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Los libros de la semana: de la rebelión de un grupo de mujeres a las aventuras de los Hermanos Grimm

Mientras que Ginés Sánchez ficciona en “Las alegres” la crónica de una revolución feminista, “Los cuentos de los Hermanos Grimm” regresan de la mano de una increíble reedición de la germanista Helena Cortés
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Cuando ellas dijeron basta ya

La narrativa de Ginés Sánchez (Murcia, 1967) se caracteriza por una radical originalidad. Desde una primera novela, «Lobisón» (2012), retrato de una marginación adolescente, hasta «Mujeres en la oscuridad» (2018), historia de tres personajes femeninos abocados a un intrigante destino común, pasando por «Entre los vivos» (2015), descenso al infierno particular de su desarraigado protagonista, y la celebrada «Los gatos pardos» (2013), relato de vidas cruzadas con sorprendente desenlace sentimental, encontramos una elaborada escritura, que aúna el realismo clásico con atmósferas vagamente distópicas y espacios de perfil apocalíptico.
En esta misma línea aparece ahora «Las alegres», ficcionada crónica de una rebelión feminista que, desde planteamientos de pacífica concienciación social, irá avanzando hacia reivindicativas acciones violentas. La novela, ambientada en la inconcreta población hispanoamericana de Cheetah, arranca con la relación de los numerosos abusos sexuales, vejaciones y crueles tratos que sufren las mujeres. La adolescente colegiala Cynthia, quien faja su naciente pecho para evitar el peligroso deseo masculino, su amiga Camila, y sus hermanas Sofía e Isabella pueden testimoniar el constante acoso que sufren. Se irá gestando así un combativo grupo de oposición a esta desoladora realidad. Mujeres desaparecidas, violadas y asesinadas conformarán el detonante de una espiral terrorista de imprevisible alcance.

Inestabilidad social

Conocido con la denominación que da título al libro, este grupúsculo irá extendiendo sus actividades y multiplicando la buscada inestabilidad social. Paralelamente se nos muestra la desnortada sentimentalidad erótica de un grupo de jovenzuelos: Luiz –su novia Yanela «es suya», Hugo –cuya madre había aparecido asesinada en un motel–, Benjamín y Carlos Alberto, consumidores habituales de pornografía, que se incorporan así a un secular machismo, con una mentalidad que objetualiza sexualmente a la mujer. A través de una diversidad de registros narrativos, que incluye atestados policiales, dictámenes jurídicos, informes técnicos o testimonios variados, va creciendo una historia de profundos desajustes sociales y oscuras tragedias íntimas. Proliferan aquí siniestros y abusivos sujetos, como el viejo primo Severiano o el prototipo masculino conocido como «Champion».
Las redes sociales cobran un protagonismo esencial porque son el nefasto punto de contacto entre adolescentes sin formación ética, cuando no la pantalla tras la que se esconden individuos de aviesas intenciones. Jóvenes que se aburren, adultos acechantes y un amenazador entorno machista despiertan el contenido furor de unas mujeres sometidas. Esta novela rica en americanismos, cuidada prosa, pautada estructura, trepidante ritmo narrativo, unos bien construidos personajes y acertada mirada crítica combina la denuncia social con un dramático intimismo, y la distanciada ironía con el compromiso ético.
Jesús Ferrer

Los Grimm, por fin sin censuras

A comienzos del XIX los hermanos Grimm, grandes estudiosos del folklore, se pusieron a compilar, de fuentes diversas, las teselas de la narrativa popular que se contaba en las casas de toda condición. Desde entonces nació el interés por desentrañar los viejos esquemas narrativos, tan conocidos de todos, y surgieron paralelos en diversas latitudes. Se descubrió un lenguaje tan universal como el de la mitología y una suerte de protonarración, al modo en que los indoeuropeístas querían por entonces desvelar las raíces de las lenguas comparadas. Algo más tarde, al acabar el siglo, se aunarían estos estudios al descubrimiento de otro gran lenguaje común, el de los sueños.
Tras Perrault, y con más base filológica, los Grimm fueron pioneros en la sistematización de ese gran legado inmemorial, que sigue esquemas parecidos en Alemania, Rusia, América o las diversas tradiciones asiáticas en torno a un cúmulo de esquemas básicos del héroe maravilloso, que desde entonces han sido analizados con enorme interés, como prueban la morfología de Propp o el monomito heroico de Campbell. Se desvelaban los rígidos patrones de la narrativa quizá más antigua y primordial, la que más profundamente refleja los propios orígenes de la humanidad, su sociedad, sus ritos, miedos y desafíos.
Los cuentos de los Grimm, lejos de ser solo cuentos para niños, poseen una potencia evocadora tremenda que habla de épocas pretéritas y de un saber condensado en lecciones duras e inolvidables y personajes arquetípicos a los que conviene volver a menudo. Son narraciones patrimoniales que otorgan una suerte de aprendizaje primitivo, como vio Bettelheim, en paralelo a la pedagogía del mito, esas historias de la tribu que también proporcionan un aprendizaje certero, y a la del sueño, que exploraron Freud y Jung.

Sin adornos

La primera edición de los cuentos, quizá la más brutal por estar desprovista de todo adorno burgués o edulcoración literaria, se publicó en 1812, con 86 historias. Fue pronto seguida de una serie imparable de ediciones que retocaron el material original hasta mediado aquel siglo. Pero ahora, gracias al trabajo de edición, traducción y comentario de la germanista Helena Cortés y merced a los buenos oficios de La Oficina, se recuperan en español estos relatos maravillosos en versión primigenia. Conviene tenerlos siempre a mano –como nunca se habían contado, sí, al menos en español– porque, desprovistos de adornos que entorpezcan el acceso al lenguaje de la narrativa popular, resultan tan poderosos, inquietantes y evocadores como un sueño. No se los pierdan.
David Hernández de la Fuente