Por favor, no copien a Hitchcock
Ben Wheatley se atreve con una nueva adaptación de “Rebeca”, la novela de Daphne du Maurier, alejándose sustancialmente del espíritu icónico y auténtico de la versión cinematográfica de los años cuarenta
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Entre senderos retorcidos, reflejos de luna caleidoscópicos, la perversidad de un imponente caserón y una abigarrada verja de hierro orbitando en los recuerdos de una mujer con el inolvidable rictus temperamental y la voz titubeante de Joan Fontaine, da comienzo una de las escenas iniciales más celebradas de toda la filmografía de Hitchcock. En la década de los cuarenta el cineasta logró uno de esos comienzos magnéticos que todavía permanecen encapsulados por derecho dentro de la historia del cine. Lo cierto es que cuesta extirpar del imaginario clásico el poder de las frases gloriosas, de las afirmaciones totalizantes, de aseveraciones tan célebres como la pronunciada en este caso por la hermana menor de Olivia de Havilland.
Ochenta años después de la enunciación de aquel susurrante “anoche soñé que volvía a Manderley”, la tormentosa historia de amor con raíces novelescas (publicada por la autora Daphne Du Maurier en 1938) entre el impecable lord Max de Winter y una joven desorientada, exasperadamente tímida y soñadora, adquiere naturaleza de contemporánea gracias a la intervención de Ben Wheatley. El remake de “Rebeca” del director se aleja perversamente del espíritu clásico y envolvente de la propuesta del maestro del suspense para aproximarse de forma consciente o no a una narración mucho más actualizada, plastificada, casi televisiva, de la pulsión de un romance encabezado por la actriz Lily James (familiarizada con el genuino ambiente “british” gracias a su participación en “Downton Abbey”) y el hercúleo Armie Hammer, cuya popularidad subió exponencialmente tras su aplaudida interpretación en una belleza cinematográfica de Luca Guadagnino llamada “Call me by your name”.
Introducir “Rebeca" en audiencias modernas cuyos encuentros iniciales con la historia tuvieron lugar, con toda probabilidad, durante su adolescencia, era una de las motivaciones principales de Wheatley, pese al dudoso logro de su pretensión. “”Rebeca” es una novela clásica que creía conocer bien. Pero cuando leí el guión me di cuenta de que no me acordaba nada bien de la historia. Pensé que tenía alguna especie de amnesia cultural, pero cuando hablé con otra gente de mi generación tampoco eran capaces de recordarla con precisión me di cuenta de que no estaba siendo recordada como debería", afirma el director.
En ese intento por trasladar las particularidades de la novela, Ben Wheatley se mantiene firme y no modifica la trama. Aún así, se permite licencias con respecto a figuras como la señora Danvers, ama de llaves y encargada omnipresente de Manderley (a quien da vida Kristin Scott Thomas), quien en un arrebato de nostalgia y derrota lanza una proclama con tintes feministas ensalzando la figura de Rebeca, su añorada e idolatrada señora, que resulta del todo forzada, casi artificiosa. Tanto o más que los propios recuerdos.