Hollywood remata a Weinstein
La directora Kitty Green realiza en “The Assistant” una sutil y demoledora bajada a las cloacas del entorno profesional del ex productor
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Pronunciar el nombre de Harvey Weinstein es desde hace poco más de cuatro años sinónimo inequívoco de abuso, de repudio, de vergüenza, de espanto. Tras un dilatado proceso judicial y la ineludible entrada en prisión del ex productor estadounidense, aún sobrevuela la enrarecida sensación de que al mentarlo en voz alta el de Queens podría aparecer por detrás, como los espíritus o los acosadores, que no actúan de frente por miedo a ser descubiertos. Pero lo cierto es que los barrotes de la celda de la prisión de máxima seguridad de Wende, ubicada en el norte del estado de Nueva York, advierten sobre la imposibilidad de que esto suceda. El veredicto de la justicia fue cristalino y Weinstein declarado culpable por los cargos de violación y acto sexual criminal y condenado a 23 años de cárcel.
Tan solo un año después de la sentencia, la mochila engrosada por la ejecución de reprobables y delictivas actuaciones que portaba el depredador sexual desde que en 2017 docenas de mujeres le señalaran públicamente y le acusaran de haber cometido acoso y abuso sexual y de poder, lejos de aflojarse con el paso del tiempo hasta descolgarse con ligereza de los hombros, activaba la necesidad en la debutante en el largometraje Kitty Green de hablar sobre cosas que debían ser habladas. “Sentía que hacer directamente una película sobre la figura de Harvey Weinstein ahora mismo no tendría mucho sentido porque él ya está en prisión, de modo que en teoría no hay más problemas relacionados con lo que pueda llegar a hacer. Pero sí con lo que ha hecho. La gente no debe pensar que porque Weinstein esté en la cárcel, los problemas se han terminado. Él representa la institucionalización de un modo de actuar con las mujeres que se ha llegado a tomar como ejemplo en muchas ocasiones y que trasciende las barreras de lo íntimo o lo excepcional”, explica al otro lado de la pantalla la cineasta sobre las bases contextuales utilizadas para la creación de su nuevo proyecto, “The Assistant”, que aterriza hoy en la plataforma Filmin.
Llama particularmente la atención la ocultación intencionada tanto del nombre como de la cara del productor a lo largo de la cinta. El espectador no conoce de forma completa la identidad del sujeto en cuestión, pero relaciona de forma automática los comportamientos que presenta este jefe despótico, manipulador y sórdido construido por Green, con los del verdadero Weinstein: “No quería reparar en su nombre o en su aspecto. Son elementos que no me interesaban nada. Lo que quería mostrar esencialmente era el comportamiento del resto de empleados de una productora de cine, la cotidianidad de sus movimientos tanto personales como profesionales, todas esas pequeñas cosas que convierten cualquier oficina del mundo en un lugar opresivo. Por eso esta historia no habla sólo de Harvey Weinstein y su modus operandi, sino de las miles de situaciones incómodas a las que tienen que enfrentarse las mujeres todos los días”, señala la directora para LA RAZÓN.
Sirviéndose de un tono minimalista alejado de las grandes producciones y potenciando una más que evidente sobriedad escénica, Kitty Green sigue con la cámara a la joven asistente Jane en una extenuante jornada laboral dentro de una productora de cine que parece no terminar nunca. “En este caso, la sobriedad y sencillez del tono elegidos para construir la película creo que ayudan al espectador a ponerse en los zapatos de la protagonista. A sentir cómo esa joven acaba asumiendo toda la mierda que los demás no están dispuestos. Me interesaba detallar su rutina, su pequeña lucha diaria, su gestión de las sospechas y su relación con un jefe monstruoso. Pero especialmente su valentía a la hora de acudir al responsable de recursos humanos de la productora para denunciar algo que ella considera turbio, aún teniendo pocas pruebas que lo evidencien. Es importante luchar por lo que nos parece justo”, puntualiza Green.
Esa búsqueda de empatía mencionada por la realizadora adquiere una efectividad casi absoluta en un momento tan ridículamente cotidiano como cuando Jane picotea desganada una magdalena sentada en una cafetería cercana a su puesto de trabajo tras culminar el día mientras habla con su padre por teléfono y reconoce no tener tiempo para nada que no tenga que ver con la oficina. El capitalismo, una vez más, irrumpe para fagocitar nuestras horas y convertirlas en mercancía. Hasta el punto de que desde el despunte de las primeras luces del día hasta los últimos parpadeos nocturnos de las farolas neoyorquinas, la recién graduada universitaria -interpretada por una espléndida Julia Garner-, trabaja incansablemente en tareas propias de una asistente, pero también otras tantas que muchas veces incurren en lo doméstico y traspasan la categoría de lo necesario.
“Desde el principio tuve claro que quería una única voz femenina como protagonista para poder hablar a través de ella en nombre de otras muchas y esa voz debía además ser joven, porque me parece muy preocupante la infinidad de obstáculos con los que se enfrentan a la hora de escalar profesionalmente. Quería mostrar esa asignación desigual y sexista de tareas que muchas veces adjudican automáticamente a la mujer, como le ocurre por ejemplo a Jane. Nos siguen relegando a operaciones más domésticas”, indica. Reconoce la australiana sin embargo que “cuando trabajas como asistente, la línea de lo personal y lo profesional se desdibuja con mucha facilidad. Jane lleva a cabo tareas que no le corresponden, como limpiar la mesa, ocuparse de la reposición de los medicamentos que utiliza su jefe para ser activo sexualmente, hacerse cargo de los hijos de las visitas…Y esto es algo que está a la orden del día en muchas productoras de cine. ¿Qué es lo apropiado? ¿Qué es lo correcto? Todos deberíamos preguntárnoslo más a menudo”.
La asfixia de los ambientes laborales es otra de las denuncias veladas de la película. “Creo que todavía debemos luchar mucho por hacer que desaparezca la mirada paternalista de los ambientes laborales. Los hombres siguen diciéndonos lo que está bien, lo que está mal, lo que debemos o no debemos hacer o incluso cómo debemos sentirnos ante determinadas situaciones y no necesariamente todas esas consideraciones proceden de los jefes, también de los compañeros. Esto se ve de forma muy clara en el caso de Jane, a quien los compañeros le indican cómo debe disculparse ante su superior, qué tiene que decir. Ahora con la pandemia parece que nos hemos olvidado un poco de que esta realidad existe, pero habrá que estar atentas cuando volvamos a nuestros puestos de trabajo presenciales”, reivindica la cineasta. En “The Assistant”, la dimensión de las degradaciones cotidianas hacia las mujeres en las áreas de trabajo, más allá de Weinstein y de su imborrable huella, deja de percibirse como algo local, reducido, puntual y se proyecta como una triste, escandalosa y cada vez más habitual realidad de dimensiones globales.