“Maldita feminista”: El libro en el que los hombres no son tan malos
Loola Pérez reivindica que las mujeres luchen por sus derechos alejándose de los tópicos, los clichés, el populismo y las banderas oportunistas. Pide un feminismo con los pies en la tierra, más humanos, que apele a la convivencia y que cuente con los hombres
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«Las consignas revanchistas contra los hombres han empezado a aburrir hasta a las piedras. Supongo que en algún momento de mi vida yo también asumí esta actitud. Mientras creía que todos los varones eran machistas y representaban un peligro para mi integridad, confiaba en que tal suposición desempeñaba una especie de función social o compromiso político». Esto lo escribe Loola Pérez en la entrada de uno de los capítulos que forman parte de su primer ensayo «Maldita feminista» (Seix Barral). En un mundo como el nuestro, hecho alrededor de afirmaciones y verdades reveladas y asumidas, ella ha optado por lo más punki que ha existido siempre, la mirada crítica, que es algo que continúa siendo políticamente incorrecto y que, además, suena como a disidencia o desplante, porque eso de ir por libre, o sea, pensar, nunca ha sentado bien a nadie y menos a los grupos, y hoy somos todos muy grupales. Ella, que, en un maridaje nada usual, ha conjugado en su habla las ideas maduras con un lenguaje joven y algo generacional, que no debe confundirse con trivial, liviano o inexacto, pasa bastante de calificativos, etiquetas o carteles y, sobre todo, de que la vayan tachando por ahí de «mala feminista». Entre otros motivos porque ella es tan feminista cualquier otra, aunque hace una clara advertencia en su libro: «Me reconozco comprometida políticamente con el feminismo. Por ello, aborrezco a quienes han convertido el feminismo en una sucesión de mediocridad, control social y neurosis».
En estas páginas que serán polémicas, Loola Pérez, filósofa, que trabaja como integradora social, denuncia que «el feminismo de Estado, el de las políticas públicas caracterizado por su simplicidad, su rentabilidad electoral y su comodidad institucional, impone sus formas a la rebeldía feminista originaria, esa que asociaba las demandas del feminismo a valores universales como los derechos humanos, la libertad de expresión, la libertad sexual o la presunción de inocencia». Exige, en un argumentario bien cuidado, más humanización, más reflexión y más crítica en el feminismo y reconoce que una de las cosas que más le molesta hoy en día es el uso populista del feminismo y la explosión del populismo dentro de este movimiento . Y si, todo lo anterior no es suficiente, encima reconoce que no todos los chicos son malos.
Conspiración de «machirulos»
Loola Pérez,que reconoce que sufrió abusos, levanta la voz contra aquellas que todavía denuncian el heteropatriarcado en nuestras sociedades. Y contra los que todavía esgrimen esa retórica, ella afirma que en «Occidente (…) las mujeres han ganado no solo en derechos, también en seguridad, poder y libertad. El patriarcado se ha resquebrajado». También suscribe por eso, que «las desigualdades y discriminaciones que sufren en la sociedad algunas mujeres no corresponden a una conspiración de “machirulos” opresores. Puede que para muchas personas cuestionar esto sea absolutamente inaceptable, pero mantener hoy la creencia de que el patriarcado existe en Occidente, además de no explicar con precisión las desigualdades entre los sexos, responde al doble interés de seguir manteniendo a las mujeres en una especie de infancia mental y negarles, consecuentemente, la responsabilidad de la emancipación. El patriarcado ha dejado de ser el “statu quo” para convertirse en una especulación doctrinaria sobre las relaciones entre hombres y mujeres».
Loola Pérez reconoce que hay tantos hombres malos como mujeres malas y que el feminismo ha podido influir en una distorsión en la relación entre ambos sexos, aunque la mayor parte de la sociedad no está ahí. Dice que esta concepción obstaculiza tejer redes y vínculos entre ellos y ellas, arruina la espontaneidad y no ayuda a desarrollar una convivencia saludable entre los dos. Aunque también reconoce que los hombres están en la actualidad viviendo una transformación que ha desestabilizado el modelo de masculinidad, tal como sucedió con las mujeres cuando se incorporaron al mundo laboral y se tambaleó la idea que hasta ese momento tenían de la feminidad.
La autora reivindica el feminismo también como una preocupación de los hombres y no solo de las mujeres: «Cuando hablamos de igualdad, debemos dejar que ellos también puedan opinar, incluso para decir que no están de acuerdo. Hoy en día parece que si algunos rechazan ciertas ideas nuestras, enseguida tiene que cargar con la etiqueta de machista. Pero lo que debemos tener en cuenta es que ellos deben participar». Por eso, Loola Pérez se muestra en desacuerdo o, al menos, tiene serias dudas sobre la actual composición del Ministerio de Igualdad y si ha sido la más idónea: «Cada vez estamos mejor equilibrados entre hombres y mujeres. La participación de mujeres implicadas en asuntos políticos ha ido creciendo progresivamente. Esto está muy bien constituido en el Gobierno actual. Pero cuando nos fijamos en el Ministerio de Igualdad nos damos cuenta de que todo son mujeres. ¿Qué pasa, que no existen hombres capaces de hablar de igualdad como lo hacemos nosotras? ¿No tenemos una figura masculina que sea capaz de participar en estos mismos asuntos? En este sentido hemos caído en el “mujerismo” y no en el feminismo». Loola Pérez apostilla: «Esta actitud deja la impresión de que los hombres no saben nada de igualdad, que no saben empatizar con las mujeres y, con sinceridad, me parece injusto. Nos estamos olvidando de lo que nos hace humanos, que es la convivencia, la empatía, el compañerismo y la igualdad. El mensaje que se está dando con esa elección es que como tenemos un Ministerio de Igualdad, todo deben ser mujeres. El mensaje es tan simplista...».
Loola Pérez, que reconoce como muy positivo que hayan salido a la luz los abusos que ha denunciado el #MeToo, se muestra en desacuerdo con VOX y lo que están intentando inculcar en la sociedad y asevera que «el Pin parental es una medida que se debe a las ansiedades sociales de muchos sectores católicos y viene a minar la convivencia democrática, los pilares de la educación pública y el papel de los profesores, cuando todo el mundo sabe que las familias pueden participar en la programación de los centros. Es jugar con la inocencia y la ignorancia de la ciudadanía. Y me parece preocupantes, porque estamos en un momento muy delicado, sobre todo con las últimas noticias que dicen que la gonorrea ha crecido de manera alarmante entre los jóvenes, igual que otras enfermedades sexuales que están ahí. Eso sucede porque no tenemos una educación sexual. Hacemos lo mínimo en ese sentido y algunos quieren que hagamos menos».
La autora también comenta que «el machismo se ha reinventado en las redes sociales y ha aumentado el control sobre las parejas. A través de ellas y de la tecnología algunos pueden ver cómo viste su pareja, con quién ha quedado y la manera que tiene de relacionarse con unos y otros. Eso es algo muy privado, pero en algunas parejas se ha institucionalizado dar las contraseñas de tu correo y redes. Si no se las das a tus padres, a tus amigos o en tu lugar de trabajo, ¿por qué se las entregas a tu pareja?», se pregunta.