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Por qué tienes que ver... “Hipócrates”: superhéroes vestidos con bata blanca

Su interés reside en el retrato que ofrece del sistema hospitalario en una situación límite. ¿Les suena?
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En el Hospital Universitario Raymond Poincarré, centro público a las afueras de París que afronta uno de los momentos más críticos de su historia, transcurre «Hipócrates». La llegada de un nuevo y potencialmente letal virus mantiene en cuarentena a buena parte de su plantilla de médicos, y esas bajas deberán ser ocupadas por un equipo de residentes que, ayudados por un misterioso forense, deberán compensar el estrés y su escasa experiencia profesional haciendo gala del arrojo, la intrepidez y el hambre propios de quien todavía tiene que mostrar su valía.

La consulta del Doctor Lilti

El interés de «Hipócrates» reside principalmente en el retrato que ofrece del ecosistema hospitalario. Casi toda su acción se concentra en los despachos, los quirófanos y los minúsculos habitáculos que los sanitarios usan para tomarse necesarios descansos durante sus interminables guardias. Tanto cuando explora la gestión administrativa del centro médico como a la hora de escenificar densas conversaciones trufadas de jerga médica, la serie da la sensación de estar manejada por alguien que conoce de primera mano en ese tipo de universo. Y es lógico: Thomas Lilti, su director y coguionista, fue médico de familia antes de probar suerte con una carrera cinematográfica que siempre ha estado temáticamente vinculada a dicha profesión.

Píldoras para no aburrirse

A pesar de que su principal voluntad es acercarnos a la verdad del mundo en el que transcurre, «Hipócrates» no renuncia a entretenernos. Sus episodios ofrecen una satisfactoria mezcla de géneros como el drama romántico, el thriller de investigación e incluso la intriga de connotaciones políticas. Los personajes que recorren los pasillos del Raymond Poincarré protagonizan una sucesión casi inagotable de enredos amorosos, patologías escalofriantes, puñaladas por la espalda y momentos lúdicos que degeneran en grandes resacas.

Estado de la salud pública

En cualquier caso, lo que aporta a la serie la mayor parte de su envergadura dramática es su dimensión social y política. Al fin y al cabo, en esta época de pandemia mundial y pánico generalizado ante la posibilidad de un colapso del sistema sanitario, sus episodios nos ofrecen un siempre necesario recordatorio de la importancia de cuidar a aquellos que dedican su vida a cuidarnos a nosotros. En los últimos tiempos nos hemos acostumbrado a considerar a los profesionales de la medicina y la enfermería como algo parecido a superhéroes, y eso es un peligro. Por este motivo se agradece que «Hipócrates» desmonte el tópico exponiendo las vulnerabilidades que muestra un grupo humano sometido a situaciones de presión extrema, a una flagrante sobreexplotación y, en general, a una precariedad laboral causada por recortes presupuestarios.

La voz de la experiencia

Quizá el personaje que encapsule de forma más precisa el espíritu de la serie es uno en apariencia secundario, y que de hecho no entra escena hasta después de que todas las piezas narrativas de la peripecia narrativa parezcan estar ya sobre el tablero. Se trata del veterano doctor Jean-Pierre Bayle –encarnado magistralmente por Jackie Berroyer–, una glorificada eminencia que vuelve del retiro para echar una mano al desbordado personal sanitario del Raymond Poincarré. Las interacciones de Bayle con el entorno, decimos, acarrean buena parte de la sabiduría humana que la serie pretende transmitirnos, y nos recuerdan la importancia de no juzgar por las apariencias, de hablar después de haber escuchado con suma atención y respeto, y de mostrar siempre la disposición a aprender de cada persona que tengamos al lado.

La revelación Leklou

Sin embargo, el personaje que sin lugar a dudas está destinado a ocupar un mayor espacio en la memoria de los espectadores durante mucho tiempo es otro: Arben, forense de raíces albanesas obligado por las circunstancias a ocupar una posición de liderazgo. Cada vez que él aparece en escena queda en evidencia el sorprendente talento que rebosa Karim Leklou, que en los últimos tiempos se ha confirmado como uno de los valores más al alza de la nutrida escena actoral francesa. Su mirada siempre expectante, sus silencios cargados de sentido y sus gestos contenidos son los pilares sobre los que «Hipócrates» apoya buena parte de su peso dramático.

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