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Por qué tienes que ver... “Proyecto Blue Book”: expediente ovni

Los episodios son un homenaje a los que hoy siguen pensando que no estamos solos en el universo
ED ARAQUEL
La Razón

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Tal y como dejan claro unos títulos explicativos al inicio de cada episodio, «Proyecto Blue Book» se basa en las pesquisas que el famoso ufólogo Josef Allen Hynek y la Fuerza Aérea de Estados Unidos llevaron a cabo en las décadas de los 50 y los 60 para tratar de determinar la existencia de ovnis. En su segunda temporada, la serie continúa recreando las aventuras que Hynek vivió en varios puntos de la geografía norteamericana mientras investigaba casos de avistamientos de «misteriosas luces en el cielo nocturno». Sigue siendo, pues, una colección de tramas envueltas de secretismo gubernamental que dejan claras la locura y la paranoia en las que el mundo permanecía envuelto durante la Guerra Fría.

La verdad está ahí fuera

«La verdad está ahí fuera», repetía una y otra vez el agente Fox Mulder (David Duchovny) a su compañera Dana Scully (Gillian Anderson) en la mítica serie «Expediente X», y ese mismo mantra es lo que en «Proyecto Blue Book» parece guiar al incansable equipo que Hynek compone en la ficción con su escudero, el capitán Michael Quinn. Juntos representan la unión entre la ciencia y el militarismo y entre el escepticismo y la necesidad de creer en aquello para lo que nuestra mente no parece estar preparada. Mientras los acompaña, la serie se mantiene fiel al espíritu de Hynek, un entusiasta doctor siempre dispuesto a escuchar a todos los testigos por muy disparatadas que a priori puedan sonar sus historias; y en el proceso sus episodios funcionan a modo de homenaje a todos aquellos que aún hoy siguen ilusionándose con la mera posibilidad de que no estemos solos en el universo.

Sucesos paranormales

«Proyecto Blue Book», en efecto, ha sido diseñada para dar placer a los amantes de las teorías de la conspiración. Después de todo, nada mejor para nutrir la fe en lo indemostrable que una batería de milagros o, si se prefiere, sucesos capaces de aturdir nuestros sentidos y desafiar toda explicación basada en evidencias científicas. Y la serie en todo momento se muestra proclive a dar crédito a las teorías más improbables, a atribuir un fenómeno extraño a la presencia de unos espíritus malignos con poderes sobrenaturales antes que a una serie de alucinaciones causadas por la inhalación de gases subterráneos. En cada episodio, el espectador es expuesto a situaciones que funcionan a modo tanto de historias de terror para antes de ir a dormir como de preguntas lanzadas al aire para poner a prueba aquello en lo que creemos.

Soberbia sinfonía actoral

Aiden Gillen, famoso sobre todo por su trabajo en la piel del sibilino Meñique en «Juego de tronos», vuelve en esta segunda temporada a dar vida a Hynek. Y a lo largo de ella vuelve a demostrar hasta qué punto la eficacia de la serie depende de la humanidad de la que el poderoso actor irlandés dota su retrato del paladín moderno. Caballero sin espada, Hynek pasea por despachos y bosques luciendo sombrero panamá, gafas con monturas de pasta y una filosofía de vida que le lleva siempre a tomar las mejores decisiones incluso en las circunstancias más desesperadas. Es el compañero de aventuras que todos querríamos tener al lado, y precisamente por eso logra que nuestra implicación emocional en sus desventuras sea total.

Un mundo loco

¿Y si la fiebre por los objetos voladores no identificados que padeció Estados Unidos a lo largo de las décadas de los 50 y los 60 fuera en realidad un efecto secundario del terror al apocalipsis nuclear con el que la sombra de la Guerra Fría amenazaba permanentemente a sus líderes y sus ciudadanos? ¿Y si los ovnis fueron una tapadera tras la que ocultar experimentos con nuevas tecnologías armamentísticas? Mientras pone ésas y otras dudas sobre la mesa, la serie consigue alimentar nuestro interés a través de una intriga de espías cuyos participantes son particularmente hábiles a la hora de ocultar sus verdaderas intenciones, y que exige al espectador tener un ojo puesto en el cielo y el otro atento a los movimientos del bando soviético. Imposible no sentirse sacudido por la tensión que ello provoca.

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