En el día mundial de los museos: “Celebrar la empatía”
Los directores del Museo Picasso de Málaga, de la agencia Pública para la Gestión de la Casa Natal de Picasso, Colección Museo Ruso y C. Pompidou Málaga y del Thyssen de la ciudad andaluza reivindican el poder del arte
Es poco conocido que la celebración cada 18 de mayo del Día Internacional de los Museos, tiene su origen en un encuentro entre profesores y museólogos que acaeció en el Palais de la Decouverte parisino en el año 1951. El estamento escolar tomó conciencia allí de que las ideas y métodos usados por los museos tenían que estar a disposición de todas las escuelas de Francia y se acordó crear un plan para que los museos se comprometieran a participar activamente en la elaboración de proyectos educativos. Lo que empezó siendo un encuentro de expertos para analizar la relación de los museos con la educación, se convirtió en la llamada «Cruzada para los Museos».
Un movimiento con vocación internacional que muy pronto fue asimilado por la Unesco y las organizaciones museísticas de diferentes países. Hacía poco que había finalizado la segunda Guerra Mundial; eran años convulsos, de descolonización, creación de nuevas naciones y promoción de la cooperación internacional. En la inquietud que nos produce el porvenir inmediato, vale la pena recordar que en una época tan crítica de reconstrucción política, económica y social como aquella, la cultura no se quedó atrás.
En la incierta situación que nos toca vivir, parece importante rememorar que el nacimiento de un evento global cuya bondad hoy en día suele valorarse en base a la fría y política contabilidad de rankings y datos estadísticos, vino marcado por el convencimiento de que el museo es una institución vinculada a la formación de la ciudadanía. Según fuentes del Consejo Internacional de Museos (ICOM) la convocatoria del año pasado alcanzó una cifra récord de participación: más de 55.000 museos en unos 150 países. Un éxito global. Nadie entonces podía imaginar el complicado escenario en el que nos encontramos y la diversidad de retos que nos salen al paso.
Hace ya más de dos meses los museos se vieron obligados a cerrar sus puertas de un día para otro y mandar al ubicuo universo del teletrabajo a equipos humanos que en su gran mayoría no están preparados ni tecnológica ni metodológicamente para ello. A fin de evitar el colapso, el impacto de esta situación anómala ha obligado a reinventar el modo de sacar digitalmente adelante un tipo de infraestructura cultural que en su médula promueve la experiencia física y el contacto directo con la obra de arte. Es cierto que la compartida soledad del confinamiento ha demostrado una vez más que las limitaciones potencian la creatividad, activando capacidades de gestar sendas alternativas tratando de asegurar la supervivencia intelectual y la comunicación. Para muestra el botón del dinámico proceso de mutación digital que están llevando a cabo museos de todo el mundo.
Ahora nos encontramos preparando con ilusión la nueva apertura de los museos de Málaga. Descubrimos otros modos posibles de pensar y llevar a cabo las tareas y el compromiso con la sociedad que este tipo de agente cultural nunca debería olvidar: su obligación de contribuir al bien común. Los museos son instituciones con un papel social y económico incuestionable. Es urgente que nos preguntemos como realizar satisfactoriamente estas obligaciones en el nuevo escenario social que se está creando estos días: ¿de qué modo tendrán que desarrollar su actividad los museos para una comunidad afectada seriamente por las tres crisis: la sanitaria, la social y la económica? Quizá el tema propuesto globalmente para celebrar este año el Día Internacional de los Museos de 2020 nos da valiosas pistas: «Museos para la igualdad: Diversidad e inclusión», o sea favorecer nuestra participación afectiva en realidades muchas veces ajenas a la vida que transcurre en las oficinas de gestión y en las salas públicas de los museos.
Celebremos una meta a largo plazo más que un día entonces invirtiendo más en la empatía. Es algo que exige el esfuerzo de la comprensión mutua, la cooperación y la integración abandonando el espacio del confort de lo que ya se sabe hacer, para explorar todo aquello otro hacia lo que no sentimos emoción (la empátheia griega) con el fin de incluirlo en el propio espacio simbólico. No hay motivos para creer que en la llamada nueva normalidad tengan que cambiar las misiones principales de los museos: conservar, estudiar y dar a conocer el patrimonio artístico. Sin embargo para hacer sostenible el futuro próximo de la dinámica «Ciudad de los Museos» en la que Málaga se había convertido y para legitimar estas instituciones en un momento de tanta incertidumbre colectiva como belleza compulsiva, parece importante comprometerse con el poder blando de ejercer influencia con las ideas, el conocimiento, los valores y la cultura participando en la regeneración de las redes que sostienen el tejido urbano propiciando otro significado a la presencialidad en el museo y facilitando el poder y la representación del otro. Así podríamos verificar si el museo es un bien de primera necesidad y no solo un producto más para el ocio y el turismo propios de sociedades opulentas. De nosotros depende.