El libro maldito: «La celda de Próspero»: cuando Lawrence Durrell abandonó el paraíso ante la invasión nazi
En este libro el autor refleja su recuerdo de la isla de Corfú y da cuenta de la desdicha que supone dejar la tierra que se ama debido a la guerra
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Este libro no es maldito por sus transgresiones, infracciones morales o postulamientos estéticos, sino por lo que asoma en sus márgenes, lo que presupone en sí misma su escritura apremiante en la ciudad de Alejandría. Lawrence Durrell, el autor de esa autovía literaria que es «El cuarteto de Alejandría», partió de la poesía y de una obra rechazada por su vocabulario obsceno y su explícita carga sexual en Gran Bretaña, su tierra natal (él mismo, un cosmopolita, pondría objeciones a considerarse inglés y circunscribirse a las limitaciones que encierra el concepto de «patria»). Una obra que tituló como «El libro negro» y que al final tuvo que publicar en esa ciudad de tolerancia y tolerancias que llamamos París. El texto se publicó después de que mediara otro escritor censurado por las voces de la corrección de su época, Henry Miller, y solo en los setenta llegó a encontrarse en las librerías británicas.
Pero existe una parte vital de Durrell que no discurre en Egipto, Chipre, Inglaterra o Francia, donde falleció, sino en Corfú. Se mudó a la isla griega durante los años treinta del periclitado siglo XX con su madre y sus hermanos. Gerald, el menor de ellos, también despuntaría como escritor y culminaría una trilogía biográfica sobre su estancia allí compuesta por «Mi familia y otros animales», «Bichos y demás parientes» y «El jardín de los dioses», que ha dado pie a una serie de televisión, «Los Durrell», que ahora goza de ese raro privilegio que denominamos éxito. La residencia en esa ínsula, vinculada a la «Odisea» de Homero, el accidentado viaje de Ulises y otras varias mitologías de la antigüedad, dejó una fuerte impronta en Lawrence Durrell y sus allegados, como se dice hoy, hasta alcanzar una dimensión literaria y casi legendaria en su conciencia y en la de sus lectores.
La tierra de la felicidad
Pero ese idilio de juventud acabó abruptamente por cortesía de los fascismos. El inicio de la Segunda Guerra Mundial obligó a la familia Durrell a regresar a la lluviosa y mortecina Inglaterra. Lawrence permaneció en Corfú hasta la invasión nazi, una situación ya insostenible que lo abocó a una escapada digna del mejor prófugo a través de Chipre. Desde allí saltó a la distante Alejandría, donde su inspiración se encontró con Justine, alma y carne de su «Cuarteto». Desde Cavafis, evocaría con urgencia sus recuerdos de Corfú antes de que la memoria y el olvido hicieran mella en ellos. «La celda de Próspero» es la suma de sus vivencias en esa tierra de olivos, pinos, calas y vinos. Un lugar donde reflexionó sobre qué preguntaría a Sócrates y da cuenta de la polémica que debaten sus habitantes: ¿Corfú inspiró a Shakespeare «La tempestad», su última obra? Son unas páginas bellas, trazadas con el compás de la nostalgia que suelen retener los desterrados y esos privilegiados que una vez rozaron el raro pájaro de la felicidad y la dicha más absoluta. Una impresión que queda más acentuada cuando se conoce que al fondo aguardaba el retumbar de la guerra.