Crítica de "M": El amor es un cuchillo ★★★✩✩

Dirección y guión: Yolande Zauberman. Intérpretes: Menahem Lang. Francia-Israel, 2018, 105 min. Documental.

Decía Kafka que el amor es ese cuchillo que escarba las heridas. Yolande Zauberman recurre a una cita parecida del escritor checo para que entendamos qué ha intentado hacer con este retrato descarnado de Menahem, que a los 36 años decide volver a la comunidad hasídica de Bnei Brak, cerca de Tel Aviv, para rendir cuentas con un pasado de abusos sexuales durante su infancia, permitidos y silenciados por rabinos y padres cómplices. En su condición de víctima, pero también de paria y traidor al feroz hermetismo de esta comunidad judía ultraortodoxa (aireó su caso en la televisión pública), Menahem se confiesa a tumba abierta, da vueltas y vueltas sobre su propio discurso mientras conduce y se encuentra a otras víctimas de violación, que contarán su historia, y también a alguno de sus verdugos.

A menudo no sabemos quién es quién en sus errancias, porque la película se abre en canal, enseña sus vísceras, es alevosa y nocturna, y se pierde en el magma de sus digresiones. Es más acumulativa que sintética, como si en la redundancia encontrara algún tipo de curación. Piensa más en su objeto de estudio que en el espectador, que, con todo, asiste a la visita guiada por un mundo opaco, asfixiante, con una cierta estupefacción, sobre todo cuando percibe que Menahem no solo quiere su cuchillo para atacar sino para reconciliarse con los suyos.