes de la Diócesis y un escritor de los profetas. Al arzobispo le salió clara, sencilla, entendible, fluida, emotiva y profunda, de lo profundo de su corazón.

Es de justicia subrayar este gesto del arzobispo donde expresaba su ser y sentir de pastor para uno de sus sacerdotes más comprometidos con la difusión de la Palabra de Dios y con las misiones que la Iglesia le había encomendado, entre ellas la responsabilidad de las tareas de encuentro con las otras confesiones religiosas y cristianas, el ecumenismo. Ha sorprendido Benavent con esta actitud hacia los sacerdotes por cuanto que es un giro importante de los prelados en la Diócesis antaño tan distanciados de su propio clero. Osoro y Cañizares ya iniciaron el viraje, después del que el arzobispo García Gasco no iba a visitar a sus sacerdotes enfermos ni oficiaba sus funerales.

El Cabildo cantó la Missa de Angelis, con el Gloria in excelsis, total alegría, y el canónigo tenor, Miguel Bou, brilló como siempre en los salmos responsoriales. Fue más que un momento triste, un gozo, un homenajes, una acción de gracias a Dios por el don que había concedido a la Iglesia con Vicente Collado Bertomeu y su apasionada obra, tarea, que quedó simbolizada, asumida y recapitulada en el texto de Isaías (55, 10-13) “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo, y no vuelven allá sin regar antes la tierra y hacerla fecundar y germinar para que dé semilla al que siembra y pan al que come, así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos.”

Se ha hecho un emotivo, sincero, sentido y justo reconocimiento al sacerdote y al investigador, al profesor y al enamorado, apasionado, de la Biblia, de la Palabra de Dios, lo cual es de reconocer y agradecer. Un hombre sencillo, humilde, sabio, discreto y cristiano, acogedor, con los brazos siempre abiertos, extendidos, a todos, tirios y troyanos, a la manera de cómo describe Miguel de Unamuno a Cristo en su poema al retratado por Velázquez.

Fue enterrado posteriormente en el panteón de Canónigos del cementerio general de Valencia.