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Cultura

Charo Otín: «El cerebro olvida todo lo que no usa»

Es doctora en Neurocontrol motor, CEO y cofundadora del Método Foren y le obsesiona el desaprendizaje. Para combatirlo, realiza métodos y ejercicios para ayudar a personas enfermas

Charo ortiz .
Charo ortiz .Ruben mondelo .La razon .

Charo Ortín es una de esas mujeres excepcionales cuyos méritos conviene señalar cualquier día del año, pero más un 8 de marzo. Es CEO y cofundadora del Método Foren, una solución integral contra el inmovilismo a través de la Realidad Virtual para lograr la máxima recuperación de quienes dejan de andar y de moverse. El cerebro se olvida de andar cuando no anda. Y a Charo Ortín ese desaprendizaje le obsesiona desde que comprobó, a los 19 años en un voluntariado en un piso de acogida para mujeres presas que gozaban del tercer grado, que «tras cuatro años en prisión habían perdido muchas de sus facultades: tenían problemas de audición, de gusto y muy pocas habilidades sociales. Les costaba entender la empatía y terminar las secuencias. Abrían el grifo, pero no lo cerraban, encendían la luz, pero no la apagaban… Y todo era porque en la cárcel se te da hecho, así que sus cerebros lo habían olvidado».

–¿Comprobar que el cerebro desaprende la hizo cambiar de carrera?

–Sí, porque necesitaba entender por qué desaprendía. Por eso me fui de la educación hacia una carrera sanitaria como es la Terapia Ocupacional, luego me especialicé en patología neurológica y después hice un doctorado en neurocontrol motor, donde pude aprender que el movimiento de patologías graves conlleva un reaprendizaje motor.

–¿Qué puede hacer que nuestro cerebro desaprenda?

–Las lesiones neurológicas o traumatológicas que conllevan un periodo largo de inmovilismo, como puede ser una lesión medular o un ictus. Y también una fractura compleja como lo es la de cadera en un anciano. Ese desaprendizaje puede hacer que se produzca una atrofia y esa atrofia puede llevar a infecciones, demencia, incontinencia, depresión… Y precipita hacia un deterioro muy grave que incluso hace que se reduzca la esperanza de vida. ¡Y es algo que con un mes de rehabilitación intensiva se puede remediar!

–¿El Método Foren, que crearon ustedes hace diez años, consigue que el cerebro reaprenda?

–Así es.

–¿Y en qué consiste exactamente?

–Lo que buscamos con el Metodo Foren es recuperar el movimiento. Volver a caminar, a manejar un miembro superior y la mano… Volver a conseguir la máxima autonomía. Y, para lograrlo, utilizamos por un lado los pilares de la intensidad, la repetición y la motivación del deporte, que implantamos en la neurología, y, por otro, la neurociencia , para comprender cómo se comporta el cerebro a través de la neuroimágenes que nos ayudan a entender cómo habla el cerebro con los músculos, o cómo se aprende el movimiento y se desaprende a caminar con el inmovilismo, igual que las presas desaprendían a cerrar el grifo o a apagar la luz.

–¿Se puede desaprender cualquier cosa?

–Todo lo que no usamos. Hay ciertas patologías cuyo principal signo, por desgracia es ese: el olvido absoluto. Una demencia final es una atrofia cortical que hace que te olvides incluso de ti mismo, que no sepas ni quién eres.

–¿Y cómo reeducan el cerebro del paciente, cuando aún es posible, para que recuerde y se recupere el movimiento?

–Pues además de esas técnicas deportivas de intensidad, repetición y motivación hemos descubierto que la realidad virtual es una herramienta genial para ayudar a que no se olviden los movimientos y ciertas funciones; para que no nos olvidemos de cómo es caminar y de que tenemos dos piernas, no una, sino dos, la derecha y la izquierda, y entendamos la lateralidad; para que seamos conscientes de que las piernas miden un metro diez centímetros…

–¿Todo eso se olvida si se destroza el cerebro?

–Sí, porque no se usa. Con la realidad virtual, el paciente va a ver otra realidad a través de unas gafas que se coloca, tras explicársele que todo tiene una base neurológica, que el movimiento se desaprende y que al cerebro hay que darle una motivación de manera muy contundente para que luche contra su propia biología ofreciéndole un estímulo que consiga convencerle de que esas piernas que no usa siguen ahí y de que se mueven a voluntad. Se trata de utilizar la realidad virtual para conseguir un impacto en los mecanismos de plasticidad.

–Es una especie de engaño al cerebro, ¿no?

–Sí, porque se trata de hacerle retroceder a cuando éramos bebés y aprendíamos, a través de las neuronas espejo por imitación, porque queríamos parecernos a nuestros padres. Al colocarse las gafas, los pacientes ven simulado el movimiento de sus piernas y se produce una neuroestimulación.

–Ustedes notan la mejoría de sus pacientes y el neurobiólogo italiano Giamoco Rizzolati, premio Príncipe de Asturias 2011, mostró interés por su trabajo. ¿Cuál es el siguiente paso para que llegue a más gente?

–Escribir artículos basados en evidencias científicas con una muestra suficientemente alta. Pero se necesitan recursos…

–¡Ojalá los consigan! Hoy es 8 de marzo, ¿qué mensaje le daría una mujer tan vocacional y voluntariosa como usted a una sociedad que aún no ha conseguido la igualdad por completo?

–Hemos conseguido la libertad de elegir qué estudiar o qué trabajo desempeñar y que núcleo familiar establecer sin que se nos juzgue o repudie, pero creo que, aunque aparentemente las cosas han cambiado, el poso verdadero, el auténtico estereotipo, aún no se ha eliminado. Es importante, para que las cosas salgan bien, que el pensamiento universal sobre la igualdad sea rotundo, sea el único posible.

Personal e intrasferible
Charo Ortín nació en Madrid en 1982, está casada y tiene tres hijos. Se siente orgullosa «de mi familia». Se arrepiente «de no haber dado lo máximo en ciertos momentos». Perdona, pero «no olvido». Le hace reír «todo» y llorar «todo. Puedo hacerlo siete veces al día». A una isla desierta se llevaría «un libro enorme». Su manía es «morderme las uñas». Su sueño recurrente es «hablar». Su vicio «las patatas fritas». De mayor le gustaría «ser sabia» y si volviera a nacer «sería lo mismo».