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Raimundo Amador: “Escuché a Hendrix y ya no quise aguantar señoritos nunca más”

El guitarrista publica hoy nuevo trabajo con las colaboraciones de El Langui, Concha Buika y su nieta, Toñi Amador

Raimundo Amador publica nuevo trabajo
Raimundo Amador publica nuevo trabajoRaimundo Amador

No tocaba por necesidad, sino porque le apasionaba. Raimundo Amador (Sevilla, 1959) recuerda que su padre, que era músico en una banda, le enseñó los palos del flamenco y él se sentaba en el escalón de la casa a practicar. “No pasábamos hambre, porque mi padre trabajaba, pero vivíamos en una chabola. Y yo me pasaba la tarde practicando en la puerta y la gente se acercaba a verme. Lo que pasa es que me di cuenta de que sabía tocar muy bien pero no sabía acompañar a nadie al cante o al baile. Y supe que necesitaba echarme a la calle”, cuenta Amador por videoconferencia desde Sevilla, justo ates de la salida de su nuevo disco, “60 aniversario en casa”, de título muy propio en el año de la pandemia. Ese echarse a la calle quería decir dejar de vivir el flamenco solo. Y bueno, pasar el platillo para sacarse unas perras.

“Mi padre me enseñaba cosas y yo las machacaba. Soleás y todos los palos del flamenco. Y entonces fue cuando empezamos con el platillo, nos tiramos a la calle. Le mentí a mi padre, le decía que me quedaba en casa de mi primo y nos pasábamos toda la noche tocando donde fuera”, cuenta Amador, que a los 12 años ya actuaba en “El martinete” y después en “Los gitanillos”, donde conoció a Camarón y Paco de Lucía. “En la calle aprendes. De la vida cotidiana y la profesional. Es la mejor escuela para todo. Yo sabía mucho pero no sabía nada. Me di cuenta de que ensayar tanto ya no me hacía falta”. Tocaba por veinte duros de niño. Luego trabajó de camarero y friegaplatos y cuando terminaba la jornada, le decían, “niño, ponte aquí”, y tocaba por un dinero extra. “Hasta que escuché a Jimi Hendrix y me mató. Fue el “Red House”. Y desde ese día ya no quise aguantar a los señoritos nunca más”, cuenta el que formase algunos años después Veneno y Pata Negra. “Los señoritos venían y te ''bordeaban''. Mucho, te hacían muchas putadas y éramos unos niños. Te tenían toda la noche tocando, te hablaban con malas maneras y de repente desaparecían, se iban sin darte nada. Quería explorar otras cosas. Yo iba con el pelo alisado hasta que escuché a Hendrix y metí los dedos en el enchufe. Llevaba el pantalón perfecto y empecé a llevarlo roto”, ríe el guitarrista que cambió la chabola por las 3.000 viviendas de Sevilla.

Otra cosa fue la recepción de su padre. “No estaba contento, no. Era guitarrista. Le gustaba Machín, pero Hendrix o Pink Floyd, no. Decía que le sonaban a perros y gatos peleando. Después ya con el tiempo se dio cuenta de que la gente estaba con nosotros, que no andábamos tan equivocados. Creo que lo llegó a comprender”. Amador se convirtió en un “hippie”. “Iba a la casa de los amigos y fumaba y bebía y tenía menos dinero que de niño. De crio llevaba siempre un billete de cinco talegos y luego me hice hippie y nunca tenía nada”. Y se metieron en “todos los fregaos”. “Siempre fuimos valientes en la música. Con Veneno y con Camarón, que fueron incomprendidos. Que me venían los gitanos a protestarme por lo que habíamos hecho. Los mismos que veía llevar el disco a El Corte Inglés a descambiarlo y luego decían que era el mejor que había hecho. Y también nos pasó, pero menos, con Pata Negra, que la gente estaba un poco más preparada para escuchar algo así. Pero al final siempre me ha ido bien”.

Pero la raíz gitana y flamenca siempre estaba ahí. El blues lo hacen negros y blancos, igual que el flamenco lo hacen gitanos y payos. ¿Hay alguna diferencia? “A ver, yo creo que la hay. Pero mira, el Capullo de Jerez me ha tenido engañado toda la vida. Le conozco de hace 40 años y me enteré hace dos que no es gitano. Aunque bueno, ese está metido en el bote, claro. Y luego está Eric Clapton, que cada vez cantaba más negro. Y yo creo que es porque ha padecido mucho. Mucha ''duquela'' y muchas calamidades es lo que ha tenido. Y eso le pasa igual a los flamencos, que también cantan porque hemos pasado muchas fatigas”, apunta. Y tanto en el blues como en el flamenco, ambas tradiciones tuvieron que ser “validadas” por el hombre blanco. “Fíjate que a todos los ''bluesman'' solo se les aceptó cuando los Rolling Stones empezaron a hacer versiones suyas y por fin pudieron ir de gira. Y con Camarón pasó lo mismo. El artista más grande que ha habido tuvo que ser aceptado por la intelectualidad con las letras de Lorca y todo eso”. ¿Y Raimundo Amador cómo toca? “Yo toco blues, pero como un gitano. Mi hermano Rafael sí que tocaba como un negro y yo quería tocar como los negros. Pero nunca lo he conseguido, qué se le va a hacer si yo toco como un gitano...”.

Con su nieta y en casa

En el nuevo disco de Raimundo Amador todo es muy familiar. Está grabado en su estudio casero, producido junto a su hijo en el sello propio, Tito Chaplin (“le pusimos ese nombre porque Chaplin era gitano”, explica) y en él canta su nieta, Toñi Amador, que canta dos versiones “Shape of My Heart”, de Sting y “Back To Black”, de Amy Winehouse. “Canta increíble. Es un talento enorme y ya tengo otros temas grtabados de ella cantando a Sinatra”, explica el guitarrista, que ha llevado bastante mal el año de la pandemia. “Tengo miedo, la verdad. No salgo a la calle apenas. María Jiménez me ha regalado una cinta de esas de andar y lo hago en casa. Me salieron altos los triglicéridos y lo tengo que bajar. Pero correr no corro, que eso es de cobardes”.