Museo del Prado: Cómo ver todas sus obras maestras en 90 minutos
Por primera vez reúne en las mismas salas a Van der Weyden y Fra Angelico, y mide «Las meninas» con «Las hilanderas»
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El Prado regresa el sábado y lo hace como los viejos roqueros, con sus grandes éxitos. La pinacoteca madrileña reabre con un montaje inédito y único de su propia colección permanente. Una exposición de sus mejores lienzos y artistas. Desde el miércoles 11 de marzo, sus tesoros permanecían cerrados al público y, para su reencuentro con los visitantes este 6 de junio, no se ha limitado a abrir las puertas sin más, lo que resultaría demasiado sencillo, y directamente se ha reinventado. El museo que se van a descubrir ahora los visitantes es muy distinto al que clausuró hace casi tres meses.
Para este itinerario excepcional «poscovid», que abarca 250 piezas, se han movido 190 cuadros. La reordenación ha durado dos semanas. El resultado: salas nuevas, impresionantes, casi irreconocibles, que, probablemente no podrán volverse a ver en el futuro. «El descendimiento» de Van der Weyden, y «La anunciación» de Fra Angelico son los dos primeros óleos que reciben a los turistas. Es la primera vez en su existencia que se han reunido estas dos tablas en un mismo espacio. Y no están solas. A su lado, de escuderos, tienen el «Adán» y «Eva» de Durero, «El tránsito de la Virgen» de Mantegna y «El cristo muerto sostenido por un ángel», de Antonello de Messina. El propio Miguel Falomir, director de la institución, lo reconocía: «Con el aforo normal sería imposible reunir estas pinturas porque la gente no cabría en la estancia. Habría un colapso».
En el epicentro de la pintura
Y no es la única. La sala XII, el corazón del edificio de Villanueva, el epicentro del museo, ha cambiado. También, por primera vez, se podrán contemplar juntas «Las meninas», «Las hilanderas» (que no habían estado expuestas desde, por lo menos, 1929), «Los borrachos», los cinco bufones (que forman un retablo magnífico que no empalidece al lado de las tres telas anteriores), cuatro retratos de Felipe IV, los dos filósofos, el «Conde-Duque de Olivares a caballo», «El príncipe Baltasar Carlos», «La adoración de los magos» y «La reina Doña Mariana de Austria». Es como una miniexposición dedicada a Velázquez que deja boquiabierto y que permite observar la evolución y las etapas por las que atravesó el artista, lo que permite apreciar el amplio abanico de su maestría. Para celebrar su regreso, este primer fin de semana la entrada será libre. Pero hasta el 13 de septiembre, cuando cierre este montaje, y de manera excepcional, el precio del ticket se reducirá a la mitad (7,5 euros la general, 3,5, la reducida) para invitar al público a que se acerque de nuevo a este buque insignia de la pintura.
Pero hay que tener en cuenta que los billetes hay que adquirirlos a través de la página web y que habrá que reservar hora y día. Su aforo se ha limitado a un tercio (de las entre 8.000 o 9.000 personas que reciben normalmente, ahora solo se admitirán a 1.800 –alrededor de unas ochenta personas cada media hora–) y solo se podrá deambular por las salas abiertas, las que corresponden a este recorrido. Su horario se mantendrá y será el habitual, de diez a ocho de la tarde los siete días de la semana, salvo los domingos y los festivos que cerrá a las cinco. Las dos últimas horas, como sucedía antes, será gratuito.
También se han tomado medidas sanitarias. Es obligatoria la mascarilla, al público se le tomará la temperatura (los que tengan más de 37,5 grados no podrán acceder y se les devolverá el importe de la entrada), habrá gel y se tendrá que seguir la señalización, que se ha establecido para que se entre por una puerta (la de Goya) y se salga por otra (la de Murillo). No habrá consigna, así que se recomienda que se lleve encima solo lo necesario para disfrutar mejor de una visita, que comienza en la Galería Central, que es más central que nunca.
Ahí se podrá contemplar «Carlos V y el furor», de Leone y Pompeo Leoni. A la escultura se le ha desprovisto de su armadura, lo que no se hacía desde 1921, cuando Ramón Gómez de la Serna descubrió, leyendo a Vasari, que se le podía quitar la coraza y se lo dijo al director del museo de entonces. A continuación se podrá disfrutar de «La rendición de Breda», que en este espacio parece desprender una luz nueva. Se exhiben, también por primera vez juntos, los «Saturnos» de Rubens y Goya. Y Patinir se codeará con Bruegel, El Bosco («El jardín de las delicias» es la gran ausencia, pero es una obra que no se puede mover), Rafael, Veronés, Tintorettó, Juan de Flandes y Guido Reni.
Tiziano y Durero mantienen un particular «tête à tête» con sus autorretratos. Pero no termina ahí. También se han reunido en una sala «La familia de Carlos IV» y el dos y el tres de mayo, los tres lienzos de Goya. Otra de esas salas que son irrepetibles. A lo largo de esta visita también podrá verse a El Greco (se han colocado sus retratos en una sola pared) junto a Artemisia Gentileschi y retratistas como Sánchez Coello, Sofonisba Anguissola y Antonio Moro, además de Clara Peeters, los bodegonistas españoles y Van Dyck. Hay un guiño a la pintura española del siglo XIX y las pinturas negras de Goya están representadas con «El perro semihundido» y «Leocadia Zorrilla». El recorrido es cronológico y permite conocer las distintas escuelas y corrientes representadas en el Museo. «Queremos que este retorno al Prado, sea algo especial. Da igual que se haya visitado, el Prado nunca se ha visto como ahora y nunca lo vamos a volver ver así. Quien lo vea, guardará en su memoria este montaje excepcional con el que queríamos dar bienvenida a los visitantes», comentó Falomir.