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Christian Gálvez: “¿Por qué tengo que renunciar a ser quien quiero ser?”

El presentador vuelve al terreno de la ficción con una novela muy real: “Hannah” (Penguin), un claro homenaje a un cónsul alemán del partido nazi en Florencia que arriesgó su vida para salvar a miles de italianos judíos
Cristina BejaranoLa Razón

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Dualidad, esa es la palabra que define la nueva novela de Christian Gálvez. Dos tiempos históricos, la Florencia nazi y la actual. Dos líneas argumentales protagonizadas por dos personajes muy distintos, uno real y otro ficticio. El primero, un cónsul alemán al servicio de los fascistas que arriesgó su vida durante la Segunda Guerra Mundial para ayudar a huir a multitud de italianos judíos. El segundo, una joven llamada Hannah que descubrirá en el presente como aquel diplomático salvó a su abuela del terror nazi. Una obra que supone todo un homenaje a la gran e ignota historia de Gerhard Wolf, más conocido como el “Guardián del Ponte Vecchio”. ¿Por dónde íbamos? Ah, sí. Dualidades como hilos conductores de una narración que se convierte en un fascinante viaje por los rincones más desconocidos de Florencia. Dualidades como las que representa él mismo: presentador y escritor.
-Del Renacimiento a la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué?
-Surge con la necesidad humana de querer cambiar de perspectiva y de línea editorial respecto a todo lo que había hecho del Renacimiento. No había cansancio del lector porque cuando anuncie a Hannah la gente demandaba a Rafael, que llegará, pero si había cierto cansancio del autor por intentar encontrar algo distinto en un momento muy particular de mi vida. Paso mucho tiempo en Florencia y había oído la leyenda urbana, fake new, de que Hitler se enamoró del Puente Vecchio y decidió no volarlo ante el avance de los aliados. Me puse a investigar y dio la causalidad o casualidad de que observé y no iba enfrascado en el móvil durante la breve travesía que dura el puente. Si uno no está ensimismado en colgar un selfie para demostrar al resto del mundo donde está, hay una placa maravillosa que nadie se para a leer. Te cuenta el hito honorifico que se le conceden a Gerhard Wolf, el cónsul alemán que durante la ocupación fascista se dedicó a salvar la vida a los judíos y el Ponte Vecchio. La Segunda Guerra Mundial es un periodo que no me fascina, pero sí las narraciones de las personas. Necesitaba demostrarme a mí mismo que soy capaz de encontrar otras historias y, sobre todo, que soy capaz de contarlas. No sé cuál será el resultado, si venderá mucho o poco, pero creo que yo también tenía una necesidad de hacer justicia con la memoria histórica de este país. No pretendo alejarme de Leonardo. Él, Miguel Ángel, Botticelli, están presentes en Hannah. Hablamos de Florencia. La primera escena de la novela, in media res, sucede bajo la estatua de Leonardo que está en la galería externa de los Uffizi.
-La palabra que resume la obra es dualidad. Como a usted, presentador y escritor
-Estas dualidades están buscadas desde el primer momento. Me gustaba mucho el punto dual de que como metáfora el puente significara el paso entre la vida y la muerte. Si lo cruzas te salvas y si no sabes que vas a sucumbir ante la barbarie nazi. Le llamamos Hannah porque es un palíndromo, se lee igual de izquierda a derecha que de derecha a izquierda. Con esto, ya te estoy indicando que Hannah tiene presencia en las dos Florencias, la de 2019 y 1944, con las dos generaciones: abuela superviviente en la Segunda Guerra Mundial y su nieta, que es la que investiga toda la historia. La dualidad de Gerhard Wolf es la de ser un diplomático al servicio del ciudadano, pero que se le impone pertenecer al Partido Nacional Socialista. Vive en la ambigüedad. ¿Qué tengo que representar o personificar y quién soy en realidad? Yo tengo esa dualidad. En el libro aparecen muchas citas de Goethe, que como filósofo alemán inspira mucho a la figura de Wolf y mi inspira mucho a mí. Goethe viene a decir que aquel que renuncia al hombre que tiene que ser, casi, está muerto en vida. ¿Por qué tengo que renunciar a ser quien quiero ser? No es una cuestión de trabajar en torno a la crítica o la alabanza, se trata de trabajar en torno a la demanda. Al final lo que hacemos es generar contenido y, si hay gente que lo consume, seguiré proporcionándolo. Si hay una dualidad que reside entre el haz o critica lo que los otros hacen, siempre estaré en el lado de la producción.
-¿Por qué Gerhard Wolf? ¿Qué te identifica con él más allá de vuestras dualidades?
-Creo que es una historia maravillosa precisamente porque Gerhard Wolf, en comparación con otros grandes héroes, es un tipo que no tenía nada que ganar, más bien mucho que perder. Cuenta como, a pesar de ello, su leitmotiv de la vida era la solidaridad y el amor al prójimo. Rescatar una historia como esta creo que nos da un poco de esperanza y positivismo. No es muy conocido porque pertenecía al Partido Nacional Socialista. Sabemos que Alemania, desde el punto de vista sociológico, político e intelectual, intenta borrar todo esto. No se ensalza el nazismo, hay un silencio. Incluso un duelo. Ensalzar la figura de un tío que perteneció al Partido Nazi es un poco complicado (ríe). Respecto a lo que me identifica con él... Es una buena pregunta, me hace reflexionar y me gusta (se queda pensando). Hay muchos cursos de oratoria para saber hablar en público, pero no existen cursos para aprender a escuchar. Algo que nos une a Wolf y a mi es que los dos sabemos escuchar.
-¿Cómo ha sido el proceso de documentación?
-Me ha costado mucho menos, ya que se trata de un proceso de investigación muy local. En mis anteriores novelas cuando yo hablo del Renacimiento, hablo de un periodo histórico. Hablo del conjunto de los estados italianos que formaban lo que conocemos como Italia. Es un movimiento global de sensibilización filosófica, política, económica, teológica, etc. En este caso, hablamos de cómo afectó la Segunda Guerra Mundial a Florencia. No te cuento el origen ni el auge del Nacional Socialismo. Tampoco la marcha sobre Roma de Mussolini. No, eso ya paso. Te narro como viven esos personajes ese periodo en esa ciudad, que hoy conocemos como la Patria del Arte, desde los Etruscos pasando por los Médici. A partir de ahí, la búsqueda entra a formar parte de la novela. ¿Cómo llegamos a un tío del cual no existe a penas información? Te lo cuento en la novela a través de Hannah. El tiempo invertido en investigación es directamente proporcional al tiempo invertido en escritura. Es decir, los fallos, errores, frustraciones, callejones sin salida en los que yo me he encontrado están también plasmados en la escritura y es parte de la emoción. Es una montaña rusa de emociones.
-¿Lo más sorprendente de esa investigación?
-Yo que paso mucho tiempo en Florencia, lo que más me llamó la atención, lejos del arte, fueron dos cosas. La primera, saber que Santa María Novella, estación que está muy cerquita del apartamento donde yo me quedo a escribir, fue uno de los puntos calientes desde donde fueron deportados miles de judíos a Auschwitz. Y la segunda, saber que, en Florencia hubo, no campos de concentración pero si, pisos donde se llevaron a cabo mutilaciones o interrogatorios salvajes y que eso se permitió.

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