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La escritora Najat el Hachmi gana el Premio Nadal 2021

La autora ganadora denuncia en esta obra los abusos del tiempo que le ha tocado vivir a través de dos hijas de la inmigración marroquí
Miquel GonzalezShooting
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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La pandemia ha hecho que el Premio Nadal sea este año diferente. La tradicional celebración literaria en un céntrico hotel de la Gran Vía de Barcelona, organizada por Ediciones Destino, se ha visto en esta edición suspendida y se ha dejado paso a una rueda de prensa para presentar la obra ganadora. Y está ha sido “El lunes nos querrán”, una novela firmada por Najat el Hachmi, una autora que ha logrado siempre el respaldo del público y la crítica, especialmente desde que se alzó con el Ramon Llull con “L’últim patriarca”.
En el año en el que se conmemora el centenario de Carmen Laforet que obtuvo el primer Nadal, en 1944, con la reivindicativa “Nada”, Najat el Hachmi toma su relevo con “El lunes nos querrán”, presentada a concurso como “Intrusas”, bajo el seudónimo de Cristina López. La obra nos expone una historia, la de la amistad entre dos mujeres jóvenes, ambas hijas de la inmigración marroquí. Nos encontramos en los años previos a la crisis y es en ese momento cuando son más visibles las dificultades para enfrentarse ante el día a día de un barrio en el que la mayoría son inmigrantes. En la novela premiada se visualizan las complejidad consecuencia de habitar en un barrio donde la mayoría de sus habitantes son inmigrantes. La mujer no lo tiene nada fácil para ser alguien independiente, libre de lastres de corte machista. Eso es lo que quieren lograr las dos protagonistas de este texto que buscan el camino hacia su libertad, aunque se sentirán de alguna manera frágiles al emprender caminos e iniciativas que no habían sido promovidas por ninguna mujer de su entorno en fechas previas. Ellas son las primeras en pensar en estudiara una carrera universitaria o lograr un trabajo con un sueldo. Son pioneras, pero esa no quiere decir que lo tendrán fácil sino todo lo contrario. Tendrán que luchar contra los elementos y estos son los de los roles de género difíciles de cambiar. Su vida privada también conocerá cambios con respecto a lo que se vivía hasta ese momento, porque eran las madres las encargadas de concertarles los respectivos matrimonios. Todo ello causará en ellas una impresión amarga, distanciándose de una sociedad que ya no entienden como suya porque las rechaza. Poder ser una “mujer trabajadora” no era tan sencillo como habían pensado en un primer momento. A todo ello, a toda esa reivindicación, deben plantar cara las protagonistas de “Los lunes nos querrán”.
Como dijo en rueda de prensa, su novela tiene a “dos protagonistas, dos mujeres que les toca crecer en lo que es la periferia de la periferia. Tienen casi todo en contra para lograr libertad, condicionantes como procedencia, sexo y clase social. Pese a eso siguen adelante para tener una vida digna”. La escritora quiso dedicar el Nadal a “las mujeres que viven en una circunstancia dura, muy lejos de la libertad. Aunque parezca difícil, es posible. Aunque tengamos la tentación de volver, sí hay posibilidad de seguir adelante y tener una vida digna. Eso es posible. Este premio es para las valientes que se salieron del camino recto”.
De nuevo, Najat el Hachmi vuelve a demostrar que es una autora comprometida con su tiempo y que escribe y denuncia sobre los abusos del tiempo que le ha tocado vivir. No es una cronista sino que intenta arrojar nueva luz sobre situaciones, momentos y entornos de un mundo que no siempre nos muestra su mejor cara, especialmente cuando eres una mujer y tus raíces están fuertemente vinculadas con la inmigración.
Nacida en Nador (Marruecos) en 1979, la ganadora del Premio Nadal se instaló con su familia en Cataluña cuando contaba con ocho años de edad. Licenciada en Filología árabe, su primer libro publicado ya fijaba algunas de las líneas argumentales de su obra literaria. Fue el texto autobiográfico “Jo també sóc catalana”, aparecido en 2004, aunque el gran éxito lo logró cuatro años más tarde con la novela “L’últim patriarca”, ganadora cuatro años más tarde del Premi Ramon Llull. Aquella historia de una joven marroquí que trataba de alcanzar su libertad, un fresco que se remontaba a sus orígenes en algún lugar de Marruecos hasta la actualidad en la Península, logró un enorme éxito que pasó nuestras fronteras, hecho que se materializó con la traducción de la obra en diez lenguas.

Encendida denuncia

Las mujeres de origen marroquí, especialmente las rifeñas, se han convertido en las grandes protagonistas de la prosa de la escritora. Todas ellas tienen en común las dificultades para ser ellas mismas en un mundo que se presenta machista, con independencia de estar en Marruecos o en España. Las presiones a las que se enfrentan son parte de los mimbres con los que se tejen la narrativa de la nueva ganadora del Premio Nadal. Probablemente fuera “La cazadora de cuerpos” la novela más rupturista con respecto a esta línea, al contarnos la aventura de una mujer que trabaja como limpiadora en una fábrica de pizzas, con un gran apetito sexual y que trata de llenar sus carencias acostándose con todo tipo de hombres.
Pero, con esa excepción, los siguientes libros contienen una encendida denuncia, en ocasiones con ecos autobiográficos, de las mujeres de raíces extranjeras en nuestro país. Eso es lo que vemos, por ejemplo, en “La hija extranjera”, con el conflicto emocional vivido por una madre inmigrante y su joven hija, o en “Madre de leche y miel”, donde nos topamos con la vida de una mujer nacida en el Rif y que se ve obligada a emigrar sola con su hija de ocho años. Hablamos de ficción o autoficción, pero algunos de estos temas también los ha hecho suyo en un interesante ensayo “Siempre han hablado de nosotras”, un valiente manifiesto sobre feminismo e identidad. “El lunes nos querrán” se alzó entre las 1.044 obras presentadas en la edición de este año del Premio Nadal, galardón dotado con 18.000 euros y que contó en esta edición con un jurado formado por Alicia Giménez Bartlett, Care Santos, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello y Emili Rosales.
REIVINDICAR LA IDENTIDAD
En un terreno narrativo actual en que imperan los géneros de entretenimiento, a la cabeza la novela policial y la novela histórica, cuesta encontrar propuestas que desde la ficción encaren problemáticas específicas de nuestra actualidad, que cuestionen el “statu quo” y los convencionalismos sociales. Más si cabe cuando la tiranía de la corrección política ha hecho que quien se posicione pueda arriesgarse a ser menospreciado o etiquetado de modo harto superficial. De tal modo que surjan escritoras que sean capaces de urdir tramas narrativas con reivindicaciones como trasfondo siempre constituye una buena noticia.
En este sentido, Najat El Hachmi es un caso particular de nuestro panorama literario, cuya obra va en busca de manifestar y atestiguar su diversa identidad. Aflora en su verbo las ganas de impedir que los hombres sigan hablando por las mujeres, que el velo propio de la religión islámica no se petrifique en la educación de los más pequeños y no se vean en las aulas de los colegios. El machismo en el islam es una de sus mayores preocupaciones, y fue asunto central en una novela como “El último patriarca” (2008); una decisión argumental valiente, por cuanto ponía encima de la mesa un tema candente e incómodo para los creyentes ortodoxos. Una lucha que es continua, que parte de una profunda frustración: cómo las mujeres sufren la segregación hasta quedar invisibles para la sociedad.
El Hachmi sabe bien que, antes que nada, es ser humano, mujer, ciudadana; que todo ello va antes que cualquier religión, y que la presión por no ser una “buena musulmana” todavía es lacerante, sufriendo un continuo chantaje emocional, familiar, comunitario. Tales acusaciones al final cuajan en la sensación de ser una traidora. Pero entonces surgen voces que rompen el silencio como esta catalana de origen marroquí que, aún hoy en día, ve a jóvenes a su alrededor teniendo que justificar, defendiéndose, por qué no llevan un pañuelo cubriéndole el rostro.
Toni MONTESINOS