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Nacho Abad: «Como en los grandes amores, la política y los medios de comunicación también se odian»

Publica «El candidato», un thriller entre el poder y el periodismo que tiene inspiración directa en la actualidad
CONNIE G. SANTOSCONNIE G. SANTOS

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Tras años especializado en información de tribunales y sucesos, el periodista y criminólogo Nacho Abad, un rostro además televisivo, decidió dar el salto a la novela y, como no podía ser de otra manera, al género negro. Publica «El candidato» (La Esfera de los Libros), su tercera obra, galardonada con el premio Letras del Mediterráneo 2020. Un thriller trepidante entre lo político y periodístico ambientado en un contexto real cercano. Tras la moción de censura a Rajoy y el primer Gobierno de Pedro Sánchez, el más breve de la historia, se convocaron elecciones generales y es justo en ese momento histórico donde se sitúa la trama. Tan actual que aparece el CIS de Tezanos y descripciones que puede recordarnos el nombre de algún político en activo.
Lázaro es un empresario de éxito dedicado al reciclaje. Su sensibilidad por el medio ambiente lo lleva a presentarse a las elecciones en un partido que apuesta por la ecología, la transparencia y una nueva manera de hacer política. Inesperadamente, las encuestas lo dan ganador. Pero, dos días antes de las elecciones, la Prensa destapa una denuncia por agresión sexual ocurrida diez años atrás. El candidato defiende su inocencia alegando que los grandes poderes quieren sacarlo a empujones de la carrera electoral. Comienza una intriga que desvela cómo se manipulan las noticias y se maneja emocionalmente al electorado.
–Dice que sufre escribiendo.
–Muchísimo, porque intento que todo cuadre y sufro hasta conseguirlo. Mi placer viene de la gente que opina. Lo mejor que te pueden comentar es que engancha y, afortunadamente, eso me dicen quienes lo han leído, que es adictivo y no han podido soltarlo hasta el sorprendente final.
–¿Los políticos actuales tienen mucho de marketing?
–Ese es un tema que trato, se lanzan globos sonda para ver cómo se reacciona, ya no se hace política pensando en la política, sino moldeando el mensaje para que sea mejor recibido. Ves que hay una realidad de cara al votante y otra en los círculos del poder.
–¿Política y medios se necesitan mutuamente?
–Sí, al menos, siempre van de la mano y, como en los grandes amores, también se odian. La vida pública no es comprensible sin los medios de comunicación, es una ecuación indivisible.
–¿Todo vale por una buena noticia?
–No es que todo valga, es que el periodismo ha girado con las nuevas tecnologías y el consumo no es el que leíamos de jóvenes y a veces se abusa del sensacionalismo. Cuando económicamente no es viable, cuando el periodismo no tiene fuerza ni músculo financiero independiente, está condicionado. La solvencia económica da libertad.
–¿Los escándalos y la culpabilidad venden?
–Más que las buenas noticias y la inocencia, lo vemos en el libro o en noticias como las de Rafael Amargo o Sandro Rosell, la detención vende, luego veremos si hay o no algo. Rosell estuvo en prisión y fue absuelto, pero el titular sobre su inocencia ya no es el mismo.
–El libro descubre un periodismo que busca la verdad y otro que desea vender.
–Quería plantear ese debate. Creo que hay que vender, que un proyecto tiene que ser viable, pero también que hay que defender el trabajo bien hecho y no estoy tan convencido de que siempre sea así, sobre todo, cuando hay partidos políticos que se dedican a crear medios afines.
–¿Hasta dónde llega, o debe llegar, la ética?
–El problema radica en que, como es cuestión de cada uno, cada uno tiene su ética.
–¿Necesitan reciclarse políticos y medios?
–Todos lo necesitamos, lo dice el protagonista respecto a las encuestas. Yo creo que necesitamos un tiempo de sosiego para pensar, aunque el mundo no da tregua.
–¿Sabe si lo han leído en la Moncloa?
–Me encantaría que se lo leyesen todos los políticos y sé que a algunos les está interesando. De la Moncloa he recibido una carta dándome las gracias, así que está en ese entorno (risas).