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Hengelbrock: de lo adusto a lo lírico

El director triunfó con su interpretación de la "Sinfonía nº6", muy poética

Thomas Hengelbrock, con la mascarilla, durante su concierto Festival de GranadaFestival de Granada

Obras: Obertura de «Fidelio» y «Sinfonías nº 8» y «nº 6» de Beethoven. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Director: Thomas Hengelbrock. Palacio Carlos V, 17 de julio de 2020. Festival de Granada.

Seguimos metidos en harina beethoveniana. Tras Zimerman y la Orquesta de Granada, la formación dependiente del Palau de les Arts de Valencia, aquella que naciera en su día de la mano de Helga Schmidt, Lorin Maazel y Justo Romero, ha tomado el relevo bajo el mando del alemán Thomas Hengelbrock (1958), fundador y titular de los magníficos conjuntos Balthasar Neumann. Como tantos maestros en la actualidad, este germano, de alta estatura y mentón avanzado, no emplea batuta y se expresa mímicamente a través de unos brazos de amplio recorrido y unas manos que parecen moldear el sonido y subrayar los aspectos rítmicos con notable eficacia. Por lo que hemos podido comprobar después de verlo en acción con anterioridad y tras seguir este su primer contacto con el conjunto valenciano, es director que aplica pautas hasta cierto punto historicistas, un poco en la línea de Harnoncourt, con quien trabajó en tiempos: ataques secos, presencia constante de los vientos, con metales agresivos, fraseos de extrema urgencia, dibujo preciso… y frecuente confusión de planos.

Todo ello, aplicado a machamartillo, contribuyó a que disfrutáramos muy relativamente de la obertura de «Fidelio», que sonó adusta y con frecuencia atropellada; y eso que la acústica al aire libre, de relativa reverberación, no favorece demasiado las borrosidades. La «Sinfonía nº 8» discurrió por parecido derroteros, cargada de acentos perentorios y cortantes desde el mismo comienzo, sin que en muchos pasajes pudiéramos escuchar las figuraciones de los violines (excelentes toda la noche). Mucho mejor el «Allegretto scherzando», que adoptó el necesario aire de ligereza. El trompa se lució en el Trío del «Menuetto», en el que Hengelbrock aplicó, sorprendentemente un inesperado «rallentando». En el «Allegro vivace» postrero se escuchó a duras penas el diseño del tema base y el complejo pasaje fugado posterior se ejecutó con escasa claridad.

Con la «Sinfonía nº 6», «astoral», el panorama –animado por las sensaciones que ante la contemplación de la naturaleza movieron la pluma de Beethoven– cambió radicalmente y la mano del director se tornó sorprendentemente poética. Las distintas voces de la orquesta empezaron a conjugarse líricamente tras un comienzo prometedor y un desarrollo bien medido, con dinámicas estudiadas. Antes de la repetición el primer violín parafraseó brevemente, en detalle un tanto chusco, el tema base. Nos gustó el balanceo de ese sutil 12/8, la fluidez con todo manó en la Escena junto alarroyo, bien que no siempre la líneas tuvieran la necesaria transparencia. Gran actuación de las maderas.

En su sitio el descriptivo «Scherzo», adecuadamente subrayado el bailable 3/4, e irregular la exposición del «Allegro» que evoca la «Tempestad», en la que no se graduó a satisfacción la progresión dinámica. La aparición de los tres trombones ha de tener un mayor impacto. De nuevo el compás ternario (6/8) se adueña de la situación en el «Allegretto» postrero, bien encauzado por Hengelbrock, que tuvo gran respuesta, en todas las familias, por parte del conjunto valenciano. La danza apareció de nuevo y asistimos a uno de los momentos más destacados de la interpretación, que delineó a conciencia las variaciones y llegó al «sotto voce» final, a ese «esplendor glorioso» del que hablaba Tovey, de la manera más natural. Se hicieron todas las repeticiones en ambas sinfonías. Éxito justificado en este caso.

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